La sanadora Voz de Dios protege hoy todas las cosas
1. Escuchemos hoy a la Voz que habla por Dios, la cual nos habla de una lección ancestral que es tan cierta hoy como siempre lo fue. Sin embargo, este día ha sido seleccionado como aquel en el que hemos de buscar y oír, aprender y entender. Escuchemos juntos, pues lo que nos dice la Voz que habla por Dios no lo podemos entender por nuestra cuenta, ni aprenderlo estando separados. En esto reside la protección de todas las cosas. Y en esto se encuentra la curación que brinda la Voz que habla por Dios.
2. Tu sanadora Voz protege hoy todas las cosas, por lo tanto, dejo todo en Tus Manos. No tengo que estar ansioso por nada. Pues Tu Voz me indicará lo que tengo que hacer y adónde debo ir, con quién debo hablar y qué debo decirle, qué pensamientos debo albergar y qué palabras transmitirle al mundo. La seguridad que ofrezco me es dada a mí. Padre, Tu Voz protege todas las cosas a través de mí.
* * *
Reflexión: La lección de hoy habla de cómo ser totalmente receptivo y dejarse guiar por la Voz de Dios, el Espíritu Santo. Dice (recuerda que es Jesús quien está dictando la lección): "escuchemos juntos pues lo que dice la Voz no se puede entender por nuestra cuenta, ni aprenderlo estando separados". Ésto es, para oír la Voz hay que unirse a Jesús, o lo que es lo mismo, tienes que abandonar tu personalidad, quien crees que eres, para conectarte con el ser crístico dentro de ti. Luego añade "en esto reside la protección de todas las cosas y se encuentra la curación...", refiriéndose a que tu reconocimiento y unidad con tu Cristo interno te mantiene a salvo de los embates del mundo pues te hacen inmune a él.
En el siguiente párrafo, "Dejo todo en sus manos" significa que te dejas guiar cuando abandonas al ego quien siempre está ansioso y temeroso tratando de saber y controlar lo que ha de suceder. "La seguridad que ofrezco me es dada a mi" te dice que en la misma medida en que confíes y te dejes guiar serás guiado a salvo. La última frase remarca por tanto tu responsabilidad en este proceso: "Padre, Tu Voz protege todas las cosas a través de mí", pues es sólo cuando conectas con el ser crístico dentro de ti que haces valer lo que es eterno.
Tú eres el custodio y protector del Reino de los Cielos por cuanto que el Cristo reside en ti, pero tienes que hacerlo valer rescatándolo de las garras del ego y de sus ilusiones.
Si no puedes oír la Voz de Dios, es porque estás eligiendo no escucharla. Pero que sí escuchas a la voz de tu ego lo demuestran tus actitudes, tus sentimientos y tu comportamiento. No obstante, eso es lo que quieres.
Jesús es la manifestación del Espíritu Santo, a Quien él invocó para que descendiese sobre la tierra después de su ascensión al Cielo, es decir, después de haberse identificado completamente con el Cristo, el Hijo de Dios tal como Él lo creó. Al ser el Espíritu Santo una creación del Único Creador y al crear junto con Él y a Su semejanza o espíritu, es eterno y nunca ha cambiado. Fue "invocado para que descendiese sobre la tierra", en el sentido de que entonces se hizo posible aceptarle y escuchar Su Voz. Su Voz es la Voz de Dios, y, por lo tanto, ha adquirido forma. Dicha forma no es Su realidad, la cual sólo Dios conoce junto con Cristo, Su verdadero Hijo, Quien es parte de Él.
Sólo la Voz de Dios puede decirte cómo sanar. Escucha, y nunca dejarás de ofrecer Su amoroso remedio a aquellos que Él te envía, para que permitan que Él los sane, y para bendecir a todos aquellos que colaboran con Él en nombre de la sanación.
En el siguiente párrafo, "Dejo todo en sus manos" significa que te dejas guiar cuando abandonas al ego quien siempre está ansioso y temeroso tratando de saber y controlar lo que ha de suceder. "La seguridad que ofrezco me es dada a mi" te dice que en la misma medida en que confíes y te dejes guiar serás guiado a salvo. La última frase remarca por tanto tu responsabilidad en este proceso: "Padre, Tu Voz protege todas las cosas a través de mí", pues es sólo cuando conectas con el ser crístico dentro de ti que haces valer lo que es eterno.
Tú eres el custodio y protector del Reino de los Cielos por cuanto que el Cristo reside en ti, pero tienes que hacerlo valer rescatándolo de las garras del ego y de sus ilusiones.
Si no puedes oír la Voz de Dios, es porque estás eligiendo no escucharla. Pero que sí escuchas a la voz de tu ego lo demuestran tus actitudes, tus sentimientos y tu comportamiento. No obstante, eso es lo que quieres.
(T-4.IV.4.1:3)
Jesús es la manifestación del Espíritu Santo, a Quien él invocó para que descendiese sobre la tierra después de su ascensión al Cielo, es decir, después de haberse identificado completamente con el Cristo, el Hijo de Dios tal como Él lo creó. Al ser el Espíritu Santo una creación del Único Creador y al crear junto con Él y a Su semejanza o espíritu, es eterno y nunca ha cambiado. Fue "invocado para que descendiese sobre la tierra", en el sentido de que entonces se hizo posible aceptarle y escuchar Su Voz. Su Voz es la Voz de Dios, y, por lo tanto, ha adquirido forma. Dicha forma no es Su realidad, la cual sólo Dios conoce junto con Cristo, Su verdadero Hijo, Quien es parte de Él.
(C-6.1)
Sólo la Voz de Dios puede decirte cómo sanar. Escucha, y nunca dejarás de ofrecer Su amoroso remedio a aquellos que Él te envía, para que permitan que Él los sane, y para bendecir a todos aquellos que colaboran con Él en nombre de la sanación.
(S-3.III.6)
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