miércoles, 13 de junio de 2018

Lección 200 de Un Curso de Milagros

No hay más paz que la paz de Dios 

1.Deja de buscar. 2No hallarás otra paz que la paz de Dios. 3Acepta este hecho y te evitarás la agonía de sufrir aún más amargos desengaños, o de verte invadido por una sombría desesperación y una gélida sensación de desesperanza y de duda. 4Deja de buscar. 5No puedes hallar otra cosa que la paz de Dios, a no ser que lo que busques sea infelicidad y dolor. 
2. Este es el punto final al que en última instancia todo el mundo tiene que llegar para dejar de lado toda esperanza de hallar felicidad allí donde no la hay; de ser salvado por lo que tan sólo puede causar dolor; y de hacer paz del caos, dicha del dolor y Cielo del infierno. 2No sigas tratando de ganar por medio de la pérdida ni de morir para vivir. 3Pues no estarás sino pidiendo la derrota. 
3. No obstante, con la misma facilidad puedes pedir amor, felicidad y vida eterna en una paz que no tiene fin. 2Pide esto, y sólo puedes ganar. 3Pedir lo que ya tienes te lleva al éxito. 4Pedir que lo que es falso sea verdadero sólo puede conducir al fracaso. 5Perdónate a ti mismo tus vanas imaginaciones y deja de buscar lo que no puedes encontrar. 6Pues, ¿qué podría ser más absurdo que buscar el infierno una y otra vez cuando no tienes más que abrir los ojos y mirar para darte cuenta de que el Cielo se encuentra ante ti, allende el umbral de una puerta que se abre fácilmente para darte la bienvenida? 
4. Regresa a casa. 2 Jamás encontraste felicidad en lugares extraños, ni en formas que te son ajenas y que no tienen ningún significado para ti, si bien trataste de que lo tuvieran. 3No te corresponde estar en este mundo. 4Aquí eres un extraño. 5Pero te es dado encontrar los medios a través de los cuales el mundo deja de parecer una prisión o una cárcel para nadie. 
5. Se te concede la libertad allí donde no veías más que cadenas y puertas de hierro. 2Mas si quieres hallar escapatoria tienes que cambiar de parecer con respecto al propósito del mundo. 3Permanecerás encadenado hasta que veas el mundo como un lugar bendito, liberes de tus errores a cada hermano y lo honres tal como es. 4Tú no lo creaste, así como tampoco te creaste a ti mismo. 5Y al liberar a uno, el otro es aceptado tal como es. 
6. ¿Qué función tiene el perdón? 2En realidad no tiene ninguna, ni hace nada, 3pues es desconocido en el Cielo. 4Es sólo en el infierno donde se le necesita y donde tiene una formidable función que desempeñar. 5¿No es acaso un propósito loable ayudar al bienamado Hijo de Dios a escapar de los sueños de maldad, que aunque son sólo fabricaciones suyas, él cree que son reales? 6¿Quién podría aspirar a más, mientras parezca que hay que elegir entre el éxito y el fracaso, entre el amor y el miedo? 
7. No hay más paz que la paz de Dios porque Él sólo tiene un Hijo, que no puede construir un mundo en oposición a la Voluntad de su Padre o a la suya propia, la cual es la misma que la de Él. 2¿Qué podría esperar encontrar en semejante mundo? 3Este no puede ser real, ya que nunca fue creado. 4¿Es acaso ahí adonde iría en busca de paz? 5¿O bien tiene que darse cuenta de que tal como él ve el mundo, éste sólo puede engañar? 6Puede aprender, no obstante, a verlo de otra manera y encontrar la paz de Dios. 
8. La paz es el puente que todos habrán de cruzar para dejar atrás este mundo. 2Pero se empieza a tener paz en él cuando se le percibe de otra manera, y esta nueva percepción nos conduce hasta las puertas del Cielo y lo que yace tras ellas. 3La paz es la respuesta a las metas conflictivas, a las jornadas insensatas, a las búsquedas vanas y frenéticas y a los empeños sin sentido. 4Ahora el camino es fácil, y nos conduce por una ligera pendiente hasta el puente donde la libertad yace dentro de la paz de Dios. 
9. No volvamos a perder el rumbo hoy. 2Nos dirigimos al Cielo, y el camino es recto. 3Sólo si procuramos desviarnos podemos retrasarnos y perder el tiempo innecesariamente por escabrosas veredas. 4Sólo Dios es seguro, y Él guiará nuestros pasos. 5Él no abandonará a Su Hijo necesitado, ni permitirá que se extravíe para siempre de su hogar. 6El Padre llama; el Hijo le oirá. 7Y eso es todo lo que hay con respecto a lo que parece ser un mundo separado de Dios, en el que los cuerpos son reales. 
10. Ahora reina el silencio. 2Deja de buscar. 3Has llegado a donde el camino está alfombrado con las hojas de los falsos deseos que antes anhelabas, caídas ahora de los árboles de la desesperanza. 4Ahora se encuentran bajo tus pies. 5Y tú levantas la mirada y miras al Cielo con los ojos del cuerpo, que ahora te sirven sólo por un instante más. 6Por fin la paz ha sido reconocida, y tú puedes sentir como su tierno abrazo envuelve tu corazón y tu mente con consuelo y amor. 
11. Hoy no buscamos ídolos. 2La paz no se puede encontrar en ellos. 3La paz de Dios es nuestra, y no habremos de aceptar o querer nada más. 4 ¡Que la paz sea con nosotros hoy! 5Pues hemos encontrado una manera sencilla y grata de abandonar el mundo de la ambigüedad; y de reemplazar nuestros objetivos cambiantes por un solo propósito, y nuestros sueños solitarios por compañerismo. 6Pues la paz es unión, si procede de Dios. 7Hemos abandonado toda búsqueda. 8Nos encontramos muy cerca de nuestro hogar, y nos acercamos aún más a él cada vez que decimos: 

