1. He abjurado de la verdad. Permítaseme ahora ser igualmente firme y abjurar de la falsedad. Lo que sufre no forma parte de mí. Yo no soy aquello que siente pesar. Lo que experimenta dolor no es sino una ilusión de mi mente. Lo que muere, en realidad nunca vivió, y sólo se burlaba de la verdad con respecto a mí mismo. Ahora abjuro de todos los conceptos de mí mismo, y de los engaños y mentiras acerca del santo Hijo de Dios. Ahora estoy listo para aceptarlo nuevamente como Dios lo creó, y como aún es.
2. Padre, mi viejo amor por Ti retorna, y me permite también amar nuevamente a Tu Hijo. Padre, soy tal como Tú me creaste. Ahora recuerdo Tu Amor, así como el mío propio. Ahora comprendo que son uno.
* * *
Reflexión: Lo que sufre no forma parte de mi (de mi auténtico Ser) porque se trata de la personalidad cambiante, la máscara sofisticada con la que vivimos. Así que el intento de auto-mejora, sufrir y sacrificarse tratando de perfeccionarla no soluciona absolutamente nada; sólo añade más capas maquillaje y la hace más pesada, más complica de llevar.
El Ser que Dios creó no necesita que se le mejore porque ya es perfecto. Simplemente hay que descubrirlo, destaparlo de todo lo que lleva encima puesto y dejar que se manifieste. Es tan sencillo que puede que te cueste comprenderlo. Si no lo entiendes es porque intentas hacerlo preservando tu máscara.
* * *
No hay comentarios:
Publicar un comentario