Cuando te sientas culpable, recuerda que el ego ciertamente ha violado las leyes de Dios, pero tú no. Los "pecados" del ego déjamelos a mí. Ese es el propósito de la Expiación. Pero hasta que no cambies de parecer con respecto a aquellos a quienes tu ego ha herido, la Expiación no podrá liberarte. (T-4.IV.5.1-4)
Quizás convendría comenzar aclarando de dónde viene la palabra "Expiación". Cuando se traducía UCdM al español, allá entre mediados de los 80 y los 90, la intención de la Fundación para la Paz Interior era no traducir la palabra equivalente del idioma inglés "Atonement", lo que hubiera resultado muy extraño y nada comprensible. Sólo la insistencia de Rosa María Wynn después de escuchar la Voz logró convencer a la Fundación para traducir "Atonement" por "Expiación", y así se hizo finalmente.
La palabra "expiar" viene del latín "expiare" que significa lavar la culpa o reparar un daño ("ex" de exteriorizar y "piare" de "pius" o piadoso, respetuoso). Así que el significado tradicional cristiano no es muy alentador que digamos pues significa pagar la culpa con dolor por los pecados cometidos.
Pero en UCdM, recordemos, no existe el pecado. El pecado se puede traducir en este libro por "error", por lo que Expiar pasaría a ser la reparación de un error, lo cual no comporta necesariamente tener que sentir culpa ni sufrir ningún dolor. Esto significa que puedes reparar un error por voluntad propia y sin ningún cargo de conciencia.
Puesto que el error cometido por el Hijo de Dios, según UCdM, fue la creencia en la separación, la corrección o Expiación pasa por el deshacimiento de dicha creencia, pues la separación nunca tuvo lugar sino ilusoriamente en la mente errónea del Hijo. La Expiación se convierte de este modo en el re-despertar del Hijo a la mente recta o Mente Una, recordándose una condición que nunca ha dejado de ser; la comprensión de un estado que se había olvidado opacado por una nube de ilusión. La Expiación es, en definitiva, el proceso de reconciliación del Hijo de Dios con el Padre.
El Espíritu Santo (...) Te insta a que le devuelvas toda tu mente a Dios, ya que en realidad tu mente nunca se separó de Él. Si nunca se separó de Él, sólo tienes que percibirla tal como es para que retorne a Él. Tener plena conciencia de la Expiación es, por lo tanto, reconocer que la separación nunca tuvo lugar. (T.6.II.10.4-7)
El miedo motivado por la creencia en que dicha separación ocurrió de verdad originó la culpa, y al disolver la causa de la culpa ya no hay motivo de sufrimiento ni de dolor. Pero el ego quiere sufrir y se complace en ello porque el miedo, la culpa y el dolor es su alimento y su justificación.
La Expiación no es sino el camino de regreso a lo que nunca se había perdido.(T.12.VIII.8:8)
¡Aquí no ha pasado nada! La resurrección: La Expiación según el Espíritu - Tintoretto
Y aquí es donde Jesús viene a ayudarnos con su resurrección ejerciendo como intermediario entre Dios y el Hijo para hacernos comprender que en realidad nunca ocurrió nada, y que Él ha vencido a la muerte, igual que nosotros podemos hacerlo ahora y siempre por los siglos de los siglos. Jesús, es por lo tanto, quien está a cargo de la Expiación puesto que él ya la ha completado, sabe por tanto como llevarla a cabo y cómo guiarnos con su Voz, el Espíritu Santo.
Yo estoy a cargo del proceso de Expiación, que emprendí para darle comienzo. (T-1.III.1.1)
Para ello, UCdM es el manual que Jesús dictó para ayudarnos a realizar la Expiación, la cual es el objetivo último.
El propósito de la Expiación es devolvértelo todo, o más bien, devolvérselo a tu conciencia. (T-1.IV.3)
El nombre del Curso no se debe a que tu objetivo sea la realización de milagros. Los milagros no son más que la consecuencia de aplicar correctamente el proceso de Expiación mediante el acto de perdonar; entonces ocurren los milagros de modo natural e inintencionado, pudiendo tener o no manifestación en la forma, pero eso es lo de menos.
Un milagro es una corrección que yo introduzco en el pensamiento falso. Actúa como un catalizador, disolviendo la percepción errónea y reorganizándola debidamente. Esto te coloca bajo el principio de la Expiación, donde la percepción sana. Hasta que esto no ocurra no podrás conocer el Orden Divino. (T-1.1.37)
Lo repito de otra manera para que quede más claro. Expiar es procesar la culpa inconsciente, de modo que primero la sacamos a la luz, y una vez la hacemos consciente la entregamos al Espíritu Santo en el proceso que el Curso llama "perdonar" (ver aquí si quieres "los tres pasos del perdón. Aprender a perdonar"). Expiar y perdonar es básicamente lo mismo, aunque la Expiación se refiere al proceso de perdón en su totalidad (Expiar es subir la escalera y el perdón es peldaño a peldaño).
Resumiendo, en este mundo donde todas tus decisiones erróneas provocan consecuencias (y que reconocerás porque son actos en contra del amor de Dios que te quitan la paz), hay dos maneras de expiarlas: la manera del ego o expiar con dolor, la cual no expía nada en absoluto; o la manera del Espíritu Santo, la cual es gozosa y que consiste en que tú sólo entregas el error en el acto de perdonar, y es Cristo (o el E.S.) Quien a cargo de la expiación cancela todas las consecuencias de tus decisiones erróneas, mal llamados pecados.
La Expiación es sencillamente la corrección o anulación de los errores. Cuando se haya alcanzado, el maestro de Dios se habrá convertido, por definición, en un obrador de milagros. (M-18.4.6-7) Sus pecados le habrán sido perdonados, y él ya no se condenará a sí mismo. ¿Cómo podría entonces condenar a otros? ¿Y habría alguien al que su perdón no pudiese curar (M-18.4.8-10)
La Expiación es la esencia del Curso, su base, el meollo. No hay otro modo de escapar del sueño del mundo, por eso...
Sólo el plan de Dios para la salvación tendrá éxito (L-71)
Llegados a este punto puede que te preguntes que, si lo que entra en la mente del Hijo queda grabado para siempre, ¿cómo es posible entonces que se pueda olvidar el error de la separación para regresar al estado de unicidad con el Padre? La respuesta es que simplemente el error no se olvida, pero el Hijo puede aprender el plan de la Expiación (o defensa en términos de UCdM), el cual es tan magnífico y tan bueno que funciona a modo de antídoto invalidando dicho error. Dicho de otra manera, la Expiación inmuniza del error de manera que aunque no lo olvidamos, el error deja de tener efectos. Tu única responsabilidad es aceptar el plan de la Expiación.
Nadie que aún acepte el pecado (el error fundamental de creer en la ilusión) como su objetivo, puede aceptar la Expiación. Por lo tanto, todavía no has aceptado tu única responsabilidad. Aquellos que prefieren el dolor y la destrucción no le dan la bienvenida a la Expiación. (T-18.VII.1.4-6)
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