lunes, 9 de marzo de 2020

No puedes ser verdaderamente feliz siendo una persona

La felicidad es impersonal. Como persona, tú no puedes ser auténticamente feliz, al menos no de manera continuada. 

Todo el mundo persigue la felicidad, es “leitmotiv” de vida, lo que hacemos de maneras distintas y conforme a nuestro nivel de consciencia. Unos la buscan en el dinero, otros en el trabajo, en la pareja ideal, en el poder, la fama, el sexo, el buen comer o un poco de todo lo anterior a la vez. Algunas personas, con un sentido más profundo, la buscan adentro de si mismas pero de manera equivocada, creyendo que tienen que cambiar unas creencias por otras, ciertos hábitos por otros distintos y mejores, adquiriendo ciertos conocimientos diferentes a los que ya poseen o siguiendo un estilo de vida especial regido por ciertas limitaciones, privaciones o rituales. Pero nada que pueda cambiar y, por tanto, ser susceptible de acabarse puede ser fuente de auténtica felicidad debido a su naturaleza finita. ¿De qué sirve una felicidad que puede quedar interrumpida brusca o quizás más lentamente trayendo melancolía, desdicha y dolor? Entonces descubrimos que eso que creíamos nos iba a dar la felicidad era en realidad un espejismo. 
Alcanzar la felicidad... aunque es mejor llamarla “dicha” porque no se trata de una alegría bulliciosa sino de algo más parecido a un pacífico, constante y agradable sentido de bienestar interno; ...alcanzar la dicha necesita que sepas quien eres de verdad, no como persona sino como esencia, y una vez lo descubres ser capaz de quedarte ahí. Estamos hablando de conocer al Ser que eres. Al principio se revela incómodo porque uno no está acostumbrado a ese tipo de experiencia, la cual requiere de cierta disciplina hasta que se normaliza. Así que ser dichoso necesita que te ancles fuertemente al Ser, porque el Ser es en sí mismo la dicha de la que hablamos. Conforme te vas anclando cada vez más a él podrás observar y ser consciente de que lo que cambia en ti y a tu alrededor es secundario. Para explicarlo de otra manera, es como las vestiduras (lo secundario) al cuerpo (lo primario), las cuales vas cambiando día a día conforme se te antoja para sentirte cómodo, a la moda o especial; hasta que un día reconoces que el hábito no hace al monje, y que tu valía está en tu persona y no en tu apariencia. El descubrimiento del Ser es algo parecido pero en un grado más elevado a como antes te veías, pero ahora es tu cambiante cuerpo físico el que pasa a ser tu vestimenta, y tu identificación pasa a estar en tu Ser, inmutable. Nada más tienes que conseguir mantenerte identificado con tu Ser en lugar de con el cuerpo pues en el aquel radica la simplicidad de la dicha.
¿Qué ves en esta imagen, un monje o el Ser? (tú mismo)

Si la felicidad de la que hablo (la dicha) dependiese de hacer cosas con el cuerpo, de alcanzar logros del tipo que sea, o incluso de realizar mejoras internas en el carácter, estaría supeditada a condiciones que terminarían cediendo a las circunstancias y/o al tiempo. Sin embargo nuestro Ser no cambia por ser “a imagen y semejanza de Dios”. Dios no es un cuerpo, no puede serlo, y por eso nosotros tampoco aunque lo parezca. Y así el Ser no depende de nada en el mundo y no necesita que hagamos nada. Sin embargo se requiere que seamos consciente de su existencia y realidad, y que trascendamos la trampa que implica identificarse únicamente con el cuerpo, la personalidad y toda la parafernalia de la que se ve rodeado. De este modo se alcanza la dicha, no por la transformación y mejora de lo que creemos ser y poseer, sino por el proceso de desidentificación con eso mismo pues es lo que impide saberse el Ser el cual siempre ha estado ahí por ser lo que somos.

El mundo nos anima a desarrollarnos y evolucionar para ser "alguien", con todo lo que ello conlleva de hacer cosas, adquirir cada vez más conocimientos y bienes, en definitiva, de ser mejores teniendo y sabiendo más. Y con suerte, si alcanzamos esos logros, seremos supuestamente felices, ...hasta que, como es ley de vida, algún suceso nos impida seguir siéndolo. La felicidad de los logros dura lo que dura. De modo que lo que requiere la dicha es involucionar, entendido ésto como trascender todo lo aprendido sin olvidarlo necesariamente, y también desapegarnos de todo lo que tenemos sin regalarlo si no queremos, (aunque habrá quien encuentre felicidad haciéndolo), hasta llegar a nuestra esencia. La dicha del Cielo es lo opuesto a la efímera y falsa felicidad del mundo, y por eso es que hay que caminar hacia atrás, deshaciendo los caminos que habíamos recorrido yendo en busca de ilusiones que al final nos defraudarán. En ese sentido nos advierte la frase:

Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará (Mat. 16.25) 

Se trata de algo tan simple, pero nada fácil de llevar a cabo, como renunciar a ganar una vida terrenal inflando al ego quien quiere tener siempre más de ésto y de aquello, sentirse superior a los demás o mejor persona. Pero lo primordial de la vida no es ser mejor persona como nos han hecho creer. Ser mejor persona no basta, pues sufrirás y serás infeliz por razón de esos que son malos contigo y con los demás. Lo primordial consiste sencillamente en Ser, pues cuando Eres ya te vuelves automáticamente mejor persona, no al revés. El Ser es el Ser Crístico, el Cristo. ¿Conoces a mejor persona que a un Jesús o a un Buda o a cualquier otro avatar iluminado? 

No quería meterme en ésto porque inmediatamente todo el mundo lo asocia con la religión. Hay muchos cosas equivocadas en la religión y por eso hay tantos prejuicios contra ella, porque es incongruente. Pero la buena noticia es que no necesitas creer en nada. No necesitas ser católico, ni protestante, ni evangélico, ni judío, ni budista ni musulmán. Es más, es contraproducente tener creencias porque las creencias son pensamientos, ideas en movimiento que distraen y ocultan al Ser, y el Ser es lo que eres, pienses como pienses, creas lo que creas y hagas lo que hagas. Dios estableció tu valía en el Ser no en tus creencias. Las únicas creencias que sirven para algo son las que apuntan a lo que es verdad, y lo único que es verdad aquí en el mundo es tu Ser porque es inmutable y eterno. No tienes que creer en él, sólo experimentarlo para saber que es verdad. 

Observa tu cabeza dando vueltas y vueltas a todos esos pensamientos que no significan nada pero impidiéndote estar en paz. ¿Quién es el testigo que observa esos pensamientos en ti? Puedes conectar con tu Ser ahora mismo, en este preciso instante, y sentirlo como la fuerza vital, sosegada y silenciosa que te vive. Poco a poco irás despertando a esa presencia, es inevitable, mientras dejas de identificarte tanto con tus pensamientos y con tu mente para abandonar tus sueños. Una vez hayas experimentado esa fuerza sentirás también su llamada, al principio lejana y extraña, pero que se irá tornando familiar hasta que no desees otra cosa porque te reconocerás en ella. 

No hay muchos Seres. No existe tu Ser, mi Ser y el Ser individual de todos los demás. Algún día te darás cuenta de lo que te digo. Todos somos un mismo y único Ser, la totalidad de lo que Es, pero tomando distintos puntos de vista desde el que poder experimentar el sueño dualista del mundo. A cada uno de esos puntos de vista la "Mente que sueña todo" le asigna una forma diferenciada (un cuerpo) y un determinado número de pensamientos (un dominio) pasando a creerse una individualidad con personalidad propia que pierde de vista el Ser. Así, la personalidad se convierte nada más que en un punto de referencia desde el que vivir el sueño de la vida conforme a una historia en particular. Hay miles de millones de historias, todas surgiendo de lo mismo; todas obedeciendo al deseo de "Mente que sueña todo" (la Mente del Hijo de Dios) de sentirse especial y separada de su Fuente. 
Para ser dichoso no puedes aferrarte a ese punto de vista que parece partir del cuerpo sino verlo como lo que es, una paradoja temporal que bien aprovechada puede utilizarse para volver a tu centro, el Ser, el cual ha quedado velado por las identificación con la forma y la percepción que brindan los sentidos. La vida con toda su aparente problemática es vista entonces como una oportunidad para que te veas en el espejo del mundo en el que te estás proyectando continuamente a ti mismo conforme a tus propios deseos inconscientes, y así re-descubrir quien realmente eres, lo cual habías olvidado. En tu periplo te darás cuenta que, como dice Un Curso de Milagros en el título de la lección 248... 

“Lo que sufre no forma parte de mí” 

... pues sólo la personalidad sufre. 
* * *

Imagenes tomadas de Pixabay (por orden):
1. Landscape- Norbert Schmitz
2. Swami-Ananda-Saraswati-Swamiananda
3. Christ-Thomas B
4. Brain-Martinez
5. Woman-Leandro De Carvalho
6. Being-John Hain



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