jueves, 22 de marzo de 2018

Lección 62 de Un Curso de Milagros

Perdonar es mi función por yo ser la luz del mundo

1. Tu perdón es lo que lleva a este mundo de tinieblas a la luz. Tu perdón es lo que te permite reconocer la luz en la que ves. El perdón es la demostración de que tú eres la luz del mundo. Mediante tu perdón vuelves a recordar la verdad acerca de ti. En tu perdón, por lo tanto, reside tu salvación.
2. Las ilusiones que tienes acerca de ti y acerca del mundo son una y la misma. Por eso es por lo que todo perdón es un regalo que te haces a ti mismo. Tu meta es descubrir quién eres, al haber negado tu Identidad atacando a la creación y a su Creador. Ahora estás aprendiendo a recordar la verdad. Para ello, el ataque tiene que ser reemplazado por el perdón, de manera que los pensamientos de vida puedan reemplazar a los pensamientos de muerte.
3. Recuerda que en todo ataque apelas a tu propia debilidad, mientras que cada vez que perdonas apelas a la fortaleza de Cristo en ti. ¿Te vas dando cuenta, pues, de lo que el perdón hará por ti? Eliminará de tu mente toda sensación de debilidad, de tensión y de fatiga. Arrasará con todo vestigio de temor, culpabilidad y dolor. Reinstaurará en tu conciencia la invulnerabilidad y el poder que Dios le confirió a Su Hijo.
4. Regocijémonos de poder comenzar y concluir este día practicando la idea de hoy, y de usarla tan frecuentemente como nos sea posible en el transcurso del día. Ello te ayudará a que pases un día tan feliz como Dios Mismo quiere que tú seas. Y ayudará a aquellos que te rodean, así como a aquellos que parecen encontrarse lejos en el espacio y en el tiempo, a compartir esta felicidad contigo.
5. Tan a menudo como puedas hoy, con los ojos cerrados a ser posible, repite para tus adentros: Perdonar es mi función por ser la luz del mundo. Cumpliré mi función para así poder ser feliz. Dedica entonces uno o dos minutos a reflexionar sobre tu función, y la felicidad y liberación que te brindará. Deja que pensamientos afines acudan a ti libremente, pues tu corazón reconocerá estas palabras, y en tu mente se encuentra la conciencia de que son verdad. Si te distraes, repite la idea y añade: Deseo recordar esto porque quiero ser feliz.

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Reflexión: En la lección anterior hablábamos de que todos somos una luz en el mundo, aunque no todos lo sabemos. Tu responsabilidad una vez que lo sabes es perdonar, pero no en el sentido de exculpar, sino en el sentido de no juzgar, no condenar la ilusión reconociendo simplemente lo que es. ¿Acaso culparías a las imágenes de un sueño atemorizante una vez despertases? No, solamente resoplarías aliviado restándole importancia al no tener consecuencias. Eso no quiere decir que estés dispuesto a participar y recrearte de ninguna pesadilla. Sería un auto-engaño justificar el sufrimiento diciéndose uno que esto que me ha tocado vivir es solo un sueño; sí, un sueño pero que parece muy real. Estás fastidiado aguantando una situación o a una persona y no haces nada por evitarlo porque crees que es la voluntad de Dios y que al final te espera una recompensa por tu resignación. La religión ha mitificado el perdón como "perdonar los pecados con entrega y sufrimiento" haciéndolos reales, y luego el cine de Hollywood se ha encargado de confundir aún más con toda su parafernalia. Así que la mayoría de la gente aguanta estoica todos los males que le caen encima haciendo el trabajoso esfuerzo de perdonar a sus verdugos como si eso los fuera a purificar y con ello fuesen a ganarse el cielo. ¡Tremenda tontería! El verdadero perdón no requiere ningún esfuerzo ni sacrificio, y si es así, ese no es el perdón del que hablamos. El perdón al que nos referimos es un simple reconocimiento, es un darse cuenta que no duele, no molesta y sobre todo que no cuesta. Es el 70 veces 7 del que habla Jesús en los evangelios, que significa que ni tan siquiera tienes que perdonar porque en ningún momento has condenado.

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