1. Hoy vislumbraremos el momento en que los sueños de pecado y de culpa hayan desaparecido y hayamos alcanzado la santa paz de la que nunca nos habíamos apartado. Sólo un instante ha transcurrido entre la eternidad y lo intemporal. Y fue tan fugaz, que no hubo interrupción alguna en la continuidad o en los pensamientos que están eternamente unidos cual uno solo. Jamás ocurrió nada que perturbase la paz de Dios el Padre ni la del Hijo. Hoy aceptamos la veracidad de este hecho.
2. Te agradecemos, Padre, que no podamos perder el recuerdo de Ti ni el de Tu Amor. Reconocemos nuestra seguridad y Te damos las gracias por todos los dones que nos has concedido, por toda la amorosa ayuda que nos has prestado, por Tu inagotable paciencia y por habernos dado Tu Palabra de que hemos sido salvados.
* * *
Reflexión: Empezamos este ejercicio reconociendo lo que somos antes de entrar en estado meditativo, de quietud, y con ello estamos allanando el camino hacia Dios.
Hoy vuelvo a ser Tu Hijo y no es porque en algún momento haya dejado de serlo, sino porque lo había olvidado pero hoy lo recordamos nuevamente. La condición para hacerlo es borrar la culpa (borrarla que no expulsarla fuera para echársela a alguien más), y estar en paz con uno mismo reconociendo que lo que parece o pareció ocurrir en nuestras vidas no tiene ni tuvo nunca lugar.
Me encuentro a salvo en Dios y me siento amado por Él, ese es el objeto de esta práctica, y por ello doy gracias.
Hoy vuelvo a ser Tu Hijo y no es porque en algún momento haya dejado de serlo, sino porque lo había olvidado pero hoy lo recordamos nuevamente. La condición para hacerlo es borrar la culpa (borrarla que no expulsarla fuera para echársela a alguien más), y estar en paz con uno mismo reconociendo que lo que parece o pareció ocurrir en nuestras vidas no tiene ni tuvo nunca lugar.
Me encuentro a salvo en Dios y me siento amado por Él, ese es el objeto de esta práctica, y por ello doy gracias.
* * *
No hay comentarios:
Publicar un comentario