      9No hay más paz que la paz de Dios, y estoy contento y agradecido de que así sea.


* * * 
Reflexión: No sé que razón te trajo a UCdM, pero quizás sea que ya te has percatado de que muchas de tus experiencias resultaron en decepciones, por lo que te has convencido de que no hallarás paz más duradera y auténtica que la paz de Dios. La lección de hoy es un llamado a dejar de buscar lo que no se puede encontrar afuera pues, si todo es una proyección propia (que lo es), el hecho de buscar te impulsa y mantiene en una dinámica de búsqueda sin fin. Para salir de esa trampa tienes que detenerte y regresar hacia tu centro (tu ser), y eso cuesta mucho cuando has sido un buscador durante mucho tiempo ya que te mueves sin quererlo empujado por el efecto de la inercia

Ayer usé el símil del coche y hoy el de un tren para aplicar la idea del párrafo anterior. Piensa en tu vida como si fuera un tren. Ahora, si tuvieras que detenerlo en seco para invertir su marcha cargado con todas tus creencias, dogmas, ilusiones, ideas, recuerdos, etc, imagina la cantidad de energía que necesitarías. Mejor piensa un poco. Antes de nada, lo primero que deberías de hacer es dejar de alimentar la caldera, luego continuar por arrojar toda la carga innecesaria. Vas vaciando el tren poco a poco, así al disminuir el peso se te hará más ligera la frenada. A continuación que has tirado todo lo superfluo te atreves a desenganchar los vagones, uno a uno, los cuales habías añadido al convoy y ahora ves separarse y alejarse. Si eres muy audaz puedes incluso atreverte a soltar los vagones antes de arrojar su carga. Continúas así hasta que sólo quedas tú en la cabeza del tren (la locomotora) con lo imprescindible en un proceso que, no vamos a decir mentiras, puede y suele resultar largo, difícil y doloroso. 

Fíjate, allá va alejándose en la distancia todo eso que habías acumulado. Ahora te sientes mucho más ligero, aunque si no es así, obsérvate detenidamente. Hay quien aprovecha esa pérdida para renovarse, pues deja unas cosas por atrás y toma otras por delante; pero de eso no se trata. Dice la lección de hoy: 

No sigas tratando de ganar por medio de la pérdida ni de morir para vivir. Pues no estarás sino pidiendo la derrota. 

