domingo, 27 de mayo de 2018

Lección 191 de Un Curso de Milagros

Soy el santo Hijo de Dios Mismo

1. He aquí la declaración de tu liberación de las cadenas del mundo. Y he aquí asimismo la liberación del mundo entero. No te das cuenta de lo que has hecho al asignarle al mundo el papel de carcelero del Hijo de Dios. ¿Qué podría ser entonces sino un mundo depravado y temeroso, amedrentado por las sombras, vengativo y salvaje, desprovisto de razón, ciego y enajenado por el odio?
2. ¿Qué has hecho para que éste sea tu mundo? ¿Qué has hecho para que sea eso lo que ves? Niega tu Identidad, y ése es el resultado. Contemplas el caos y proclamas que eso es lo que tú eres. No ves nada que no dé testimonio de ello. No hay sonido que no te hable de la flaqueza que hay dentro y fuera de ti; ni aliento que respires que no parezca acercarte más a la muerte; ni esperanza que alientes que no haya de acabar en llanto.
3. Niega tu verdadera Identidad y no podrás escaparte de la locura que dio lugar a este extraño, antinatural y fantasmal pensamiento que se burla de la creación y se ríe de Dios. Niega tu verdadera Identidad, y te enfrentas al universo solo, sin un amigo: una diminuta mota de polvo contra legiones de enemigos. Niega tu verdadera Identidad y contemplarás la maldad, el pecado y la muerte, y verás la desesperanza arrebatarte de las manos todo vestigio de esperanza, dejándote solamente con ansias de morir.
4. Sin embargo, ¿qué podría ser esto sino un juego en el que puedes negar tu Identidad? Eres tal como Dios te creó. Creer cualquier otra cosa es absurdo. Con este solo pensamiento todo el mundo se libera. Con esta sola verdad desaparecen todas las ilusiones. Con este solo hecho se proclama que la impecabilidad es eternamente parte integral de todo, el núcleo central de su existencia y la garantía de su inmortalidad.
5. Deja que la idea de hoy encuentre un lugar entre tus pensamientos, y te habrás elevado muy por encima del mundo, así como por encima de todos los pensamientos mundanos que lo mantienen prisionero. Y desde este lugar de seguridad y escape retornarás a él y lo liberarás. Pues aquel que puede aceptar su verdadera Identidad realmente se salva. Y su salvación es el regalo que les hace a todos, como muestra de gratitud hacia Aquel que le mostró el camino a la felicidad que cambió toda su perspectiva acerca del mundo.
6. Basta con un solo pensamiento santo como éste para liberarte: tú eres el santo Hijo de Dios mismo. Y con este pensamiento santo comprendes asimismo que has liberado al mundo. No tienes necesidad de usarlo cruelmente, y luego percibir esa misma necesidad en él. Lo liberas de tu aprisionamiento. No verás una imagen devastadora de ti mismo vagando por el mundo llena de terror, mientras que éste se retuerce en agonía porque tus miedos han dejado impreso en su corazón el sello de la muerte.
7. Alégrate hoy de cuán fácilmente desaparece el infierno. No necesitas más que decirte a ti mismo: Soy el santo Hijo de Dios Mismo. No puedo sufrir ni sentir dolor, no puedo sufrir pérdidas ni dejar de hacer todo lo que la salvación me pida. Y con ese pensamiento todo lo que contemples cambiará por completo.
8. Un milagro ha iluminado todas las lúgubres y viejas cavernas en las que los ritos de la muerte reverberaban desde los orígenes del tiempo. Pues el tiempo ya no tiene dominio sobre el mundo. El Hijo de Dios ha venido radiante de gloria a redimir a los que estaban perdidos, a salvar a los desvalidos y a darle al mundo el regalo de su perdón. ¿Quién podría ver el mundo como un lugar siniestro y pecaminoso cuando el Hijo de Dios ha venido por fin a liberarlo nuevamente?
9. Tú que te percibes a, ti mismo como débil y frágil, lleno de vanas esperanzas y de anhelos frustrados; nacido sólo para morir, llorar y padecer, escucha esto: se te ha dado todo poder en la tierra y en el Cielo. No hay nada que no puedas hacer. Juegas el juego de la muerte, el de ser impotente, el de estar lamentablemente encadenado a la disolución en un mundo que no tiene misericordia contigo. No obstante, cuando tengas misericordia con él, su misericordia resplandecerá sobre ti.
10. Deja entonces que el Hijo de Dios despierte de su sueño, y que al abrir sus ojos santos, regrese para bendecir el mundo que él fabricó. Éste nació de un error, pero acabará en el reflejo de la santidad del Hijo de Dios. Y éste dejará de dormir y de soñar con la muerte. Únete a mí hoy. Tu gloria es la luz que salva al mundo. No sigas negándote a conceder la salvación. Contempla el mundo que te rodea, y observa el sufrimiento que se abate sobre él. ¿No está acaso dispuesto tu corazón a llevarles descanso a tus fatigados hermanos?
11. Ellos tienen que esperar hasta que tú te liberes. Permanecen encadenados hasta que tú seas libre. No pueden ver la misericordia del mundo hasta que tú la encuentres en ti mismo. Sufren hasta que tú niegues que el dolor te atenaza. Mueren hasta que tú aceptes tu propia vida eterna. Eres el santo Hijo de Dios Mismo. Recuerda esto, y el mundo entero se libera. Recuerda esto, y la tierra y el Cielo son uno.
* * * 
Reflexión: La lección de hoy no requiere más explicaciones. Es muy clara en su exposición, y su afirmación, que es muy poderosa, lo dice todo. Y Sin embargo, si aún después de leer la lección y su encabezado sigues dudando y haciendo preguntas, eso es porque no te reconoces como un hijo de Dios ya que sigues identificado con tu ego. Nuestro propósito es cambiar eso, nuestra manera de vernos a nosotros mismos.

