martes, 16 de abril de 2019

Lecciones 361-365 de Un Curso de Milagros

Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues quiero simplemente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará paz

1. Y si necesito una palabra de aliento, Él me la dará. Si necesito un pensamiento, Él me lo dará también. Y si lo que necesito es quietud y una mente receptiva y serena, ésos serán los regalos que de Él recibiré. Él está a cargo a petición mía. Y me oirá y contestará porque Él habla en Nombre de Dios mi Padre y de Su santo Hijo.

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Reflexión: Haber completado todas las lecciones de UCdM es un gran paso hacia tu liberación final pero no es sino su comienzo: 

Este curso es un comienzo, no un final. 
(L-ep.1.1)
Y luego el epílogo añade: 

Ya no se asignarán más lecciones específicas, pues ya no son necesarias. En lo sucesivo, oye tan sólo la Voz que habla por Dios ... Él dirigirá tus esfuerzos, diciéndote exactamente lo que debes hacer, cómo dirigir tu mente y cuándo debes venir a Él en silencio, pidiendo Su dirección infalible y Su Palabra certera. 
(L-ep.3.1:3)

Comprender el libro de texto y/o los ejercicios no garantiza tu liberación porque la comprensión intelectual del curso no consuma la expiación. Solamente la práctica del perdón puede hacerlo. En ese sentido, uno no sabe cuándo ni cómo se completará, para lo que debes confiar y dejarte guiar para que el deshacimiento de tu ego sea completo. En tu proceso, cada instante santo que experimentas es en realidad el mismo instante santo abriéndose paso entre las nubes del ego. Confiar es como poner tu piloto automático para ya no querer quitarlo, pues no querrás pilotar más tu vida con planes ni juzgar por tu cuenta lo que te conviene en un viaje que te llevará hasta el Cielo. Ahora has puesto todo a cargo de tu Guía quien dirige tu vida y tú, que quieres seguirle, podrás encontrar por fin la paz que has anhelado durante tanto tiempo.

Tu Amigo te acompaña. No estás solo. Nadie puede llamarlo en vano. Sean cuales sean tus problemas ten por seguro que Él tiene la solución y que gustosamente te la dará sólo con que te dirijas a Él y se la pidas. Él no se negará a darte todas las respuestas que necesites para cualquier cosa que parezca perturbarte. Él sabe cómo solventar todos los problemas y aclarar todas las dudas. Su certeza es tuya. Tan sólo necesitas pedírsela, para que te sea dada.
(L-ep.1.2:8)

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domingo, 14 de abril de 2019

Lección 360 de Un Curso de Milagros

Que la paz sea conmigo, el santo Hijo de Dios. Que la paz sea con mi hermano, que es uno conmigo. Y que a través nuestro, el mundo sea bendecido con paz

1. Padre, Tu paz es lo que quiero dar, al haberla recibido de Ti. Yo Soy Tu Hijo, eternamente como Tú me creaste, pues los Grandes Rayos permanecen en mí por siempre serenos e imperturbables. Quiero llegar a ellos en silencio y con certeza, pues en ninguna otra parte se puede hallar certeza. Que la paz sea conmigo, así como con el mundo. En la santidad fuimos creados y en la santidad seguimos. En Tu Hijo, al igual que en Ti, no hay mancha alguna de pecado. Y con este pensamiento decimos felizmente "Amén".
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Reflexión: Quiero empezar aclarando lo que son los "Grandes Rayos" porque puede llevar a confusión e incitar a la polémica, lo que está muy lejos del propósito del curso. Metafóricamente hablan de la santidad, como reflejan en las pinturas antiguas la aureola sobre las cabezas, o en las estatuas de imágenes religiosas una corona de oro. No es algo que tengas ni puedas ver con los ojos sino algo que se ve con la Visión espiritual (entendimiento) cuando estás con alguien y reconoces su santidad sin centrarte en su físico; es por ello que te invito a que no pierdas tu tiempo tratando de ver los rayos con los ojos, como si fueras Lin Chung (jájá). La "chispa", igualmente un término metafórico, se puede entender como la esencia divina que da origen a la santidad y por lo tanto a los Grandes Rayos.