Ésta es una trampa común del ego en la que solemos caer todos con mucha frecuencia. Tu tren es un estilo de vida que has seguido fielmente durante mucho tiempo y ahora empiezas a desmontarlo porque te has cansado de él o ya no te resulta útil. Entonces te vas deshaciendo de él y te sientes vacío, por lo que en su desarticulación tu ego hará por volver a recomponerlo con lo que al final no habrás hecho absolutamente nada. ¿Cómo sabrás que estás soltando carga de verdad sin coger ninguna otra adicional? Sólo tú lo puedes saberCéntrate en tus sentimientos como conductor-maquinista y sé honesto contigo mismo, así te será más fácil percatarte de lo que haces. 

Has de saber que permanecerás atrapado y batallando con el tren hasta que no cambies de parecer con respecto al propósito de tu viaje, así que concéntrate en aligerarlo para detenerlo e invertir su marcha hacia donde partiste por primera vez, hacia tu origen. Esto es más que fundamental, ¡es la clave! Tu viaje tiene de dejar de ser visto como una aventura desagradable y peligrosa; dicho de otra manera: ¡No te lo puedes creer!. Si te identificas indefectiblemente con el tren te va a resultar muy difícil desprenderte de toda esa carga en los vagones de la que hablamos, y arrastrarás con ella todo el camino. Es más, puntualmente echarás más leña a la caldera para intentar atravesar rápido los tramos peligrosos, y desatenderás el telefonillo que te conecta con la estación el cual hace rato no para de emitir señales lumínicas intermitentes para que respondas a su llamada. 

No olvides que en el trayecto te encontrarás con otros trenes en el paisaje, algunos incluso circulando por tu misma vía; y aunque en ese momento no caigas en la cuenta, esta aventura tiene mucho que ver con lo que ves en ellos. Me refiero a si sólo ves los trenes (su chasis), o si ves también a sus conductores-maquinistas. En esta cuestión es cuando adviertes que el viaje es una locura sin sentido y es entonces cuando intuitivamente respondes al telefonillo y oyes una voz que te dice: “Pero tío, ¿qué humos y qué resoplidos son esos? ¿acaso te has vuelto loco? ¿No es mejor que vuelvas a casa? El Jefe te está esperando”. Entonces dejas de echar leña a la caldera. 

Por fin te has dado cuenta de que el tren es sólo una distracción y que lo importante son los maquinistas. ¿Por qué? Porque si ves a los otros conductores conduciendo sus trenes eso significa que te ves a ti mismo conduciendo el tuyo; eso te empodera para hacer lo que tienes que hacer. Ahora sí que tienes un nuevo propósito: volver a la estación de salida de donde partiste. Cuando te reconoces como conductor entonces puedes empezar a maniobrar. Si no te reconoces como conductor del tren entonces creerás que no puedes hacer nada con él. Tu percepción entonces cambia poco a poco de creerte en una aventura peligrosa a viajar seguro y placenteramente de vuelta a casa. Así que detienes completamente el tren y lo pones de nuevo en marcha, ahora lentamente y en retroceso rumbo a la estación de origen. A ese proceso de inversión se le llama “perdón”. 

En tu proceso parecerá que acumulas muchos momentos de perdón (cada vez que sueltas una creencia, reconoces un falso peligro que no era tal o cada vez que liberas a un hermano), aunque en realidad es un sólo acto acomodándose al formato “aventura” (ilusión) el cual no tenías en mente al momento de la salida, aunque "Quien realmente sabe" ya tenía previsto que así sucediera. Cada vez que perdonas tu vida se hace así más liviana y te acercas más al final que es el origen. Cuando te das cuenta de los peligros imaginarios que te has ahorrado, suspiras aliviado. 

Ya puedes ver en la distancia la llegada y un cartel que dice: "Bienvenido a la estación Cielo". Y justo antes de hacer tu entrada usas los ojos del cuerpo por última vez para ver que conforme entras los raíles desaparecen del suelo y el tren (a todo ésto llamado “deseo”) se volatiliza en el aire. Entras en el Cielo y por fin has arribado a tu lar. “No hay nada como la casa de uno” decimos cuando llegamos a ella después de un largo viaje, el cual resultó ser sólo un instante de locura, una fantasía. 

Acabo con una frase de la lección de hoy: “Por fin la paz ha sido reconocida, y tú puedes sentir como su tierno abrazo envuelve tu corazón y tu mente con consuelo y amor”. Pues “No hay más paz que la paz de Dios, y estoy contento y agradecido de que así sea.” 
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