Algunos
lectores acudirán a este artículo con una idea preconcebida sobre
lo que es la salvación. Para unos, será librarse de un patrón
mezquino en el trabajo; para otras, de una relación que se ha vuelto
tóxica; para muchos, de la incompetencia del Gobierno; y para otros
tantos, del gran temido fin del mundo o fin de los tiempos.
La
mente proyecta sus propios miedos, creencias y dudas, pero, de forma
implícita, también sus propias respuestas. Así, cada persona
entiende la salvación de manera diferente, viéndola desde distintos
enfoques o en diferentes lugares.
Pero
aquí me refiero a la consecución de un estado mental de confianza y
paz plenos y continuos. Hablo de la salvación del alma o del
espíritu, aunque en realidad el alma no necesita ser salvada. Es la
mente la que se pierde, y cuando lo hace, arrastra al espíritu
consigo. Sin embargo, el espíritu permanece intacto hasta que la
mente vuelve a despertar, y entonces uno se da cuenta de que el
espíritu siempre ha permanecido indemne.
UCdM
dice:
El
secreto de la salvación no es sino éste: que eres tú el que se
está haciendo todo esto a sí mismo. No importa cuál sea la forma
del ataque, eso sigue siendo verdad. No importa quién desempeñe el
papel de enemigo y quién el de agresor, eso sigue siendo verdad. No
importa cuál parezca ser la causa de cualquier dolor o sufrimiento
que sientas, eso sigue siendo verdad. Pues no reaccionarías en
absoluto ante las figuras de un sueño si supieses que eres tú el
que lo está soñando. No importa cuán odiosas y cuán depravadas
sean, no podrían tener efectos sobre ti a no ser que no te dieses
cuenta de que se trata tan sólo de tu propio sueño.
— T-27.VIII.10
—
Y
por otro lado, en la Biblia:
Porque
todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda
su vida por causa de mí, la hallará. ¿Pues de qué le sirve al
hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar
el hombre a cambio de su alma?
— Mateo
16:25-26 —
¿Qué
relación existe entre estos dos textos? Aunque ambos hablan de
salvación, no parece que lo hagan en los mismos términos, y sin
embargo, sí lo hacen. Para comprenderlo, es necesario entender el
propósito de UCdM si no se conoce previamente. Una vez comprendido,
ambos textos se conectan rápidamente.
El
propósito de Un
Curso de Milagros
(UCdM) es recordar quiénes somos: el Hijo Único de Dios. En nuestra
experiencia cotidiana, viviendo en un cuerpo y bajo la ley de la
dualidad, ese Hijo Único representa nuestro ser verdadero, nuestro
espíritu silente y testigo, que suele pasar desapercibido para la
mayoría. Ese ser es el Cristo, Dios en nosotros, el yo real,
inmutable y eterno que “siempre nos acompaña”.
Después
está el ego: una construcción imaginaria de nuestra mente pensante,
sobre la cual hemos edificado nuestra personalidad. Este ego mantiene
al ser real oculto y secuestrado. Es, en esencia, quienes creemos
ser. Por un lado, está nuestro ser real, que conoce; por otro,
nuestro ser ficticio, basado en el cuerpo, que percibe, juzga e
interpreta.
Espero
que vayas comprendiendo lo que digo, aunque ya adelanto que la
comprensión intelectual, por sí sola, no salva. Que comprendamos (y
me incluyo) el contenido de este artículo no nos otorgará la
salvación, pero sí nos abrirá una puerta para poder optar a ella.
En
este punto, espero que ya hayas logrado correlacionar los dos textos.
Y si aún no lo has hecho, te lo explicaré de forma resumida para no
complicarlo demasiado.
El
texto de UCdM señala que, siendo el Hijo Único de Dios, estás
soñando con un ser irreal, individual y separado. Al creer que eres
un cuerpo, también crees ser una persona con nombre, apellidos y una
historia, muchas veces en el rol de víctima. Te aferras a ese
personaje de ficción porque crees que es tu verdadera identidad.
Así, todas las acciones en tu vida se dirigen a su protección y
fortalecimiento.
Cuanto
más acumula esa personalidad —en términos de belleza, salud,
formación intelectual, poder, dinero, etc.— más creemos estar a
salvo de los peligros del mundo. Y lo contrario también es cierto:
cuanto más feos, viejos, pobres o ignorantes creemos ser, más
inseguros nos sentimos y más lejos de la salvación percibimos
estar. Pero, como dice UCdM, todo esto es un sueño generado por tu
mente-ego. Por eso afirma: “eres
tú el que se está haciendo todo esto a sí mismo”.
A
estas alturas, el pasaje bíblico adquiere pleno sentido, ¿verdad?
“Todo
el que quiera salvar su vida, la perderá…”
Esa vida es la del personaje irreal, nuestro constructo mental. La
perderemos porque, como toda ensoñación, cuando morimos se
desvanece en la nada, junto con todas nuestras posesiones y
creencias.
Sin
embargo, el ser real, el espíritu, perdura, independientemente de si
lo hemos cultivado o no durante esta vida. Cuando morimos, lo que
muere es el personaje, pero el Cristo en nosotros permanece intacto,
junto con los restos de fragmentos de mente que sueñan. Entonces,
tal vez soñemos con el cielo, el infierno, o un reencuentro con
seres queridos. En realidad, solo habremos pasado de una “habitación”
del sueño a otra. Luego, volveremos a reencarnar, adoptando un nuevo
cuerpo y fabricando un nuevo personaje.
UCdM
puede resultar inquietante, pues te invita a desaparecer como
persona. Todo su contenido está enfocado en ese desmantelamiento.
Sus estudiantes, al darse cuenta de esto (o al empezar a
sospecharlo), pueden sentir miedo o desasosiego. Entonces, o
abandonan el estudio porque lo perciben como una amenaza, o
tergiversan sus enseñanzas.
UCdM
apunta directamente a Dios, pero Él no puede entrar donde existe un
personaje sostenido por el ego. Ese personaje es una ficción, y Dios
no puede habitar una ilusión. La salvación requiere deshacer ese
personaje, abandonar la falsa identidad, para encontrar nuestro
verdadero Ser crístico y a Dios. Y eso al ego no le gusta en
absoluto.
"Y
todo el que pierda su vida por mí, la hallará".
Ahora lo entiendes, ¿verdad? Por eso crucificaron a Jesús: porque
era una amenaza para el mundo y para todos los personajes que lo
habitaban, un mundo donde Dios no puede entrar.
Tal
vez ahora comprendas mejor las cosas que suceden aquí y las
supuestas “injusticias” que atribuimos a Dios. Pero no: Dios no
tiene nada que ver con el mundo. Este no ha cambiado desde su origen.
Es simplemente un lugar para soñar a espaldas de Dios, a veces con
deseos felices, y otras con sufrimiento.
En
el mundo vivimos separados de Dios porque así lo decidimos a nivel
ontológico en el principio de los tiempos. Así que, si deseas
salvarte, tendrás que regresar a tu esencia y deshacer tu falso
personaje. No hay otra solución ni otra salvación.