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viernes, 18 de mayo de 2018

Lección 187 de Un Curso de Milagros

Bendigo al mundo porque me bendigo a mí mismo

1. Nadie puede dar lo que no tiene. De hecho, dar es la prueba de que se tiene. Hemos hecho mención de esto anteriormente. Mas no es eso lo que hace que sea difícil de creer. Nadie duda de que primero se debe poseer lo que se quiere dar. Es en la segunda parte de la afirmación donde el mundo y la percepción verdadera difieren. Si has tenido y has dado, el mundo afirma que has perdido lo que poseías. La verdad mantiene que dar incrementa lo que posees.
2. ¿Cómo va a ser posible esto? Pues es seguro que si das una cosa finita tus ojos físicos dejarán de percibirla como tuya. No obstante, hemos aprendido que las cosas sólo representan los pensamientos que dan lugar a ellas. Y no careces de pruebas de que cuando compartes tus ideas, las refuerzas en tu propia mente. Tal vez la forma en que el pensamiento parece manifestarse cambie al darse. No obstante, éste tiene que retornar al que lo da. Y la forma que adopte no puede ser menos aceptable. Tiene que ser más.
3. Las ideas tienen primero que pertenecerte antes de que las puedas dar. Y si has de salvar al mundo, tienes que primero aceptar la salvación para ti mismo. Mas no creerás que ésta se ha consumado en ti hasta que no veas los milagros que les brinda a todos aquellos a quienes contemples. Con esto, la idea de dar se clarifica y cobra significado. Ahora puedes percibir que al dar, tu caudal aumenta.
4. Protege todas las cosas que valoras dándolas, y así te asegurarás de no perderlas nunca. Y con ello queda demostrado que lo que no creías tener te pertenece. Mas no le atribuyas valor a su forma. Pues ésta cambiará, y con el tiempo no será reconocible por mucho que trates de conservarla. Ninguna forma perdura. El pensamiento tras la forma de todo es lo que es inmutable.
5. Da gustosamente, pues con ello sólo puedes beneficiarte. El pensamiento sigue vivo y su fuerza aumenta a medida que se refuerza al darse. Los pensamientos se extienden al compartirse, pues no se pueden perder. No hay un dador y un receptor en el sentido en el que el mundo los concibe. Hay un dador que conserva lo que da, y otro que también habrá de dar. Y ambos ganarán en este intercambio, pues cada uno de ellos dispondrá del pensamiento en la forma que le resulte más útil. Lo que aparentemente pierde es siempre algo que valorará menos que aquello que con toda seguridad le será devuelto.
6. Nunca olvides que sólo te das a ti mismo. El que entiende el significado de dar, no puede por menos que reírse, de la idea del sacrificio. Tampoco puede dejar de reconocer las múltiples formas en que se puede manifestar el sacrificio. Se ríe asimismo del dolor y de la pérdida, de la enfermedad y de la aflicción, de la pobreza, del hambre y de la muerte. Reconoce que el sacrificio sigue siendo la única idea que yace tras todo esto, y con su dulce risa todo ello sana.
7. Una vez que una ilusión se reconoce como tal, desaparece. Niégate a aceptar el sufrimiento, y eliminarás el pensamiento de sufrimiento. Cuando eliges ver todo sufrimiento como lo que es, tu bendición desciende sobre todo aquel que sufre. El pensamiento de sacrificio da lugar a todas las formas que el sufrimiento aparenta adoptar. Mas el sacrificio es una idea tan demente que la cordura la descarta de inmediato.
8. Jamás creas que puedes hacer sacrificio alguno. No hay cabida para el sacrificio en lo que tiene valor. Si surge tal pensamiento, su sola presencia demuestra que se ha cometido un error, el cual es necesario corregir. Tu bendición lo corregirá. Habiéndosete dado a ti primero, ahora es tuya para que tú a tu vez la des. Ninguna forma de sacrificio o de sufrimiento puede prevalecer por mucho tiempo ante la faz de uno que se ha perdonado y bendecido a sí mismo.
9. Las azucenas que te ofrece tu hermano se depositan ante tu altar, junto con las que tú le ofreces a él. ¿Quién podría tener miedo de contemplar una santidad tan hermosa? La gran ilusión del temor a Dios queda reducida a la nada ante la pureza que aquí has de contemplar. No tengas miedo de mirar. La bendición que has de contemplar eliminará todo pensamiento de forma, y en su lugar dejará allí para siempre el regalo perfecto, el cual aumentará eternamente, será por siempre tuyo y será por siempre dado.
10. Ahora somos uno en pensamiento, pues el miedo ha desaparecido. Y aquí, ante el altar a un solo Dios, a un solo Padre, a un solo Creador y a un solo Pensamiento, nos alzamos juntos como el único Hijo de Dios. No estamos separados de Aquel que es nuestra Fuente ni distanciados de los hermanos que forman parte de nuestro único Ser, Cuya inocencia nos ha unido a todos cual uno solo, sino que nos alzamos en gloriosa bendición y damos tal como hemos recibido. Tenemos el Nombre de Dios en nuestros labios. Y cuando miramos en nuestro interior, vemos brillar la pureza del Cielo en nuestro reflejo del Amor de nuestro Padre.
11. Ahora somos bendecidos y ahora bendecimos al mundo. Queremos extender lo que hemos contemplado porque queremos verlo en todas partes. Queremos verlo refulgir con la gracia de Dios en todos nuestros hermanos. No queremos que se le niegue a nada de lo que vemos. Y para cerciorarnos de que esta santa visión es nuestra, se la ofrecemos a todo lo que vemos. Pues allí donde la veamos, nos será devuelta en forma de azucenas que podremos depositar sobre nuestro altar, convirtiéndolo así en un hogar para la Inocencia Misma, la cual mora en nosotros y nos ofrece Su Santidad para que sea nuestra.

