martes, 16 de junio de 2020

Aprender a perdonar. Los tres pasos del perdón (2ª Parte)

¿Cómo se practica el perdón? Los tres pasos. 

El primer paso es identificar el error o darse uno cuenta de aquello que crees se “te” ha hecho o se "te" está haciendo, y por lo que te sientes mal. Tu reacción puede tomar cualquier forma e intensidad, desde una pequeña incomodidad a una significativa preocupación; incluso un profundo malestar causándote ira, ansiedad o depresión. No importa si es un sentimiento pequeño o uno mucho más grande, J (Jesús) dice que no hay diferencia entre ninguna de estas reacciones porque detrás se esconde la creencia de que lo que se “te” hace es real. Reseñar que no se trata de identificar el error en los otros, de su "injusto comportamiento contigo", no. Recuerda que no buscas corregir ni cambiar la forma de ser de nadie, y menos aún de echarle la culpa, sino de darte cuenta cómo reaccionas tú a determinados hechos. Nunca podrás cambiar lo que hagan o digan los demás. 
problem - Gerd Altmann en Pixabay 

Tal vez sea útil recordar que nadie puede enfadarse con un hecho. Son siempre las interpretaciones las que dan lugar a las emociones negativas, aunque éstas parezcan estar justificadas por lo que aparentemente son los hechos o por la intensidad del enfado suscitado. Éste puede adoptar la forma de una ligera irritación, tal vez demasiado leve como para ni siquiera poderse notar claramente. O puede también manifestarse en forma de una ira desbordada acompañada de pensamientos de violencia, imaginados o aparentemente perpetrados. Esto no importa. Estas reacciones son todas lo mismo. Ponen un velo sobre la verdad, y esto no puede ser nunca una cuestión de grados. O bien la verdad es evidente, o bien no lo es. No puede ser reconocida sólo a medias. El que no es consciente de la verdad no puede sino estar contemplando ilusiones. (M-17.4) 

Este primer paso te corresponde darlo a ti para lo que tienes que tienes que ser capaz de observar lo que está ocurriendo en tu interior. Esto también quiere decir que tienes que desear darte cuenta y nada más. La base es la misma del instante santo. 

El instante santo es el resultado de tu decisión de ser santo. Es la respuesta. Desearlo y estar dispuesto a que llegue precede su llegada. Preparas tu mente para él en la medida en que reconoces que lo deseas por encima de todas las cosas. No es necesario que hagas nada más; de hecho, es necesario que comprendas que no puedes hacer nada Más. No te empeñes en darle al Espíritu Santo lo que Él no te pide, o, de lo contrario, creerás que el ego forma parte de Él y confundirás a uno con otro. El Espíritu Santo pide muy poco. Él es Quien aporta la grandeza y el poder. Él se une a ti para hacer que el instante santo sobrepase con mucho tu entendimiento. Darte cuenta de lo poco que tienes que hacer es lo que le permite a Él dar tanto. (T-18.IV.1) 

Si te intimida el hecho de "sentirte sant@", lo puedes cambiar por sentirte excelente, sublime, estupendo o cualquier otra expresión que te haga sentir bien, pues de eso es de lo que se trata. 

Volviendo al tema, ¿qué ocurre si no eres capaz de ver el error? Me refiero por supuesto a ver tu reacción. Mucha gente está tan profundamente dormida que no consigue observase a si mima. Entonces se volverá a repetir la situación, sintiéndote mal cada vez que alguien, con o sin intención, dispare el mecanismo de defensa de tu ego. Si no identificas el error como tal entonces el E.S. no puede examinarlo contigo y el error se hace real quedando intacto como ofensa o ataque. Sólo cuando estás medianamente despierto consiguiendo mantenerte en estado de presencia es que puedes empezar a darte cuenta y ejercer cierto control sobre lo que vas a hacer y decir, ¡eso si no se te ha escapado ya! Darse cuenta sin reaccionar es una habilidad que se desarrolla progresivamente conforme la practicas más y más. Así consigues atraparte a tiempo de hacer una barrabasada o soltar un disparate empeorando la situación con la otra persona. 

Un pensamiento que no perdona es aquel que emite un juicio que no pone en duda a pesar de que es falso. La mente se ha cerrado y no puede liberarse. Dicho pensamiento protege la proyección, apretando aún más sus cadenas de manera que las distorsiones resulten más sutiles y turbias, menos susceptibles de ser puestas en duda y más alejadas de la razón. ¿Qué puede interponerse entre una proyección fija y el objetivo que ésta ha elegido como su deseada meta? (C-3.2) 

Recuerda que no son los hechos en si los determinantes y que siempre son tus interpretaciones sobre los mismos lo que te hace sentir mal. Cuando escuchas u ocurre algo que choca con tus creencias más profundas lo tomas como algo personal. Instantáneamente reaccionas disparándose tu malestar porque tu ego ya se ha puesto a la defensiva. Ello es así porque el ego está constituido por esas mismas creencias que ahora se están sintiendo cuestionadas. 