Sin saber ciertamente como iba a enfocar un tema como el de hoy, he buscado inspiración en internet para averiguar qué opina el mundo acerca de lo que hace falta para cambiar uno mismo y me he topado con los "hábitos" (entiéndase también "programas"), así que he enfocado este post sobre ellos. En unos sitios dice que se necesitan 21 días y otros que 66 para cambiarlos de forma permanente. También los hay que dividen el proceso de cambio en 5, 6, 7 y hasta 12 pasos. Pero permíteme decirte que todo eso no es más que una pérdida de tiempo.

Todos hemos seguido alguno de esos métodos alguna que otra vez, pero lo que somos no está sujeto a ningún método porque es ajeno a éste mundo. Lo que buscas ser ya lo eres, aunque bien es cierto que se necesita disciplina (un poco de buena voluntad) para hacerlo manifiesto. El cambio que buscamos los estudiantes de UCdM no consiste en un cambio en la forma de nuestras costumbres. No tratamos de ser mejores. No se trata de cambiar un hábito malo por otro mejor, sino que es un reconocimiento de lo que es verdad en nosotros, y lo buscamos en su experiencia. El ego mismo es un conjunto de hábitos así que cuando cambias unos por otros lo único que haces es cambiar la forma del ego, de tu personalidad, pero el ego sigue siendo ego. 

Si quieres buscar tu Ser en el mundo usando metodologías que el mundo ha creado, estás destinado al fracaso porque tú no eres de este mundo. Dice UCdM, que el lema del ego es "busca pero no halles". Pero puedes desprenderte de tus creencias y de sus hábitos y reconocer que debajo de ellas está tu Ser. Ello no requiere que olvides tus creencias sino que las reconozcas como falsas, y tampoco es necesario que te retires a un lugar apartado para hacer vida de eremita; no. No se supera una obstáculo superponiendo otro o eludiéndolo, sino mirándolo concienzudamente y trascendiéndolo.

El más grande de todos los hábitos es pensar, imaginar y creer que eres un cuerpo, pues todos los demás hábitos derivan de ese. Los hábitos son artificiales, modelan la personalidad. El Ser es natural y su expresión obedece a lo espontaneo, no tiene personalidad. Los hábitos te esclavizan; vivir desde el Ser te libera. El ego y el hábito se construyen sobre el hacer más y más para que ellos mismos sean. El Ser no tiene que hacer nada en absoluto pues ya lo es. El hábito es caprichoso, es cambiante y sujeto a principio y fin. El Ser es constante, inmutable, sin principio ni final... ¿En cuál de las dos descripciones anteriores te reconoces? ¿En el ego y sus hábitos o en el Ser?

Tu Ser te está esperando. Olvida todo lo que creíste acerca de ti y de lo que tenías que hacer y entra en el silencio; obsérvate, ya estás ahí, pleno, atento, inmutable, impecable, imperecedero, en completa paz... esa es tu realidad. ¡Despierta a ella! No es hasta que tú te liberes a ti mismo reconociendo lo que es verdad en ti que no liberarás al mundo contigo. Si tu te salvas el mundo se salva contigo. No esperes lo contrario. No esperes que nada ni nadie en el mundo, ni siquiera el mismo Jesucristo, venga a solucionar los problemas que te has inventado. Eso nunca sucederá, porque el Cristo vive ya en ti. Tu santo Ser, Hijo de Dios, es parte de Él. Sois Uno. La segunda venida es tu propio despertar.

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