* * *
Reflexión: Seguimos hablando del tema de la salvación pero recuperando algunas de las ideas vistas en lecciones anteriores, como la 108 que dice que "Dar y Recibir son en verdad lo mismo", lo cual viene a significar que para dar algo, primero tienes que tenerlo. Conforme a lo anterior, para bendecir al mundo primero tienes que bendecirte a ti mismo. Esa es la idea básica de la salvación también. No puedes salvar al mundo mientras tú te condenas porque el mundo está en ti, es tu proyección. Esto también lo hemos hablado refiriéndonos a que causa y efecto son lo mismo y de efecto simultáneo (no es que primero sea la causa y luego el efecto, no; son las dos cosas a la vez). Y por la misma regla anterior, nadie se puede salvar solo. Ahora quizás encuentres sentido, si has leído mi lección anterior, al por qué Jesús, pudiendo bajar de la cruz, no lo hizo. Tú no puedes salvarte y que el mundo se condene desde el punto de vista de la verdad absoluta, pero no ocurre lo mismo desde el punto de vista del ego y de la ilusión. El ego creerá salvarse él solo desentendiéndose del resto.

Aquí llega ahora un punto importante en esta lección. Dice: 

Mas no creerás que ésta se ha consumado en ti (la salvación) hasta que no veas los milagros que les brinda a todos aquellos a quienes contemples. 

Esto viene a confirmar lo que hemos hablado cerca de que causa y efecto son lo mismo, pues es viendo tu propia proyección que te darás cuenta si la salvación ha funcionado en ti. Pongamos por caso que estás de malas con alguna persona y que practicas (o tratas de practicar) el perdón de UCdM pero vuestra relación sigue yendo mal. Esto querrá decir que aún hay culpa por sanar. Un día de pronto la situación cambia, pasa algo inesperado, y te empiezas a llevar maravillosamente bien con esa misma persona, lo que indicará que has sanado la culpa, al menos en lo que te afectaba de esa relación. Entonces es cuando te convences de que tu perdón a funcionado pero no antes. El que parezca que transcurre tiempo entre que perdonas y ves un milagro no es más que el mecanismo como funciona la ilusión que lo hace de manera lineal para poder manifestarse, pero si hay que hacer caso a lo que dice Jesús, todo ocurre simultáneamente; así que no vale de nada inquietarse si practicas el perdón y ves que no parece funcionar. Un buen consejo es desapegarse de los resultados porque inhiben la acción de dar (Acerca de la preocupación y la duda por los resultados de practicar el perdón, recomiendo leer el apartado 7. ¿Debe repetirse la curación? en el Manual para el Maestro); o quizás, y esto es otra cosa importante, el milagro ha sucedido ya, pero tu esperas que se manifieste de una determinada forma que no espera. Ya hemos dicho que la forma es cambiante e irrelevante en la ilusión y que no tiene ninguna importancia. Así que es posible que no te hayas dado cuenta de su efecto y eso te lleve a empezar a dudar de su funcionamiento. Dice la lección de hoy: 

“Mas no le atribuyas valor a su forma. Pues ésta cambiará, y con el tiempo no será reconocible por mucho que trates de conservarla. Ninguna forma perdura. El pensamiento tras la forma de todo es lo que es inmutable.” 

Tu perdón es inmutable pero el milagro puede adoptar cualquier aspecto irreconocible. Tienes que confiar ciegamente (nunca mejor dicho). Llegamos ahora a otro punto interesante:

Nunca olvides que sólo te das a ti mismo. El que entiende el significado de dar, no puede por menos que reírse de la idea del sacrificio...”