Aunque consigas controlar tus reacciones al instante, si proyectas el error aunque sea mínimamente en el otro, no habrás perdonado del todo, así que luego de retirarte posiblemente ofendido, anímicamente molesto pensando en lo sucedido, deberás realizar los pasos dos y tres. 

Reaccionar ante cualquier error, por muy levemente que sea, significa que no se está escuchando al Espíritu Santo. Él simplemente pasa por alto todos los errores, y si tú les das importancia, es que no lo estás oyendo a Él. Si no lo oyes, es que estás escuchando al ego, y mostrándote tan insensato como el hermano cuyos errores percibes. Esto no puede ser corrección. Y como resultado de ello, no sólo se quedan sus errores sin corregir, sino que renuncias a la posibilidad de poder corregir los tuyos.(T-9.III.4) 

Cuando practiques el primer paso a la perfección, querrá decir que has deshecho la culpa por completo en ti y tu identificación con el ego. Estarás reconociéndote plenamente como Ser y ya no necesitarás de los otros dos pasos del perdón. Esa es la meta. Pero mientras tanto consigues eso, necesitaras practicar los dos pasos siguientes. 

El segundo paso es aceptar el error, observándolo si es necesario a consciencia. El primer paso es notar que algo no va bien dentro de ti, que no te sientes bien. Este otro paso consiste en poner bajo tu mirada eso que te ha hecho sentir incómodo, tan molesto, que te ha hecho enfadar, sentir vergüenza o puede que incluso te haya parecido tan grave que has caído en una depresión. Como dije en algún punto anteriormente, puede ser que seas tú mism@ quien te hayas causado ese dolor por algo que hiciste o dejaste de hacer. En realidad todo te lo haces a ti mismo. 

Este es un paso que también te corresponde dar a ti. Mientras el primer paso es más espontáneo y solo requiere un “darse cuenta” de tus sentimientos, éste otro necesita tu “pequeña dosis de buena voluntad” porque tienes que aceptar (no negar ni rechazar) su causa, lo que no siempre será fácil. Cuando te dolió fue porque lo ocurrido activó una defensa que tienes sobre una creencia más o menos oculta dentro de ti causando culpa, la cual proyectaste inmediatamente sobre el otro (y sino sobre ti mismo alimentándola aún más), pero no debes intentar arreglarla. Me refiero a que no debes tratar de averiguar ni de controlar analizando lo ocurrido. Ese es el ego haciendo real el error. Al ego le encanta analizarse a si mismo para "mejorarse" provisto de todas sus buenas intenciones. El curso advierte al respecto. 

No confíes en tus buenas intenciones, pues tener buenas intenciones no es suficiente. Pero confía implícitamente en tu buena voluntad, independientemente de lo que pueda presentarse. Concéntrate sólo en ella y no dejes que el hecho de que esté rodeada de sombras te perturbe. Ésa es la razón por la que viniste. Si hubieses podido venir sin ellas no tendrías necesidad del instante santo. No vengas a él con arrogancia, dando por sentado que tienes que alcanzar de antemano el estado que sólo su llegada produce. El milagro del instante santo reside en que estés dispuesto a dejarlo ser lo que es. Y en esa muestra de buena voluntad reside también tu aceptación de ti mismo tal como Dios dispuso que fueses. (T-9.III.5) 

Has conseguido dar el primer gran paso que es no reaccionar, aunque si lo has hecho poco importa. Te has dado cuenta un poco tarde pero te has dado cuenta; eso es lo importante. Ahora no niegues el malestar o el dolor que sientes. Acéptalo, abrázalo, vive con él, no lo rechaces. La mejor forma de ver los pensamientos tenebrosos que lo causan y que a veces cruzan tan rápido que ni lo ves, es observar los sentimientos que te generan. Los sentimientos son inconfundibles pues son la señal inequívoca de un pensamiento asociado. Puede que no detectes los pensamientos por ser muy sutiles, pero no tendrás problemas con tus sentimientos los cuales son mucho más fáciles de detectar. Cuando te sientas mal trata de observar el origen de ese malestar: ¿qué has pensado para sentirte de esa manera? Al poner ese pensamiento en tu foco de atención de manera consciente automáticamente lo pones también bajo la visión del E.S. Le estás cediendo el problema a Él, pero insisto, no trates de analizarlo buscando una solución. 

El Espíritu Santo sólo te pide esto: que lleves ante Él todos los secretos que le hayas ocultado. Ábrele todas las puertas y pídele que entre en la obscuridad y la desvanezca con Su luz. Si lo invitas, Él entrará gustosamente. Y llevará la luz a la obscuridad si le franqueas la entrada a ella. Pero Él no puede ver lo que mantienes oculto. Él ve por ti, pero a menos que tú mires con Él, Él no puede ver. La visión de Cristo no es sólo para Él, sino para ti y para Él. Llévale, por lo tanto, todos tus pensamientos tenebrosos y secretos, y contémplalos con Él. Él abriga la luz y tú la obscuridad. Ambas cosas no pueden coexistir cuando las contempláis juntos. Su juicio prevalecerá, y Él te lo ofrecerá cuando unas tu percepción a la Suya.(T-14.VII.6) 

La aceptación por tu parte no se produce realmente hasta que "lo dejas ir” ("pasar por alto" en términos del curso), lo que quiere decir que entregas eso al E.S. olvidándote de ello. ¡Y éste es el 3er paso!. Este proceso te puede tomar más o menos tiempo, pero no será absoluto hasta que, recordando lo sucedido no sientas absolutamente nada. Quiero decir que ya no te incomode, no te inquiete ni te afecte en modo alguno. 

