7º hábito: Afila la sierra
En un mundo de constante cambio, preocúpate de seguir mejorando cada día. Renuévate, física, mental, social y espiritualmente todo cuanto puedas. Afilar la sierra implica poder ofrecer lo que nadie más ofrece. Para ello tienes que ser más competitivo, mejor que los demás en tu especialidad o el único en lo que haces ¿Cómo puede estar en paz alguna vez una mente que tiene que renovarse constantemente para ser especial? No puede. Si estás continuamente preocupado por afilar la sierra, preparándote físicamente para mantenerte en forma, haciendo cursos de capacitación, promocionándote de cara a la mejor imagen o haciendo méritos para ser mejor persona y elevar tu vibración, entonces, cada vez que no hagas “lo suficiente”, este hábito puede volverse una pesada carga. Pero pregunto: ¿Cómo sabes que en tus prácticas estás afilando realmente la sierra, que estás mejorando y haciendo lo que más te conviene a ti y a los demás? Sencillamente no lo sabes.
Deja que el Espíritu Santo sea tu guía en todo, y no te vuelvas atrás. Confía en que Él responderá de inmediato y con Amor a todos los que de algún modo se vean afectados por tus decisiones. Y todo el mundo se ve afectado. ¿Te echarías al hombro la responsabilidad de tener que decidir qué es lo único que redundaría en beneficio de todos? ¿Cómo ibas a saberlo? (T-14.III.17.4-8)
No quiero descalificar ninguna enseñanza de superación personal, las cuales son muy válidas para lograr las metas y propósitos que te hayas marcado, dependiendo de la situación de vida por la que estés atravesando; pero a donde quiero ir es más lejos, a otro nivel diferente.
El ego anda siempre exigiendo sacrificios porque necesita controlar, ya que se trata de una auténtica máquina de supervivencia. ¿Cuál sería el equivalente a este hábito en UCdM? Simplemente ninguno. El Curso dice:
El Espíritu Santo nunca exige sacrificios, el ego, en cambio, siempre los exige. (T-7.X.V.5)
También añade:
La Voz del Espíritu Santo no da órdenes porque es incapaz de ser arrogante. No exige nada porque su deseo no es controlar. (T-5.II.7.1-2)
El hábito más parecido a éste, sin recurrir a autoexigencias ni sacrificios, sería la capacidad de entregarnos al proceso de la Expiación, facilitando el despertar de nuestro verdadero ser, el cual permanece velado, siendo lo máximo a lo que podemos aspirar en este mundo ilusorio de dolor y culpa. Se trata, pues, de alcanzar el mayor estado de perdón y de sanación que nuestro guion nos permita desarrollar. Por eso quizás debiéramos preguntar ¿qué diferencia a un verdadero Maestro de Dios de un estudiante aprendiz del Curso?
Para responder hay que irse hasta el apartado 4 del Manual para el Maestro titulado “¿Cuáles son las características de los maestros de Dios?” Esas características son: I. Confianza, II. Honestidad, III Tolerancia, IV Mansedumbre, V Júbilo, VI Indefensión, VII Generosidad, VIII Paciencia, IX Fe, X Mentalidad abierta
Como ves, ninguna de ellas es la competencia o la competitividad y mucho menos el sacrificio. Todo lo contrario. Además se dice al principio del apartado II. Honestidad:
Todas las demás características de los maestros de Dios se basan en la confianza. Una vez que ésta se ha alcanzado, las otras se suceden naturalmente.
En el desarrollo de esa confianza habrá que pasar por muchos periodos difíciles en los que parezcamos tener que sacrificarnos en favor de nuestra entrega a Dios, pero no es más que la apreciación del ego. Renunciar a lo que no tiene valor no es ningún sacrificio. Lee sino el siguiente párrafo dentro del mismo apartado 4 del Manual para el Maestro, I. A Desarrollo de la confianza:
La tercera fase por la que el maestro de Dios tiene que pasar podría llamarse "un período de renuncia". Si se interpreta esto como una renuncia a lo que es deseable, se generará un enorme conflicto. Son pocos los maestros de Dios que se escapan completamente de esta zozobra. No tiene ningún sentido, no obstante, separar lo que tiene valor de lo que no lo tiene, a menos que se dé el paso que sigue naturalmente. Por lo tanto, el período de transición tiende a ser un período en el que el maestro de Dios se siente obligado a sacrificar sus propios intereses en aras de la verdad. Todavía no se ha dado cuenta de cuán absolutamente imposible sería una exigencia así. Esto sólo lo puede aprender a medida que renuncia realmente a lo que no tiene valor. Mediante esa renuncia, aprende que donde esperaba aflicción, encuentra en su lugar una feliz despreocupación; donde pensaba que se le pedía algo, se encuentra agraciado con un regalo.
Por todo lo anterior se podría decir que, simbólicamente, afilar la sierra en UCdM se basa más bien en cultivar y desarrollar la virtud de la confianza, con mucha paciencia, tesón y sin exigencias ni sacrificios. La confianza sólo se consigue con la práctica constante del perdón (entendido como el reconocimiento de las ilusiones como tales trascendiéndolas, no como el perdón tradicional que condena y luego perdona), hasta que se convierte en tu mayor y mejor hábito. Esto te permite vivir con amor y te lleva finalmente a poder completar la Expiación.
Afilar la sierra con un UCdM también se puede entender como la práctica de pulir o perfeccionar tu mente subiendo paso a paso la escalera de la salvación/Expiación. Es la corrección de tus errores de percepción hasta alcanzar el estado mental nivel Cielo. Cada diente de la sierra es un pensamiento en tu mente errónea transformado en un pensamiento de tu mente recta, lo que equivale a la subida de un peldaño de la escalera, o un pequeño milagro ayudándote a trascender este mundo un poquito más. Conforme más dientes de la sierra afilas más te acercas al Cielo. Este proceso no tiene nada que ver con el hábito de afilar la sierra de Stephen Covey porque no tienes que competir (entendido como una forma de atacar para el Curso). No se trata de volverte mejor que nadie, único o especial, ni de ganar, porque no estás en una carrera y no estás enfrentándote con nadie. Tampoco tienes el propósito de obtener algo de los demás. Simplemente confías en tu Guía y en el proceso aunque no lo entiendas, y esa confianza produce a su vez más confianza y así sucesivamente, hasta dar paso a las demás características del maestro de Dios.
Hermano, no des ni un solo paso en el descenso hacia el infierno. Pues una vez que hayas dado el primero, no podrás reconocer el resto como lo que son. Y cada uno de ellos seguirá al primero. Cualquier forma de ataque te planta en la tortuosa escalera que te aleja del Cielo. Sin embargo, en cualquier instante todo esto se puede deshacer. ¿Cómo puedes saber sí has elegido las escaleras que llevan al Cielo o el camino que conduce al infierno? Muy fácilmente. ¿Cómo te sientes? ¿Estás en paz? ¿Tienes certeza con respecto a tu camino? ¿Estás seguro de que el Cielo se puede alcanzar? Si la respuesta es no, es que caminas solo. Pídele entonces a tu Amigo que se una a ti y te dé certeza con respecto al camino a seguir. (T-23.II.22)
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