martes, 2 de abril de 2019

Lección 354 de Un Curso de Milagros

Cristo y yo nos encontramos unidos en paz y seguros de nuestro propósito. Su Creador reside en Él, tal como Él reside en mi

1. Mi unidad con el Cristo me establece como Tu Hijo, más allá del alcance del tiempo y libre de toda ley, salvo de la Tuya. No tengo otro ser que el Cristo que vive en mí. No tengo otro propósito que el Suyo. Y Él es como Su Padre. Por lo tanto, no puedo sino ser uno Contigo, así como con Él. Pues, ¿quién es Cristo sino Tu Hijo tal como Tú lo creaste? ¿Y qué soy yo sino el Cristo en mí?

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Reflexión: No tienes otro ser que el Cristo que vive en ti. En lo anterior reside tu seguridad y tu paz. UCdM se dirige a la mente dormida para que despierte de su letargo y se reconozca como quien es. No hay mayor propósito que ese. Cualquier otra creencia al respecto referente a tu identidad es falsa. Tú no eres ningún personaje encarnado en un cuerpo, con un nombre y con una historia, quien cree que puede establecer su propósito particular de vida a partir de los deseos caprichosos del ego. Tu propósito primero es reconocer quien eres verdaderamente. Cualquier otro propósito mundano es secundario.

Eckhart Tolle lo explica de una manera muy parecida en su libro "Una Nueva Tierra". Él habla de un "propósito primario" y de un "propósito secundario"; de un propósito interior y de otro exterior. El propósito interior se refiere al Ser. El propósito exterior se refiere al hacer. El propósito verdadero o primario no se puede realizar afuera porque no tiene que ver con lo que se hace, sino con lo que se Es y con el estado de conciencia. La acción, aunque necesaria para vivir en el mundo, es solo un factor secundario en la manifestación de la realidad exterior, pues, aunque nos esforcemos y pasemos todo el día corriendo detrás de nuestras deseos y objetivos, es la consciencia el factor determinante de nuestra vida. 

Nuestro estado de consciencia es responsable de nuestro mundo, da igual lo que hagamos ni lo que nos esforcemos en hacerlo sin considerar el propósito primario, pues no haríamos sino repetir experiencias sólo cambiando su apariencia, sin ningún sentido, como reflejo de la estupidez del ego.

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