1. Nadie ataca sin la intención de herir. En esto no hay excepciones. Cuando piensas que atacas en defensa propia estás afirmando que ser cruel te protege, que la crueldad te mantiene a salvo. Estás afirmando que herir a otro te brinda libertad. Y estás afirmando también que atacar cambia el estado en que te encuentras por otro mejor, más seguro, donde estás más a salvo de los asaltos del peligro y del temor.
2. ¡Qué descabellada es la idea de que atacando es la manera de defenderse del miedo! Pues he aquí donde se engendra el miedo y se le nutre de sangre para que crezca, se expanda y sea cada vez más rabioso. Ésta es la manera de proteger el miedo, no de escaparse de él. Hoy aprendemos una lección que te evitará más demoras y sufrimientos de los que te puedes imaginar. Y es ésta: Tú fabricas aquello de lo que te defiendes. Y al defenderte contra ello haces que sea real e ineludible. Depón tus armas, y sólo entonces percibirás su falsedad.
3. Parece ser un enemigo externo a quien atacas. Sin embargo, al defenderte forjas un enemigo interno; un pensamiento extraño que esta en guerra contigo, que te priva de paz y divide tu mente en dos bandos que parecen ser totalmente irreconciliables. Pues ahora el amor tiene un "enemigo", un opuesto; y el miedo, el extraño, necesita que lo defiendas contra la amenaza de lo que realmente eres.
4. Si examinases detenidamente los medios por los que tu ilusoria defensa propia procede a lo largo de su curso imaginario, te percatarías de las premisas sobre las que se basa la idea. En primer lugar, es obvio que las ideas tienen que abandonar su fuente, pues eres tú quien lanza el ataque y quien tuvo que haberlo concebido primero. No obstante, lanzas el ataque contra algo externo a ti y en tu mente te separas de aquel a quien atacas, completamente convencido de que la división a la que has dado lugar es real.
5. En segundo lugar, los atributos del amor se le confieren a su "enemigo". Pues el miedo se convierte en tu refugio y en el protector de tu paz, y recurres a él en busca de solaz y de escape de cualquier duda con respecto a tu fortaleza, así como con la esperanza de poder descansar en una quietud sin sueños. Y al así despojar al amor de lo que le pertenece a él y sólo a él, se le dota con los atributos del miedo. Pues el amor te pediría que depusieses todas tus defensas por ser éstas meras necedades. Y ciertamente tus armas se desmoronarían y quedarían reducidas a polvo, pues eso es lo que son.
6. Al tener al amor como enemigo, la crueldad se convierte necesariamente en un dios. Y los dioses exigen que sus seguidores obedezcan sus mandatos sin rechistar. A aquellos que cuestionan la sensatez o cuando menos la cordura de tales exigencias, se les castiga severa e implacablemente. Pues son sus enemigos los que son irrazonables y dementes, mientras que ellos son siempre justos y misericordiosos.
7. Hoy examinaremos friamente a este dios cruel. Y nos daremos cuenta de que aunque sus labios están manchados de sangre y de que de su boca parecen salir llamas, está hecho de piedra. No puede hacer nada. No tenemos que desafiar su poder, pues no tiene ninguno. Y quienes ven en él su seguridad, no tienen ni guardián ni fortaleza a los que invocar en caso de peligro, ni ningún poderoso guerrero que salga en su defensa.
8. Este momento puede ser terrible. Pero también puede ser el momento en que te emancipas de tu abyecta esclavitud. Pues al estar frente a este ídolo y verlo exactamente como es, llevas a cabo una elección. ¿Vas a restituirle al amor lo que has procurado arrebatarle para ponerlo a los pies de ese inanimado bloque de piedra? ¿O vas a inventar otro ídolo para que lo reemplace? Pues el dios de la crueldad adopta muchas formas. Siempre es posible encontrar otra.
9. Mas no creas que el miedo es la manera de escapar del miedo. Recordemos lo que se ha subrayado en el texto con respecto a los obstáculos que la paz tiene que superar. De éstos, el último, el más difícil de creer que en realidad no es nada, si bien aparenta ser un bloque sólido, impenetrable, temible e insuperable, es el miedo a Dios Mismo. He aquí la premisa básica que entrona como un dios al pensamiento del miedo. Pues el miedo es venerado por aquellos que le rinden culto, y el amor parece ahora estar revestido de crueldad.
10. ¿De dónde ha surgido la creencia tan irracional de que hay dioses de venganza? El amor no ha confundido sus atributos con los del miedo. Mas los que le rinden culto al miedo perciben su propia confusión en el "enemigo" del miedo, y la crueldad de éste como parte del amor. ¿Y qué podría ser ahora más temible que el Corazón del Amor Mismo? Sus labios parecen estar manchados de sangre y de su boca parece brotar fuego. Pero sobre todo, Él es terrible e increíblemente cruel, y siega las vidas de todos aquellos que lo consideran su Dios.
11. No hay duda acerca de la elección que hoy has de llevar a cabo. Pues hoy posarás tu mirada por última vez sobre ese bloque de piedra que tú mismo esculpiste, y dejarás de llamarle dios. Has llegado hasta este punto antes, pero has elegido que ese dios cruel permanezca contigo en otra forma. Y por eso el temor a Dios volvió a apoderarse de ti. Pero esta vez lo dejarás allí. Y al volver regresarás a un mundo nuevo, aliviado de ese peso; un mundo que no se ve a través de sus ojos ciegos, sino a través de la visión que te ha sido restituida gracias a tu elección.
