Nada hay equiparable a estar en paz con uno mismo, vivir en la paz de Dios. Pero para evitarlo el ego inventa cualquier excusa para mantenernos atrapados en los pensamientos, mirando siempre hacia afuera. El ego no dejará escapar ninguna oportunidad para mantenernos distraídos, así que conforme nos vamos dando cuenta de sus trampas, él se va volviendo más sutil e inteligente para engañarnos. Una de sus favoritas son los hijos porque los hijos son los hijos, son nuestra sangre. ¿Cómo no vamos a ocuparnos de ellos? Podemos desocuparnos del mundo, del trabajo, de los hobbies, incluso de la pareja y llegado el caso, de uno mismo, ¡pero no de los hijos!
"Sacrificarse tratando de arreglar
la vida de nuestros hijos es la manera más sutil de evitar mirarnos y solucionar la nuestra"
Es fácil olvidar que si nosotros estamos bien, nuestros hijos también lo estarán, pero que si nosotros estamos mal, también ellos lo estarán.
"Dedicándome a sostener primero
a mi familia descuidé mi propio sostén. Ahora andamos todos jodidos"
No podemos solucionar el problema de los demás porque no sabemos lo que la vida les depara. Debemos ocuparnos primero de lo nuestro, y luego sí, ofrecer ayuda a quien nos la pida. Aún así depende del otro querer tomarla, poderlo hacer y saber aprovecharla.
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