Las personas no somos números aunque la mente y quienes se dejan arrastrar por ella se empeñen en reducirnos a eso, a puras estadísticas, a objetivos cumplidos o incumplidos, pérdidas y ganancias, a rentas medias, cuotas íntegras, productividad, días trabajados, PIB, intereses de la deuda, hipotecas, número de votos, porcentajes, mayorías y minorías, edad, longevidad, días cotizados a la Seguridad Social, cuantía de la pensión, y cuando finalmente te estás muriendo, días de vida que te restan, costo del entierro y cuantía de la herencia para los hijos. ¿Te suena a algo todo esto?
Si estamos como estamos es porque se ha cuantificado al ser humano, y nosotros vamos… ¡Y nos lo creemos! Claro que desde la escuela ya nos enseñan a pensar en la vida como si sólo importaran los números, y nos educan en la “mediocridad”, porque solo los números entiende de medias y términos medios. Al acabarla se nos califica finalmente con una nota (un número más): aprobado, bien, notable o sobresaliente. Para entonces, el daño ya está hecho.
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