martes, 29 de mayo de 2018

Lección 192 de Un Curso de Milagros

Tengo una función que Dios quiere que desempeñe

1. La santa Voluntad de tu Padre es que tú lo completes, y que tu Ser sea Su Hijo sagrado, por siempre puro como Él, creado del Amor y en él preservado, extendiendo amor y creando en su Nombre, por siempre uno con Dios y con tu Ser. Mas ¿qué sentido puede tener tal función en un mundo de envidia, odio y ataque?
2. Tienes, por lo tanto, una función en el mundo de acuerdo a sus propias normas. Pues, ¿quién podría entender un lenguaje que está mucho más allá de lo que buenamente puede entender? El perdón es tu función aquí. No es algo que Dios haya creado, ya que es el medio por el que se puede erradicar lo que no es verdad. ¿Pues, qué necesidad tiene el Cielo de perdón? En la tierra, no obstante, tienes necesidad de los medios que te ayudan a abandonar las ilusiones. La creación aguarda tu regreso simplemente para ser reconocida, no para ser íntegra.
3. Lo que la creación es no puede ni siquiera concebirse en el mundo. No tiene sentido aquí. El perdón es lo que más se le asemeja aquí en la tierra. Pues al haber nacido en el Cielo, carece de forma. Dios, sin embargo, creó a Uno con el poder de traducir a formas lo que no tiene forma en absoluto. Lo que Él hace es forjar sueños, pero de una clase tan similar al acto de despertar que la luz del día ya refulge en ellos, y los ojos que ya empiezan a abrirse contemplan los felices panoramas que esos sueños les ofrecen.
4. El perdón contempla dulcemente todas las cosas que son desconocidas en el Cielo, las ve desaparecer, y deja al mundo como una pizarra limpia y sin marcas en la que la Palabra de Dios puede ahora reemplazar a los absurdos símbolos que antes estaban escritos allí. El perdón es el medio por el que se supera el miedo a la muerte, pues ésta deja de ejercer su poderosa atracción y la culpabilidad desaparece. El perdón permite que el cuerpo sea percibido como lo que es: un simple recurso de enseñanza del que se prescinde cuando el aprendizaje haya terminado, pero que es incapaz de efectuar cambio alguno en el que aprende.
5. La mente no puede cometer errores sin un cuerpo. No puede pensar que va a morir o ser víctima de ataques despiadados. La ira se ha vuelto imposible. ¿Dónde está el terror ahora? ¿Qué temores podrían aún acosar a los que han perdido la fuente de todo ataque, el núcleo de la angustia y la sede del temor? Sólo el perdón puede liberar a la mente de la idea de que el cuerpo es su hogar. Sólo el perdón puede restituir la paz que Dios dispuso para Su santo Hijo. Sólo el perdón puede persuadir al Hijo a que contemple de nuevo su santidad.
6. Una vez que la ira haya desaparecido, podrás percibir que a cambio de la visión de Cristo y del don de la vista no se te pidió sacrificio alguno, y que lo único que ocurrió fue que una mente enferma y atormentada se liberó de su dolor. ¿Es esto indeseable? ¿Es algo de lo que hay que tener miedo? ¿O bien es algo que se debe anhelar, recibir con gratitud y aceptar jubilosamente? Somos uno, por lo tanto, no renunciamos a nada. Y Dios ciertamente nos ha dado todo.
7. No obstante, necesitamos el perdón para percibir que esto es así. Sin su benévola luz, andamos a tientas en la obscuridad usando la razón únicamente para justificar nuestra furia y nuestros ataques. Nuestro entendimiento es tan limitado que aquello que creemos comprender no es más que confusión nacida del error. Nos encontramos perdidos en las brumas de sueños cambiantes y pensamientos temibles, con los ojos herméticamente cerrados para no ver la luz, y las mentes ocupadas en rendir culto a lo que no está ahí.
8. ¿Quién puede nacer de nuevo en Cristo sino aquel que ha perdonado a todos los que ve, o en los que piensa o se imagina? ¿Quién que mantenga a otro prisionero puede ser liberado? Un carcelero no puede ser libre, pues se encuentra atado al que tiene preso. Tiene que asegurarse de que no escape, y así, pasa su tiempo vigilándolo. Y los barrotes que mantienen cautivo al preso se convierten en el mundo en el que su carcelero vive allí con él. Sin embargo, de la liberación del preso depende que el camino de la libertad quede despejado para los dos.
9. Por lo tanto, no mantengas a nadie prisionero. Libera en vez de aprisionar, pues de esa manera tú quedas libre. Los pasos a seguir son muy sencillos. Cada vez que sientas una punzada de cólera, reconoce que sostienes una espada sobre tu cabeza. Y ésta te atravesará o no, dependiendo de si eliges estar condenado o ser libre. Así pues, todo aquel que aparentemente te tienta a sentir ira representa tu salvador de la prisión de la muerte. Por lo tanto, debes estarle agradecido en lugar de querer infligirle dolor.
10. Sé misericordioso hoy. El Hijo de Dios es digno de tu misericordia. Él es quien te pide que aceptes el camino de la libertad ahora. No te niegues a ello. El Amor que su Padre le profesa te lo profesa a ti también. Tu única función aquí en la tierra es perdonarlo, para que puedas volver a aceptarlo como tu Identidad. Él es tal como Dios lo creó. Y tú eres lo que él es. Perdónale ahora sus pecados y verás que eres uno con él. 
* * *
Reflexión: No hay que interpretar el título de hoy al pie de la letra. Que Dios quiera algo de nosotros aquí es más que improbable, más bien imposible. Quiero decir que Dios es ajeno al mundo por lo que es inviable que nos esté pidiendo hacer absolutamente nada. ¿Qué iba Dios a necesitar si Él lo tiene todo? Dios da por sentado que su Hijo desempeña su función pero en el Cielo, más aquí en el mundo la palabra “querer” evoca tener una voluntad aparte, estar separado, y lo único que cree tener una voluntad aparte de la Dios y se siente separado es un pensamiento, una idea loca de su Hijo único manifiesto en el sueño del mundo con todos los seres que lo habitan (todos nosotros) por efecto de la culpabilidad generada a partir de creencia en la separación (Leer si acaso el párrafo 6 del apartado VIII. El "héroe" del sueño, Cap. 27. La Curación del Sueño, en el libro de texto). La sentencia de la lección de hoy se convierte así en una llamada a recordar o una manera de hacer énfasis en lo se supone que es lo único que debemos de hacer aquí en el mundo lo cual es despertar del sueño que nos envuelve. 