12. Ahora tus ojos le pertenecen a Cristo y es Él quien mira a través de ellos. Ahora tu voz le pertenece a Dios y se hace eco de la Suya. Ahora tu corazón permanecerá en paz para siempre. Lo has elegido a Él en lugar de los ídolos, y los atributos con los que tu Creador te bendijo te son por fin restituidos. La Llamada a Dios ha sido oída y contestada. Ahora el miedo ha dado paso al amor, al Dios Mismo reemplazar la crueldad.
13. Padre, somos como Tú. En nosotros no hay crueldad, puesto que en Ti no la hay. Tu paz es nuestra. Y bendecimos al mundo con lo que hemos recibido exclusivamente de Ti. Elegimos una vez más, y elegimos asimismo por todos nuestros hermanos, sabiendo que son uno con nosotros. Les brindamos Tu salvación tal como la hemos recibido ahora. Y damos gracias por ellos que nos completan. En ellos vemos Tu gloria y en ellos hallamos nuestra paz. Somos santos porque Tu santidad nos ha liberado. Y Te damos gracias por ello. Amén.
* * *
Reflexión: El
miedo es lo opuesto al amor, y la crueldad y el ataque es la manera
en que lo justificamos como defensa ante las "verdades" que hemos
inventado. No porque las defendamos esas verdades se vuelven ciertas, pero va en ello nuestra razón,
nuestra supuesta seguridad y autoestima (orgullo).
Imagina que estamos en el teatro de marionetas de la lección anterior y que tu
realizas el papel de un príncipe. De pronto surgen dragones. Lo primero
que haces es desenvainar la espada y liarte a dar sablazos y
estocadas por acá y por allá, no vaya a ser que dañen a tu
princesa. Tu princesa no es nadie sino tu más pura vanidad. Es la imagen
que tienes de ti mismo, y te da miedo que alguien la toque, la
viole y la desfigure. ¡Tiene que permanecer virgen! (Bueno, al menos
como a ti te gusta, aunque eso es imposible). La saña y la crueldad
conque te desempeñas es tu salvaguarda así que, cuanto más violencia pones en la batalla, mejor para ti.
-
¡Se van a enterar quien soy yo! - Matar a todos los dragones es tu
salvación.
Con
lo que no habías contando es que cuantos más matas, más salen de
sus escondrijos. Cuanto más atacas y con más fuerzas les golpeas,
con más rabia y odio ellos te responden. Ignorante aún no sabes que
tú proyectas tu mundo el cual es como un espejo. Entonces recuerdas
que "las ideas no abandonan su fuente". Los dragones proceden de
ti mismo, de tus creencias. Decides deponer de inmediato las armas, y ¡qué curiosidad!, los ataques que recibes de vuelta se calman e incluso cesan.
Tu
ego se ha servido de tu elevada imaginación para mantenerte dividido y en
conflicto. Es lo que Eckhart Tolle llama "el cuerpo
dolor", el cual necesita una lucha de vez en cuando para conseguir retro-alimentación y perpetuarse. Nosotros lo podríamos llamar "el
guión" en nuestro teatro de marionetas. Se trata de que haya embrollo y tragedia para que la obra sea entretenida, dure y no pierda interés.
El
propósito de la lección de hoy es examinar esa crueldad que hemos
convertido en un dios, en la respuesta inmediata a cualquier pequeño miedo que
nos domina y dicta sentencia cada vez que algo no nos gusta o alguien
nos lleva la contraria, lo cual sólo degenera en falta de paz. Siguiendo la misma regla, entonces Dios también es cruel y le tememos porque nunca hace lo que esperamos de
Él, no nos concede nuestros deseos ni tampoco es justo. Mira sino
cómo tiene el mundo, ¡hecho un desastre! En el apartado IV. Los
obstáculos a la paz, del libro de texto, Cap. 19, leemos que el cuarto obstáculo es D) El temor a Dios
(Dios te va a castigar por eso que has hecho).
¿A
quién adoras? ¿A la ira del dios vengador o a Dios todo Amor? ¿No
será que temes al miedo mismo creador de la crueldad? Todo va en una
elección que hasta ahora has tomado continuamente sin darte cuenta.
Habrá que re-examinarla.
El
dios de la crueldad adopta muchas formas: de dragón, de "otros y
otras", hasta de vida o de Dios mismo como forma más inverosímil pero
que has convertido en tu mayor obstáculo a la paz. Esta vez no te dejes
engañar. Lo primero de lo que debes darte cuenta es de que la crueldad
engendra más miedo que engendra más crueldad. El miedo termina
provocando más miedo.
Hoy
vamos a bajar del pedestal a la crueldad. No sirve para nada. Quítate
ese peso de encima. ¿Para qué responder con enfado a cualquier ofensa? ¿Vale
la pena cabrearse por cualquier motivo? Tu ira no te protege y no
evitará que lo que tenga que suceder suceda. Ahora eres consciente
de ella y como estás alerta, al primer atisbo de que quiere
salir, la observas y la detienes (más bien es que, al saberse vigilada, se
va parando ella sola). Eliges tu paz a cambio y tu temor es
sustituido por amor, por esa forma de mirar genuina y de estar bien
contigo mismo en cualquier circunstancia que todo lo acoge y lo acepta. No es conformismo. Si
tienes que hacer algo que no te gusta lo haces pero sin queja, sin
rabia, bendiciéndolo porque sabes que es una oportunidad para
perdonar y para liberarte de tu ego. Los "otros" ya no te
molestan porque sabes que son uno contigo y te completan. Tu santidad
se extiende en ellos. Ahora sólo tienes motivos para el
agradecimiento. Así sea.
* * *
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