Esperanza es un nombre hermoso, pero detrás de ella hay una construcción mental sosteniendo al ego. Aquí la quiero llamar "expectativas" para diferenciarla de la única esperanza que sí tiene sentido y que no es otra más que la fe en tu liberación. Así que tenemos una esperanza buena y otra mala que es cualquier expectación asociada al ego. No digo que el ego no sueñe con tu liberación; lo hace muy a menudo para consolarte haciéndote depositar tu esperanza en cosas externas, pero en el fondo es para desanimarte con una esperanza engañosa que se desinfla cada vez que consigues un objetivo y descubres que no era lo que esperabas. La esperanza del ego siempre deja un sabor amargo, un vacío e insatisfacción característico, como todo lo del ego. La fe, por el contrario, es una esperanza cierta basada en tu intuición, la cual te aporta una tranquilidad que no es de este mundo.
Debes haber notado una descollante característica en todo fin que el ego haya aceptado como propio. Cuando lo alcanzas te deja insatisfecho. Por eso es por lo que el ego se ve forzado a cambiar incesantemente de un objetivo a otro, para que sigas abrigando la esperanza de que todavía te puede ofrecer algo.
(T-8.VIII.2.1-5)
No te das cuenta de que, mientras sigas manteniendo algún tipo de expectativa o deseo, seguirás también manteniendo a tu ego intacto porque no haces sino dejarte embaucar por él mientras lo alimentas. Vivir con expectativas es vivir con la mente puesta en el futuro en base a creencias del pasado, pasando por alto el presente que es el único momento real; así que, en cierto modo, es como estar muerto en vida.
Sólo se puede vivir "ahora" porque es el único momento que existe, y si lo desperdicias pensando, entonces no lo vives plenamente. Un Cristo o un Buda no conocen la expectativa porque están centrados en el ahora exclusivamente, pero tampoco conocen la fe porque ya son completamente libres.
Sólo se puede vivir "ahora" porque es el único momento que existe, y si lo desperdicias pensando, entonces no lo vives plenamente. Un Cristo o un Buda no conocen la expectativa porque están centrados en el ahora exclusivamente, pero tampoco conocen la fe porque ya son completamente libres.
¿No es extraño que aún abrigues esperanzas de hallar satisfacción en el mundo que ves? Pues se mire como se mire, tu recompensa, en todo momento y situación, no ha sido sino miedo y culpabilidad. ¿Cuánto tiempo necesitas para darte cuenta de que la posibilidad de que esto cambie no justifica el que sigas posponiendo el cambio que puede dar lugar a algo mejor? Pues una, cosa es segura: la manera en que ves y has estado viendo por largo tiempo, no te ofrece nada en que basar tus esperanzas acerca del futuro ni indicación alguna de que vayas a tener éxito. Poner tus esperanzas en algo que no te ofrece ninguna esperanza no puede sino hacerte sentir desesperanzado. No obstante, esta desesperanza es tu elección, y persistirá mientras sigas buscando esperanzas allí donde jamás puede haber ninguna.
(T-25.II.2)
El ego vive del deseo y de la esperanza en los sueños. El ego mismo no es más que una expectativa no cumplida porque su razón es imposible y él no es más que una ilusión. Cuando sientes que pierdes la vida porque una ilusión se apaga o se fue, no es otra que la del ego porque la vida real no se puede perder nunca. La insatisfacción de la esperanza perdida se debe a que el ego no te puede dar lo que desea, es imposible, pero él tratará en todo momento de hacerte creer lo contrario. Una prueba de la tenacidad del ego para convencerte es la frase "lo último que se pierde es la esperanza", pues quiere mantenerte siempre desesperanzado; y su máxima crueldad es matar tu esperanza con su propia muerte.
El ego enseña, por lo tanto, que la muerte es el final en lo que respecta a cualquier esperanza de alcanzar el Cielo.
(T-15.I.4.13)
Tu error cuando "mueres" es creerte un ego y el cuerpo que lo soporta, porque no hay nada malo en la muerte si no crees en ella sino como un cambio de paradigma. De hecho, es necesario matar a la esperanza para volver a nacer sin ego. Es verdad que la muerte del ego puede resultar muy dolorosa cuando te aferras a él. En su proceso de disolución vas dejando atrás muchas creencias hasta que un último acto te libera de la última de las que eran todas tus expectativas. Pero esa muerte es tu resurrección a una nueva vida. Muere tu ego pero se libera tu nuevo Yo de la cárcel donde lo habías mantenido recluido por tanto tiempo. Al morir el ego con sus ilusiones y expectativas la verdad renace prístina. "La verdad te hará libre", reza el dicho. Esa verdad puede que te parezca pobre y desnuda al principio, delicada, humilde y silenciosa, pero eso es porque estabas acostumbrado al ruido y a la parafernalia de la forma, así que es posible que te sientas aturdido al principio, ignorante e ingenuo como un bebé viniendo al mundo. Tardas un tiempo en adaptarte y darte cuenta de la belleza que encierra lo simple y lo genuino, la dicha de la libertad.
La esperanza mala o expectativas es el peor enemigo del buscador espiritual que se precie de serlo, porque el deseo que la sostiene contraviene la necesidad de dejar ir, de soltar todo aquello que te mantiene atrapado por el miedo, la culpa y el dolor en tu camino, lo cual no se puede hacer de manera forzada sino cuando te rindes porque has dejado realmente de creer en ello; no antes.
No te permitas sufrir por causa de las consecuencias imaginarias de lo que no es real. Libera tu mente de la creencia de que eso es posible. En su total imposibilidad radica tu única esperanza de liberación. ¿Y qué otra esperanza querrías albergar? La única manera de liberarse de las ilusiones es dejando de creer en ellas.
(T-8.VII.16.1-5)
La muerte de la esperanza sólo duele cuando te resistes a ella. Si confiaras te dejarías llevar sin pensarlo, pero el ego espiritual tratará de impedirlo esgrimiendo razones muy convincentes que te harán dudar de su valor. Sólo al morir la esperanza te volverás libre de ser y libre de actuar aparte de todas las fantasías e ilusiones que te mantenían condicionado. Dios se habrá convertido en tu único motivo de espera.
No busques esperanzas más allá de tu Padre.
(T-29.VII.10.6)
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