Despertar es la función que tenemos que desempeñar. Tenemos que soltar el mundo ilusorio que fabricamos que es la causa de todo nuestro sufrimiento. Eso se consigue mediante el des-hacimiento del ego, liberándonos de la culpa a través del perdón, pero el perdón no entendido como el mundo lo entiende, sino según la definición que enseña el curso. Dicha función se va a experimentar como una experiencia dolorosa. Parece contradictorio que escapar del sufrimiento requiera más sufrimiento pero es la manera de hacerlo. El ego está construido sobre el miedo, la culpa y el dolor. Si construyes un espeso muro a lo largo de tu camino, con miedo, para protegerte de lo que te causó culpa a espalda tuya, tendrás que derribarlo con esfuerzo y sufrimiento para abrirte paso en el camino de vuelta; eso es des-hacimiento. Hay que hacer frente a todos los obstáculos que hemos interpuesto a la verdad hasta que se perciban como lo que son en realidad, ilusiones, y entonces se trascienden o perdonan, en palabras del curso. Ten en cuenta que el ego se opondrá con todas sus fuerzas y artimañas pues él es todos esos obstáculos. El ego está compuesto básicamente por todo el conjunto de justificaciones, miedos, creencias, imaginaciones, etc. que tu mismo sostienes y que nos separan de la verdad, y tratará por todos los medios de evitar que lo desmontes impidiendo que mires en tu interior pues podrías ponerlo en evidencia, revelar su secreto, su vacuidad; pero mientras sigas identificándote con él, le darás vida hasta que te des cuenta de su falta de poder y su ilusoriedad. 

Conforme vayas deshaciendo y eliminando creencias, memorias subconscientes sin sanar irán aflorando, y el dolor y sufrimiento aparecerán. Visto de esta manera atemoriza y puede que te replantees la necesidad de realizar el curso si te sientes ahora bien contigo mismo. De hecho, este fenómeno es lo que hace que algunos estudiantes se cuestionen su efectividad. Quizás no sepan que cuando empiezan a sentirse mal, después de practicar cierto tiempo los ejercicios, significa que el curso está funcionado. Se les está abriendo la oportunidad de sanar lo que estaba subconsciente, de romper obstáculos a la verdad. Otros cogen miedo y terminan dejándolo, otorgándole al libro todo tipo de prejuicios: que si no funciona, que parece haber empeorado mis problemas, que si el libro es demoniaco, etc. Hay que pensar que los alumnos que lo dejan es porque aún no les ha llegado su hora o el curso no es el sistema de estudios que mejor se adapta a sus condiciones y punto. Pero si te lanzas de lleno al estudio y práctica de UCdM es de aplicación el símil de los 40 años del pueblo judío vagando por el desierto, tiempo durante el que tuvo que enfrentarse a muchos obstáculos antes de llegar a la tierra prometida. 

Normalmente el curso, al principio no se entiende, y su práctica y estudio es sostenido por la fe, la atracción que ejerce o el efecto que emana de la persona que lo enseña, pero sobre todo por el deseo de alcanzar la paz y la libertad personal. Pero el sistema de pensamiento del ego, que es muy tenaz y sibilino, tratará de obstaculizar y frenar el proceso hasta el último momento utilizado todo tipo de subterfugios cada vez más sutiles y engañosas, así que no es de extrañar que por periodos añores tu antigua vida como esclavo del faraón (hablando metafóricamente). El curso ofrecerá una experiencia parecida. Aparecerán tentaciones, obstáculos y muchas dudas a lo largo del proceso de des-hacimiento que podrá durar el tiempo que sea necesario, 40 días, 40 años o 40 vidas. Eso depende de guión que le toque vivir al alumno. UCdM es por ello enteramente un ejercicio de fe, porque no sabes dónde te estás metiendo; el camino se presenta inhóspito (como el desierto), se vaga sin rumbo y tienes que soltar completamente la auto-confianza engañosa del ego para empezar a confiar en el nuevo guía que se te da, el Espíritu Santo. Tu función es aprender a dejarte llevar por él sin interferir. Cuando por fin lo hagas y te rindas entregándote confiado al proceso, el último paso lo dará Dios. 

Para la lección de hoy recomiendo la lectura de los cuatro primeros apartados del Manual para el Maestro. En el título 3. "¿Cuáles son los niveles de enseñanza?" se establece la importancia de las relaciones pues es a través de ellas que uno se libera al liberar a sus hermanos. No existe liberación del sueño ni tu función puede llevarse a cabo sin perdonar al “otro”. Esta es la clave. Lo de las comillas es para señalar que en realidad no existe “otro” sino uno mismo mirándose en un espejo roto. Y en el título 4. "¿cuáles son las características de los maestros de Dios?" se explican las fases por las que el alumno comprometido con el curso suele pasar (puede haber variaciones particulares), sus características, así como cual puede ser dolorosa y el motivo. 

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