Dios es mi Padre y Él ama a Su Hijo
1. Mi verdadera Identidad es tan invulnerable, tan sublime e inocente, tan gloriosa y espléndida y tan absolutamente benéfica y libre de culpa, que el Cielo la contempla para que ella lo ilumine. Ella ilumina también al mundo. Mi verdadera Identidad es el regalo que mi Padre me hizo y el que yo a mi vez le hago al mundo. No hay otro regalo, salvo éste, que se puede dar o recibir. Mi verdadera identidad y sólo Ella es la realidad. Es el final de las ilusiones. Es la verdad.
2. Mi nombre, ¡oh Padre!, todavía te es conocido. Yo lo he olvidado, y no sé adónde me dirijo, quién soy, ni qué es lo que debo hacer. Recuérdamelo ahora, Padre, pues estoy cansado del mundo que veo. Revélame lo que Tú deseas que vea en su lugar.
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Reflexión: No puedes perder lo que eres en esencia. Sin embargo puedes olvidarlo, y de hecho es lo que ha ocurrido, pues te has lanzado en persecución de tus deseos de individualidad en un mundo de sueños y fantasías. Has inventado tu personaje creyendo saber a donde vas y lo que debes hacer. Siendo así, dejas de ser dueño de ti mismo pues tus ilusiones se apoderan de tu mente y de tu voluntad haciéndote olvidar quien eres verdaderamente. Hoy se te exhorta a despertar invocando a Dios para que te revele la verdad.
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