Ninguna invocación a Dios puede dejar de ser oída o no recibir respuesta. Y de esto puedo estar seguro: Su respuesta es la única que realmente deseo
1. Tú que recuerdas lo que realmente soy, eres el único que recuerda lo que realmente deseo. Hablas en Nombre de Dios, y, por lo tanto, hablas en mi nombre. Y lo que me concedes procede de Dios Mismo. Tu Voz, entonces, Padre mío, es mía también, y lo único que quiero es lo que Tú me ofreces, en la forma exacta en que Tú eliges que yo lo reciba. Permíteme recordar todo lo que no sé, y deja que mi voz se acalle, mientras lo recuerdo. Y no dejes que me olvide de Tu Amor ni de Tu cuidado, antes bien, ayúdame a mantener siempre presente en mi conciencia la promesa que le hiciste a Tu Hijo. No dejes que olvide que mi ser no es nada, pero que mi Ser lo es todo.
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Reflexión: La lección de hoy habla acerca de la oración, pero como en los chistes, te tengo una mala noticia y otra buena. ¿Cuál quieres que te cuente primero? Mejor empecemos por la mala. La mala es que si invocas a Dios desde el ego pierdes tu tiempo. Si ruegas porque te toque la lotería, por encontrar tu pareja especial, por sanar una enfermedad física o solucionar cualquier problema que creas tener, no es probable que ocurra lo que esperas. Dios es ajeno al mundo y no interviene en él. Lo mismo se puede decir de su Voz, el E.S. quien ve el mundo pero sabe que es una ilusión. Él no intervendrá nunca para concederle ningún deseo a tu ego pues lo ignora completamente. El E.S. sabe quienes eres en realidad, lo que necesitas y deseas, y aquí llega la buena noticia. La buena es que cualquier petición que hagamos es siempre contestada, respuesta que no siempre coincide con las expectativas del ego quien no tardará en quejarse de lo malo que es Dios porque no le hace ningún caso. Cualquier respuesta del E.S. a nuestras peticiones está destinada exclusivamente a nuestra sanación (despertar), no ha anclarnos aún más en la ilusión.
Siempre recibes respuesta a cualquier petición pero el ego nunca la percibe. Escuchar la Voz de Dios en respuesta precisa que tú acalles la voz de tu ego. Conforme vayas avanzando en esa habilidad te darás cuenta que estás conectado, rodeado de Amor y protegido. El ego (el ser) no es nada, pero el Cristo en ti (el Ser) lo es todo. La respuesta del E.S. está siempre destinada a fortalecer la consciencia de tu Ser, no la de tu ego.
El Espíritu Santo no es el que habla primero, pero siempre contesta. Todo el mundo en uno u otro momento ha acudido a Él para de una u otra forma obtener ayuda, y Él ha contestado. Puesto que el Espíritu Santo responde de verdad, responde para siempre, lo cual quiere decir que todo el mundo dispone de la respuesta ahora mismo.
(T-6.IV.3.2:4)
Tal vez insistas en que el Espíritu Santo no te contesta, pero quizá sería más prudente examinar qué clase de peticionario eres. No pides únicamente lo que deseas. Ello se debe a que temes recibirlo, y ciertamente lo recibirías. Por eso es por lo que se lo sigues pidiendo al maestro que no puede dártelo. De él nunca podrás aprender qué es lo que deseas, y esto te da una ilusión de seguridad. Sin embargo, no puedes estar a salvo de la verdad, sino que sólo puedes estar a salvo en la verdad. La realidad es tu única seguridad. Tu voluntad es tu salvación porque es la misma que la de Dios. La separación no es más que la creencia de que es diferente.
(T-9.I.7)
En el párrafo anterior, el maestro que no puede darte lo que deseas es el ego. Cuando se dice que no pides únicamente lo que deseas, se refiere a que tu ego pide muchas cosas y de esa manera evitas pedir lo que realmente quieres (la paz de Dios), no vaya a ser que la obtengas teniendo que renunciar a todos los demás sueños y deseos que son los que te quitan la paz. Por eso nunca hallarás paz deseando lo que no es real. Sólo hallarás paz cuando desees lo que es real. La respuesta del E.S. entonces no te fallará.
Cuando le pides al Espíritu Santo lo que te podría hacer daño Él no puede contestarte porque no hay nada que te pueda hacer daño, y, por lo tanto, no estás pidiendo nada. Cualquier deseo que proceda del ego es un deseo de algo que no existe, y solicitarlo no constituye una petición. Es simplemente una negación en forma de petición. El Espíritu Santo no le da importancia a la forma, ya que sólo es consciente de lo que tiene significado. El ego no puede pedirle nada al Espíritu Santo porque no existe comunicación entre ellos. Tú, en cambio, puedes pedirle todo porque las peticiones que le haces a Él son reales, al proceder de tu mente recta. ¿Negaría el Espíritu Santo la Voluntad de Dios? ¿Y podría dejar de reconocerla en Su Hijo?
