Advertencia: si no conoces UCdM (Un Curso de Milagros) quizás te cueste entender este artículo.
Son muchos lo que opinan que cuando morimos vamos al cielo o al infierno. Personalmente he escuchado experiencias en ambos sentidos, y leído mucho más al respecto en más de 30 años que llevo interesado por la espiritualidad. Los casos más ampliamente documentados son los de tres famosos investigadores del tema, Brian Weiss, Elisabeth Kubler Ross o Raymond Moody, quienes han estudiado en profundidad miles relatos de personas moribundas que parecen aseverar que existe un cielo esperándonos allá a donde vamos después de morir. Dicho cielo podría ser tan real como este mundo en el que vivimos. Quiero decir que para quienes creen que este mundo es real (la inmensa mayoría de las personas), aquellos quienes creen en el cielo lo creerán igualmente real. Pero ese mismo cielo pierde todo su sentido para el estudiante de Un Curso de Milagros ya que no sería nada más que otro aspecto de la ilusión de la gran mente creadora del universo (la mente dormida del Hijo de Dios). En concreto, se trataría de un cielo ilusorio donde se nos hace creer que descansamos por un breve espacio de tiempo para reencarnar de nuevo, con la memoria borrada, y poder seguir nuestro periplo de aprendizaje y evolución en otras vidas repletas de experiencias, placeres pero también sufrimiento.
Pero... ¿qué dice Un Curso de Milagros? Al principio del apartado 24 titulado "¿Existe la reencarnación? del Manual del Maestro pone:
"La reencarnación es imposible. El pasado no existe ni el futuro tampoco, y la idea de nacer en un cuerpo ya sea una o muchas veces no tiene sentido"
Y casi al final del mismo apartado añade:
"El Cielo está aquí. No existe ningún otro lugar. El Cielo es ahora. No existe ningún otro tiempo. Los maestros de Dios no se interesan por ninguna otra enseñanza que no conduzca a esto"
En el libro "Las preguntas más comunes en torno a Un Curso de Milagros" de la editorial Grano de Mostaza (Preg. 22, págs 41-48), sus autores, los Wapnick, sin referirse para nada al mencionado apartado 24 del Manual del Maestro, vienen a ratificar lo dicho anteriormente apoyándose en otros textos tomados del curso (T-27.VII.10:1-6; L-pl.167.6:1-4; 9; T-18.VI.8:2-11 y M-27.4:1-5:4; 6-7)*; y comparan la transición de la muerte, por ejemplo, al hecho de cambiar de una habitación a otra o a cambiar de canal en la televisión, todo dentro del sueño en el que estamos inmersos. Así, la muerte física no sería nada más que un episodio más de la ilusión de la mente soñadora siguiendo un hilo conductor universal basado en creencias como que "si has sido bueno vas al cielo, y si has sido malo vas al infierno", dentro de lo que se conoce como "la rueda de la vida". Los Wapnick insisten en que uno, en realidad, no va a ninguna parte después de morir puesto que si todo el universo es un constructo mental imaginario, incluido el cuerpo, entonces no tiene sentido pensar que éste último pueda estar localizado en alguna parte, que se pueda destruir, o que uno pueda atravesar túneles de luz.
Dicho de otro modo: todas nuestras vivencias estarían basadas en creencias que experimentaríamos siguiendo un modelo arquetípico más o menos universal, con algunas variaciones dependiendo de nuestra cultura, época, religión, etc, que arrastraríamos con nosotros en nuestra mente errónea individual, la cual proyectaría lo que nos ha de ocurrir porque así lo cree, siguiendo un guión preestablecido. Conforme a lo anterior, un cristiano se encontraría con Jesús al otro lado del túnel, pero un budista se encontraría a Buda. Por otro lado, ideas como la de escapar del sufrimiento quitándose la vida podría perder toda su utilidad una vez descubriéramos que la falta de paz radicada en la mente errónea nos acompaña allá a donde uno creyera que va (cielo, infierno, purgatorio...).
Dicho de otro modo: todas nuestras vivencias estarían basadas en creencias que experimentaríamos siguiendo un modelo arquetípico más o menos universal, con algunas variaciones dependiendo de nuestra cultura, época, religión, etc, que arrastraríamos con nosotros en nuestra mente errónea individual, la cual proyectaría lo que nos ha de ocurrir porque así lo cree, siguiendo un guión preestablecido. Conforme a lo anterior, un cristiano se encontraría con Jesús al otro lado del túnel, pero un budista se encontraría a Buda. Por otro lado, ideas como la de escapar del sufrimiento quitándose la vida podría perder toda su utilidad una vez descubriéramos que la falta de paz radicada en la mente errónea nos acompaña allá a donde uno creyera que va (cielo, infierno, purgatorio...).
Resumiendo y visto todo lo anterior, la única salida a este juego de ilusión, de vida, sufrimiento y muerte en sucesivas aparentes reencarnaciones sería el que han defendido tantos maestros espirituales, y que no es más que el despertar auténtico, entendido como la iluminación, la resurrección o la fusión con la Fuente Uno que es Dios, por lo que éste, y no otro, sería el único propósito digno de perseguir en nuestras vidas aparentemente "individuales". Como dice UDdM en la lección 65 del libro de ejercicios: "Mi única función es la que Dios me dio". Todo lo demás, todas las demás funciones que nos hemos asignado los humanos (trabajar, estudiar, progresar, luchar, acumular, casarse y tener hijos o permanecer célibe, ser bueno, ser famoso, ser poderoso, etc.), son anecdóticas y secundarias.
Dejo el siguiente enlace del vídeo que me animó a escribir este artículo, aunque disiento con la posibilidad que nos cuenta David Parcerisa de que tenga que haber entidades malignas detrás de todo el proceso de reencarnación. Prefiero pensar, más bien, que detrás de todo este proceso está la genialidad de la gran mente errónea universal creadora del universo queriéndose perpetuar a sí misma.
Con la libertad de que cada uno está dotado, que cada cual piense lo que quieras sobre el vídeo y sobre este artículo.
Otro artículo escrito sobre esto mismo aquí: ¿A dónde vamos cuando morimos? II
*Nota: La "T" en las reseñas se refiere al libro de Texto, "L" se refiere a Libro de ejercicios y "M" a manual para el Maestro
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