5º hábito: Procura primero comprender y después ser comprendido (aprender a escuchar)
A estas alturas la cosa se empieza a poner interesante.
Este quinto hábito habla de no ofrecer soluciones antes de comprender a la otra parte. Persigues tu objetivo y para lograrlo buscas satisfacer las necesidades de los demás antes de anteponer las propias, un sucedáneo del ganar-ganar. Como ves, no es generosidad, más bien es egoísmo dado la vuelta. Tu escucha es una escucha condicionada porque estás ofreciendo un crédito a pagar con intereses. Así que, como con el anterior hábito, no solo es posible sino probable que te veas en situaciones en las que te veas forzado a comprender las necesidades de los demás, pero ellos no siempre entiendan las tuyas. En el mundo de las formas regido por el ego no está garantizado el funcionamiento de esta fórmula de reciprocidad al 100% porque el guión del ego siempre esconderá un grado de imprevisibilidad.
Lo más parecido a este hábito o principio en UCdM probablemente sea aprender a escuchar al E.S. y no a la voz del ego; lo anterior para encontrar guía infalible, que lo que grite el ego ya no importa. El E.S. habla y puede ser escuchado en cualquier parte, en cualquier momento y a través de cualquier medio, incluso simbólicamente. El ya te comprende y trasciende el tiempo y el espacio, así que no tienes que aclararle nada, darle explicaciones ni preocuparte de que vayas a ser entendido con frases bien montadas y palabras bonitas porque Él es tu Yo Superior. Pero tu comunicación se cierra si escuchas desde la expectativa, con presunciones dando por hecho que vas a escuchar lo que tu ego quiere escuchar. El ego no sabe escuchar pues escucha lo que quiere, y lo que quiere es ser complacido de sus exigencias, por lo que si sigues sus preceptos, con toda seguridad te desilusionarás y echarás luego la culpa al E.S. ya que Él te ignora y no te ofrece lo que tu ego esperaba con ingenua ansiedad. Y es cierto: el E.S. no hace caso al ego porque son dos partes de tu mente totalmente disociadas la Una de la otra.
Es cuando aprendas a escuchar al E.S., tu Yo Superior, Intuición o como quieras llamarlo, que sabrás que eres comprendido, porque abres el canal al entendimiento. Este hábito me recuerda a la oración atribuida a San Francisco:
Señor,
haz de mi un instrumento de tu paz.
Que donde haya odio, yo
ponga amor.
Donde haya ofensa, perdón.
Donde discordia,
unión.
Donde falsedad, verdad.
Donde duda, Fe.
Donde
desesperación, esperanza.
Donde oscuridad, luz.
Donde
tristeza, alegría.
Oh
Señor,
que yo no busque tanto ser consolado, como
consolar,
ser comprendido, como
comprender,
ser amado, como amar.
Porque
es dándose como se recibe,
es olvidándose de uno
mismo que uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando que se es
perdonado,
es muriendo que
se resucita a la vida eterna.
El siguiente párrafo del Curso lo deja muy claro:
Maestro de Dios, ¿cuál es tu juicio acerca del mundo? ¿Has aprendido ya a hacerte a un lado y a oír la Voz del Juicio dentro de ti? ¿O todavía intentas usurpar Su función? Aprende a aquietarte porque Su Voz se oye en la quietud. Y Su Juicio les llega a todos los que se hacen a un lado, y escuchando calmadamente lo esperan. (M-15.2.9-13)
No puedes pretender comprender a los otros del todo cuando tu ofrecimiento está condicionado a la consecución de tus objetivos, ya sean materiales, profesionales, o incluso “espirituales”. Puede que suene duro o exagerado, pero es lo que hay detrás de las intenciones de las enseñanzas de “los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”, pues sólo el ego puede pretender ser “efectivo”. El Espíritu ya lo es en sí mismo por ser perfecto y no tiene que esmerarse en ello.
Pongamos un ejemplo. Imagina que eres vendedor de coches. Tienes que comprender las necesidades de tu cliente antes de ofrecerle tu mejor vehículo. O si eres consultor, psicólogo o sacerdote, tienes que primero comprender los problemas del otro antes de ofrecerle tu asesoramiento y ayuda. Así funciona todo lo que nace del ego. Busca validación a través del intercambio (“feedback” es la palabra en inglés) pues existe dualismo implícito, un tú y un yo, lo tuyo y lo mío.
A lo mejor, desde la honestidad, tu respuesta al comprender al otro sea: “No tengo o no sé qué ofrecerte hermano. No te puedo ayudar”. Aún así estás alimentando tu reputación, a pesar que inmediatamente después de despedirte de tu “potencial” cliente oigas la voz de tu ego (o de tu pareja) decir: “¡¿Pero de qué vamos a vivir si haces con todos igual?!”. ¡Pues de eso!, de tu reputación de persona honesta. El problema es que una “persona honesta” sigue siendo “persona” y sigue habiendo “ego”; un ego bueno eclipsando a un ego malo relegado al olvido del inconsciente, pudiendo estallar en cualquier momento.
El amor de verdad no es condicional; no dice: “oiré tus necesidades para tratar de comprenderlas, para que luego tú escuches las mías”. El amor no negocia. El amor tampoco te dirá “no tengo o no sé que ofrecerte. No te puedo ayudar” porque no anda preocupado en ayudar (sí, como lo oyes). Ni siquiera se preocupa porque sabe que todo está bien tal como está, y que la paz no depende de los problemas ni de las formas que parecen tomar las cosas.
UCdM enseña que no hay “otros” ni hay “cosas” ahí fuera que cambiar y arreglar porque sabe que todos son proyecciones de tu mente dormida, la mente ego. Incluso te dice que la mente ego que proyecta esa realidad virtual que tu llamas “el mundo” tampoco existe y que es producto de un estado imposible. Sólo hay una Mente y un Ser verdaderos, semejantes y por tanto, unidos a Dios en un único Todo Lo Que Es.
Sin duda puedes pensar que UCdM se te escapa y que pone el listón muy alto, pero ni te preocupes ni te abrumes si no puedes expresar amor puro (si pudieras comportarte así probablemente ya no estarías aquí). Ya eres ese amor pero el darte cuenta de ello es una condición de tu mente que requiere tiempo y un largo proceso. Permítete mientras tanto ser una persona normal sin condenarte por ello. Tratar de comprender primero al otro y luego ser comprendido es sin duda un gran logro en la dirección correcta para el des-hacimiento del ego, quien te zancadillea constantemente poniendo obstáculos al amor que eres.
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