No estamos hablando de dar cosas físicas sino efectuar acciones, en concreto el perdón. El sacrificio solo se produce cuando está en juego la forma. Digamos, p.e., que accedes a hacer la guardia de un compañero de trabajo a regañadientes, o das de mala gana una cantidad de dinero a un familiar que lo necesita, o dejas tu precioso vehículo con mucho esfuerzo a un amigo quien te lo pide prestado... En todos estos casos accedes con sacrificio porque, si no lo haces, sientes culpa. Lo realmente valioso no exige sacrificio y por lo tanto no debes sentirlo como tal. Salvar el mundo no supone ningún sacrificio, por eso no tiene sentido que la gente se apegue a la cruz, al dolor, a relaciones tóxicas que les hacen daño, pensando que por todo ese sufrimiento que están soportando Dios les va a premiar finalmente con el cielo. ¡Es absurdo! Estas son ideas descabelladas de ego para retro-alimentarse.

Dice la lección de hoy que bendices al mundo porque te bendices tú, pero, ¿cómo se bendice uno? Podrías decirte “me bendigo a mi mismo”, o podrías persignarte o irte una mañana a la plaza de San Pedro del Vaticano a que el mismo Papa te bendiga antes de tú empezar a bendecir a otros, pero eso no te servirá de nada. Dice un refrán que “Obras son amores y no buenas razones”. Lo que quiero decir es que uno se bendice por las obras que hace y no por la charlatanería ni por la práctica de rituales, juegos de manos o prestidigitación, a no ser que haya un cambio de pensamiento profundo y poderoso detrás de todo ésto. El pensamiento del que estamos hablando es la negación del sufrimiento. ¡Uf! Eso significa que no debes ver primero motivo de sufrimiento en ti, pero me levanto todos los días dándome lástima, arrastrando los pies, con malestar, preocupado, iracundo, desganado, triste y depresivo... ¿Te suena? Habrá que arreglar eso ¡sin sacrificarse!. ¿Qué tal dando gracias por todo con más frecuencia, perdonándose uno repetidamente por ese grado de locura que uno porta encima, por los propios errores, quitándose uno importancia y riéndose uno más de sí mismo? El camino de la espiritualidad no es fácil.

Cuando eliges ver todo sufrimiento como lo que es (un sinsentido), tu bendición desciende sobre todo aquel que sufre.”

Un poco más abajo, en la lección, vengo a leer con otras palabras lo que ya decía anteriormente:

Jamás creas que puedes hacer sacrificio alguno. No hay cabida para el sacrificio en lo que tiene valor. Si surge tal pensamiento, su sola presencia demuestra que se ha cometido un error, el cual es necesario corregir. Tu bendición lo corregirá.”

Donde antes veías sufrimiento y miedo y desdicha y sacrificio y dolor..., miras ahora con compasión. No confundas mirar con compasión con mirar con lástima, ¡no! De esa manera estarías haciendo real lo que ves. A mirar con compasión me refiero a mirar sin ver todo eso que causa sufrimiento, miedo, desdicha, dolor... Me refiero a mirar, más allá de cualquier forma, la inocencia y santidad de tu hermano, con aprecio y comprensión, con amor, mirar con los ojos del Cristo. Cuando lo haces así estás reconociendo esa misma inocencia y santidad en ti, porque no hay nadie más. Bendices así a tu hermano porque te bendices a ti mismo.

Y ahora para acabar, un chiste viejo sobre el sufrimiento:

Va un labriego por la carretera sentado en lo alto de su carreta tirada por un mulo viejo, y junto a él, una cabra y una jaula con varias gallinas. En esto que llega a una curva sin visibilidad y cuando la empieza a tomar llega un tipo subido en un mercedes a toda velocidad y enviste a la carreta en un golpe descomunal. El conductor se baja rápidamente y comprueba daños. Su auto está intacto pero la carreta está hecha trizas. Se asoma a la cuneta y ve a las pobres gallinas todas sufriendo así que en un acto de humanidad (o animalidad) exclama:

- Pobres gallinitas. No vais a sufrir más.

Y a continuación se vuelve al coche, abre el maletero, coge una escopeta, se vuelve para donde las gallinas y les pega un tiro. Sigue buscando y encuentra la cabra malherida y dice:

- Pobre cabra. No vas a sufrir más.

Y le pega un tiro. Más allá ve el mulo resoplando de dolor y patas arriba, y el hombre le dice:

- Tranquilo. Pobre mulo. No vas a sufrir más.

Y le pega otro tiro. Por último advierte que el labriego está en lo alto de un árbol contemplando aterrorizado toda la escena, destrozado y desangrándose vivo, y  éste le dice con voz temblorosa al hombre de la escopeta:

- Ooooye tú, nono te lo vas a creer, pepepero estoy de puputa madre, ¡no me duele náaa! 

* * *

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