No dejes que aprisione a Tu Hijo con leyes que yo mismo inventé
1. Tu Hijo es libre, Padre Mío. No dejes que me imagine que lo he aprisionado con las leyes que yo
mismo inventé para que gobernasen el cuerpo. Él no está sujeto a ninguna de las leyes que
promulgué para ofrecerle más seguridad al cuerpo. Lo que cambia no puede alterarlo a él en
absoluto. Él no es esclavo de ninguna de las leyes del tiempo. Él es tal como Tú lo creaste porque
no conoce otra ley que la del amor.
2. No adoremos ídolos ni creamos en ninguna ley que la idolatría quiera maquinar para ocultar la
libertad de que goza el Hijo de Dios. El Hijo de Dios no está encadenado por nada excepto por sus
propias creencias. Mas lo que él es, está mucho más allá de su fe en la esclavitud o en la libertad. Es
libre por razón de Quién es su Padre. Y nada puede aprisionarlo a menos que la verdad de Dios
pueda mentir y Dios pueda disponer engañarse a Sí Mismo.
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Reflexión: Hoy quiero recordar algo muy importante y que no está de más que hagamos cada vez que iniciamos cualquier ejercicio de UCdM, y es que el propósito último de su realización es el de aprender a volvernos receptivos a escuchar la voz de perdón del Espíritu Santo. Una vez consigues ésto, los ejercicios pierden su sentido, pues realmente no hay necesidad de repetirlos ni de comprenderlos intelectualmente. Y ahora podrás exclamar: "¡Pues menudo trabajo te estás dando con tus explicaciones!. Sí, es verdad, no es necesario, sin embargo creo que aportan aclaración a lo que se dice en el libro de texto el cual sí es imprescindible comprender en el currículo del curso, pues el texto es quien dirige al estudiante hacia la dirección adecuada. También podrías preguntar para qué son necesarias 365 lecciones si con unas pocas o una sola de ellas repetida sería suficiente. Pues porque la voz del ego, a la que hay que anular, es incansable, nada más y nada menos. Permíteme este mal ejemplo: estamos primero toreando al ego y clavándole banderillas para agotarlo antes de darle la estocada final.
Hablando de toros y dicho lo anterior, regresamos a la lección de hoy para recalcar que cuando nos identificamos con el ego es porque seguimos siendo prisioneros de nuestros propios ídolos, adorando becerros de oro al imponernos leyes que no son más que condicionamientos auto-impuestos. Eso no es más que falta de fe, como le ocurrió a los israelitas cuando construyeron su becerro a pie del monte Sinaí aburridos de vagar por el desierto. La lección dice que lo que somos está mucho más allá de la fe en la esclavitud del ego y la falsa libertad de adorar lo que no vale nada pero que te consuela con el engaño. No hemos iniciado la marcha saliendo de Egipto para quedarnos en mitad del desierto. Hay que atravesarlo sin darse por vencido antes de encontrar la tierra prometida.
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