Perdonar es pasar por alto. Mira, entonces, más allá del error, y no dejes que tu percepción se fije en él, pues, de lo contrario, creerás lo que tu percepción te muestre. Acepta como verdadero sólo lo que tu hermano es, si quieres conocerte a ti mismo. Percibe lo que él no es, y no podrás saber lo que eres porque lo estarás viendo falsamente. Recuerda siempre que tu Identidad es una Identidad compartida, y que en eso reside Su realidad.(T-9.IV.1.2-6) 

Así que el tercer paso consiste en dejar ir, entregando el error para su corrección. La corrección le corresponde hacerla al E.S. Tú aquí ya no puedes hacer nada más que soltar, y si lo intentas analizándolo o juzgándolo, es porque no confías en el proceso que se tiene que llevar a cabo. Tu ego se habrá entrometido. La “con-fusión” que parece haber entre los pasos 2º y 3º se debe a que son simultáneos. Quiero decir que mientras estás observando el error para aceptarlo, estás entregándolo y el E.S. lo está corrigiendo, todo a la vez. 

Tienes un papel que desempeñar en la Expiación, pero el plan de la Expiación en sí está más allá de ti. No sabes cómo pasar por alto los errores, pues, de lo contrario, no los cometerías. Creer que no los cometes, o que los puedes corregir sin un Guía cuyo propósito es corregirlos, no sería más que otro error. Y si no sigues a ese Guía, tus errores no podrán ser corregidos. El plan no lo elaboraste tú debido a las limitadas ideas que tienes acerca de lo que eres. De esta sensación de limitación es de donde emanan todos los errores. La forma de deshacerlos, por lo tanto, no procede de ti, sino que es para ti.(T-9.IV.2) 

Ya he dicho que a ti no te corresponde arreglar el error. Cuando creas haber hallado las creencias o pensamientos que te provocan un sentimiento de malestar, no trates de ir más allá empezando a elucubrar con pensamientos correctivos del tipo “lo que debiera de haber pensado, hecho o dicho en ese momento es...”, o “lo que voy a hacer la próxima vez es...”, etc. ¡Olvídalo! Entrega esos pensamientos al E.S. Dí: “tómalos Tú, te los entrego. Haz con ellos lo que tengas que hacer” u otra frase que se te ocurra, y a continuación suelta. 

Muchas veces esos pensamientos serán recurrentes, obsesivos. Entrégalos una y otra vez hasta que se vayan desgastando. 
Eraser - Hans Braxmeier en Pixabay 

Tu función no es corregir. La función de corregir le corresponde a Uno que conoce la justicia, no la culpabilidad. Si asumes el papel de corrector, ya no puedes llevar a cabo la función de perdonar. Nadie puede perdonar hasta que aprende que corregir es tan solo perdonar, nunca acusar. Por tu cuenta, no podrás percatarte de que son lo mismo, y de que, por lo tanto, no es a ti a quien corresponde corregir. Identidad y función son una misma cosa, y mediante tu función te conoces a ti mismo. De modo que si confundes tu función con la función de Otro, es que estás confundido con respecto a ti mismo y con respecto a quién eres. ¿Qué es la separación sino un deseo de arrebatarle a Dios Su función y negar que sea Suya? Mas si no es Su función, tampoco es la tuya, pues no puedes por menos que perder aquello de lo que te apoderas.(T-29.II.10) 

En ocasiones puede que te sientas inspirad@ a hacer algo en algún momento como parte del proceso de perdón. Si crees que ese algo te traerá paz, adelante, si no, déjalo. No estás obligado a hacer nada en absoluto, y con frecuencia es mejor no hacerlo porque puede ser el ego disfrazado de buenas intenciones. Pero asegúrate antes de que no esperas nada de tu acción. Una acción premeditada deja de ser inocente. 

El Espíritu Santo, sonriendo dulcemente, percibe la causa y no presta atención a los efectos. ¿De qué otra manera podría corregir tu error, cuando has pasado por alto la causa enteramente? Él te exhorta a que lleves todo efecto temible ante Él para que juntos miréis su descabellada causa y os riáis juntos por un rato. Tú juzgas los efectos, pero Él ha juzgado su causa. Y mediante Su juicio se eliminan los efectos. Tal vez vengas con los ojos arrasados en lágrimas, mas óyele decir: "Hermano mío, santo Hijo de Dios, contempla tu sueño fútil en el que sólo algo así podría ocurrir". Y saldrás del instante santo riendo, con tu risa y la de tu hermano unida a la de Él.(T-29.VIII.9)



* * *

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Regresar a Dios

  "Imagen satelital del río Amazonas fundiéndose con el Océano Atlántico.  Fuente: Agencia Espacial Europea (ESA), dominio público. La ...