domingo, 13 de enero de 2019

Inocencia

Escribir sobre la inocencia es un ejercicio difícil y arriesgado a sabiendas de que se corre el riesgo de adulterar su significado, como ocurre con la Verdad pues ambas están unidas por un abrazo de hermandad. Inocencia y Verdad deben de permanecer siempre objetivas para seguir siendo ellas mismas, pues no soportan bien los adjetivos posesivos (mi, tu, su...). Otra de sus cualidades es la de que siempre es "ahora", pues la inocencia no conoce memoria ni culpas del pasado ni tiene intenciones para el mañana. 

La inocencia es ingenua pero no es tonta porque encierra en sí el canal para expresar toda la sabiduría del universo. Es tan dócil que no hay manera de domarla porque cuando tratas de atraparla se te escurre como agua cristalina entre los dedos de tus pretensiones. Sólo el recipiente del corazón puede contenerla.

La inocencia es invisible a los ojos pues no tiene forma, aunque a veces se la confunde con la belleza física, nada que ver. Se mantiene pura porque no puedes disfrazarla para que aparente ser otra cosa, aunque puedes ocultarla tras un velo o ignorarla. 

También es sencilla y humilde porque se basta a sí misma y por eso es observada con envidia por la ambición y la soberbia. No trata de conquistar nada ni de tener razón, ni necesita rodearse de ningún cerco de protección o definirse con palabras, por lo que todo lo que se diga de ella sobra...ejem...¡ya me estoy alargando!.

Sin duda lo mejor es experimentarla. La inocencia siempre está ahí disponible para todo el que quiera encontrarla, sin excepción. Su magia es que sólo puedes hacerlo cuando te vuelves igual que ella.

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