(T-9.I.9)
Vayamos a un caso concreto. ¿Por qué si pido sanar de una enfermedad física no me curo? Primero porque el E.S. no reconoce el cuerpo como realidad. Puede que sabiendo lo anterior entonces le pidas al E.S. sanar los pensamientos de tu mente-ego que se manifiestan como enfermedad en tu cuerpo, pero si lo haces con miedo, tampoco ocurrirá tu sanación pues el E.S. entenderá que no la quieres. De hecho ignorará tu petición porque procede de tu ego temeroso y el E.S. no escucha al ego.
Supongamos, pues, que lo que le pides al Espíritu Santo es lo que realmente deseas, pero aún tienes miedo de ello. Si ese fuese el caso, obtenerlo ya no sería lo que deseas. Por eso es por lo que algunas formas específicas de curación no se logran, aun cuando se haya logrado el estado de curación. Un individuo puede pedir ser curado físicamente porque tiene miedo del daño corporal. Al mismo tiempo, si fuese curado físicamente, la amenaza que ello representaría para su sistema de pensamiento podría causarle mucho más miedo que la manifestación física de su aflicción. En ese caso no estaría pidiendo realmente que se le liberase del miedo, sino de un síntoma que él mismo eligió. Por lo tanto, no estaría pidiendo realmente ser curado.
(T-9.II.2)
La Biblia subraya que toda oración recibirá respuesta, y esto es absolutamente cierto. El hecho mismo de que se le haya pedido algo al Espíritu Santo garantiza una respuesta. Es igualmente cierto, no obstante, que ninguna de las respuestas que Él dé incrementará el miedo. Es posible que Su respuesta no sea oída. Es imposible, sin embargo, que se pierda. Hay muchas respuestas que ya has recibido pero que todavía no has oído. Yo te aseguro que te están esperando.
(T-9.II.3)
El siguiente párrafo es muy revelador. Imagina que quieres ser contestado sobre alguna cuestión concreta sobre la que necesitas guía y le pides al E.S. pero desconfías de la gente a tu alrededor. Sí desconfías de la santidad en ellos desconfías de la propia y entonces estás en tu ego. No recibirás respuesta. Sin embargo cuando no juzgas y confías en que obtendrás respuesta, no importa de dónde, la obtendrás.
Si quieres tener la certeza de que tus oraciones son contestadas, nunca dudes de un Hijo de Dios. No pongas en duda su palabra ni lo confundas, pues la fe que tienes en él es la fe que tienes en ti mismo. Si quieres conocer a Dios y Su Respuesta, cree en mí cuya fe en ti es inquebrantable. ¿Cómo ibas a poder pedirle algo al Espíritu Santo sinceramente, y al mismo tiempo dudar de tu hermano? Cree en la veracidad de sus palabras por razón de la verdad que mora en él. Te unirás a la verdad en él, y sus palabras serán verdaderas. Al oírlo a él me oirás a mí. Escuchar la verdad es la única manera de poder oírla ahora y de finalmente conocerla.
(T-9.II.4)
El mensaje que tu hermano te comunica depende de ti. ¿Qué te está diciendo? ¿Qué desearías que te dijese? Lo que hayas decidido acerca de tu hermano determina el mensaje que recibes. Recuerda que el Espíritu Santo mora en él, y Su Voz te habla a través de él. ¿Qué podría decirte un hermano tan santo, excepto la verdad? Mas ¿le escuchas? Es posible que tu hermano no sepa quién es, pero en su mente hay una luz que sí lo sabe. El resplandor de esta luz puede llegar hasta tu mente, infundiendo verdad a sus palabras y haciendo posible el que las puedas oír. Sus palabras son la respuesta que el Espíritu Santo te da a ti. ¿Es la fe que tienes en tu hermano lo suficientemente grande como para permitirte oír dicha respuesta?
(T-9.II.5)
Tener fe en tu hermano no quiere decir que hagas caso a todo lo que te digan los demás porque quieras hacer de tu fe en ellos algo inquebrantable. Te volverías como una veleta al viento. Los demás también pueden estar hablando desde sus egos y harías mal en aceptar y obedecer todo lo que te digan. Si vives en tu Ser, él mismo se encargará de filtrar al ego en los demás pasándolo por alto. Sólo el Ser escucha al Ser y sólo el ego escucha al ego. Tu fe es en el Ser de tu hermano no en su ego.
No puedes rezar sólo para ti, de la misma manera en que no puedes encontrar dicha sólo para ti. La oración es la re-afirmación de la inclusión, dirigida por el Espíritu Santo de acuerdo con las leyes de Dios. En tu hermano reside tu salvación. El Espíritu Santo se extiende desde tu mente a la suya, y te contesta. No puedes oír la Voz que habla por Dios sólo en ti, porque no estás solo. Y Su respuesta va dirigida únicamente a lo que eres. No podrás saber la confianza que tengo en ti a no ser que la extiendas. No tendrás confianza en la dirección que te ofrece el Espíritu Santo, o no creerás que es para ti, a menos que la oigas en otros. Tiene que ser para tu hermano por el hecho de que es para ti. ¿Habría acaso creado Dios una Voz que fuese sólo para ti? ¿Cómo podrías oír Su respuesta, excepto cuando el Espíritu Santo responde a todos los Hijos de Dios? Oye de tu hermano lo que quisieras que yo oyese de ti, pues tú no querrías que yo fuese engañado.
(T-9.II.6)
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