viernes, 25 de marzo de 2016

La vida no te juzgará por tu honestidad sino por tu valentía

En un sitio leí el título de este mismo artículo y me quedé pensando sobre su significado, de hecho muy intrigado. No lo entendía. Cuando hablamos de juicios inmediatamente se nos viene al recuerdo el juramento con la mano sobre la Biblia y la frase “juro decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad”. Estamos hablando de ser honestos, pero ¿dónde queda aquí la valentía? Quizás en tu capacidad para decir la verdad. Hay que ser valiente para ser honesto.

De pequeño, se me insistía mucho en ser buena persona, honrado, honesto, pero no tanto en ser valiente, “un tío echao p’alante”. Aun así me gustaban más las películas de acción y de aventuras, como las de Tarzán, que esas otras aburridas donde el protagonista al final actuaba honestamente, como “Un millón en la basura” protagonizada por José Luis López Vázquez. También me gustaban más los dibujos de Vicky el Vikingo que los de Marco o Heidi. Cuando somos pequeños somos pura expectación, vivimos la vida misteriosamente y no tratamos de entender su significado. La vida es pura experimentación, y para experimentarla en toda su intensidad hace falta dinamismo y valentía al actuar, sin cabeza. Cuando eres pequeño lo que quieres es jugar mucho y no estudiar tanto; correr, esconderte, arrastrarte, dar volteretas, saltar balates, etc.; pero poco a poco los adultos te lavan el cerebro con frases como la de que “estás muy sucio”, “pareces un judas” y “tienes que prepararte y ser un hombre de bien”, “tienes que ganarte la vida el día de mañana”, y así te van aquietando, te maniatan el cerebro, te aplacan, te amoldan, te castran, te roban la vida que ya tienes para darte otra que no lo es; pero dentro de ti quedan reminiscencias de aquella época. El alma se puede ocultar pero no se puede destruir. La valentía a la que me refiero es precisamente la que se necesita para rescatar el alma.

Uno puede ser muy honesto, muy horrando pero si te quedas quieto y oculto por el miedo, probablemente seas un don nadie, un anónimo, un cero a la izquierda. Pero si eres valiente, actúas, te haces escuchar, sales del anonimato y la gente te busca para pedirte cosas. Jesús salió y se relacionó, pregonaba y hacía milagros. No se quedó oculto, guardando su sabiduría para sí mismo. Lo explicaba además con la parábola de los talentos: un señor sale de viaje y deja sus bienes a tres siervos, los tres son honestos, pero el que es premiado al final es el valiente, el que se atreve a invertir y multiplicar sus dones, entendidos éstos como la aptitud o potencial para despertar, mientras que el que tiene miedo y se guarda su potencial para sí, el perezoso, aunque honesto en su respuesta (tuve miedo) es un inútil que es echado a las tinieblas. En realidad es su actitud la que le mantiene en las tinieblas.

Tú puedes ser una persona más o menos honesta pero si no haces nada por despertar, si por comodidad te adaptas al mundo o si tienes miedo de él, si te crees todo lo que te cuentan, si te dejas gobernar y que otros te hagan la vida, a lo sumo quejándote de vez en cuando y nada más, esa misma nada no te servirá para nada; estarás desperdiciado tu vida. La honestidad por sí sola no resuelve nada, sólo reconoce hechos, situaciones, estados, como aquella famosa frase “sólo sé que no se nada”. La honestidad hay que acompañarla de algo más, de un desarrollo, de una experimentación. Uno trae un potencial al momento del nacimiento, tus dones y talentos, de los que habrás escuchado hablar como tus habilidades intelectuales o artísticas; pero yo no los entiendo así. Tu puedes desarrollar esos dones y talentos y seguir muy dormido, de hecho puedes “dormirte en los laureles” si los desarrollas exitosamente. Yo interpreto los dones y talentos como tu potencial, tu fuego interno para despertar, y si no pones ese potencial a trabajar, si no lo alimentas y lo atizas, no lo multiplicarás y no despertarás consciencialmente; “permanecerás en las tinieblas”. Por eso, no vale tanto la honestidad y los talentos mal entendidos como son las riquezas y todas las habilidades intelectuales y artísticas que hayas acumulado a lo largo de tu vida, tanto como la valentía para atreverse a multiplicar tu potencial, tu fuego interior para crear luz adentro y afuera de ti. Al final serás juzgado por esa valentía de la que hablo.


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