En muchos lo único que queda es la chispa, pues los Grandes Rayos están velados. Aun así, Dios ha mantenido viva la chispa de manera que los Rayos nunca puedan olvidarse completamente. Sólo con que veas la pequeña chispa podrás conocer la luz mayor, pues los Rayos están ahí aunque sin ser vistos. Al percibir la chispa sanas, mas al conocer la luz creas. En el proceso de retornar, no obstante, la pequeña chispa debe reconocerse primero, pues la separación fue el descenso desde la grandeza a la pequeñez. La chispa, no obstante, sigue siendo tan pura como la luz mayor porque es lo que queda de la llamada de la creación. Deposita toda tu fe en ella y Dios Mismo te contestará.
(T-10.IV.8)

Resumiendo, el modo de pensamiento de la mente-ego restringe nuestra percepción y nos hace ver exclusivamente a los demás como cuerpos. Con la práctica del curso se producen momentos (instantes santos) en los que reconocemos, mediante atisbos de despertar, la chispa en el otro (su divinidad). Luego, y conforme vamos corrigiendo nuestra mentalidad-ego y nuestra percepción de lo que el curso llama percepción errónea a percepción correcta, desarrollamos la visión espiritual o Visión a secas, y empezamos a "ver" los Grandes Rayos, que no es más que el reconocimiento de la santidad en el otro como en nosotros mismos.

Tal como el ego quiere que la percepción que tienes de tus hermanos se limite a sus cuerpos, de igual modo el Espíritu Santo quiere liberar tu visión para que puedas ver los Grandes Rayos que refulgen desde ellos, los cuales son tan ilimitados que llegan hasta Dios. Este cambio de la percepción a la visión es lo que se logra en el instante santo. Mas es necesario que aprendas exactamente lo que dicho cambio entraña, para que por fin llegues a estar dispuesto a hacer que sea permanente. Una vez que estés dispuesto, esta visión no te abandonará nunca, pues es permanente. Cuando la hayas aceptado como la única percepción que deseas, se convertirá en conocimiento debido al papel que Dios Mismo desempeña en la Expiación, pues es el único paso en ella que Él entiende. Esto, por lo tanto, no se hará de esperar una vez que estés listo para ello. Dios ya está listo; tú no.
(T-15.IX.1)

Referente al "puente" que se menciona abajo (T-16.VI.6), es también un término metafórico para referirse a tu cambio de mentalidad, lo que permite cambiar tu percepción. En un lado del puente está tu mentalidad y percepción errónea, y pasando al otro lado tienes la mentalidad recta dando lugar a la percepción correcta. Una vez cruzado el puente, te has salvado.

La salvación no es otra cosa que "mentalidad recta", que aunque no es la Mentalidad-Uno del Espíritu Santo, se debe alcanzar antes de que la Mentalidad-Uno pueda ser reinstaurada. La mentalidad recta conduce automáticamente al siguiente paso, ya que la percepción correcta está completamente exenta de cualquier forma de ataque, y, por lo tanto, la mentalidad errada desaparece. El ego no puede sobrevivir sin hacer juicios, y, por consiguiente, se le abandona. La mente tiene entonces una sola dirección por la que avanzar. La dirección que sigue es siempre automática, pues no puede sino acatar los dictados del sistema de pensamiento al que se adhiere.
(T-4.II.10)

¡Qué diferentes son las cosas al otro lado del puente! Durante algún tiempo se sigue viendo el cuerpo, pero ya no es lo único que se ve, como ocurre aquí. La pequeña chispa que contiene los Grandes Rayos también es visible, y no puede ser confinada a la pequeñez por mucho más tiempo. Una vez que hayas cruzado el puente, el valor del cuerpo disminuirá tanto ante tus ojos, que ya no tendrás ninguna necesidad de enaltecerlo. Pues te darás cuenta de que su único valor es el de permitirte llevar a tus hermanos contigo hasta el puente, para allí ser liberados juntos.
(T-16.VI.6)

Así que percibir los Grandes Rayos no es más que una manera de reconocer la santidad de tu hermano y la tuya propia. Has corregido tu percepción errónea o estás muy cerca de hacerlo completamente, y ahora percibes de manera correcta. Has conseguido sanar una parte de tu mente dormida en una sucesión de milagros o correcciones que te llevará a completar tu despertar; por eso el nombre de Un curso de Milagros, ya que este libro te ayuda a pasar ese puente ficticio que va de la mentalidad errónea del ego, quien percibe todo erróneamente (separado), a la mentalidad recta del Cristo en la que percibes correctamente con el entendimiento (todo unido y todo santo una vez lo has perdonando). 

La verdadera visión es la percepción natural de la visión espiritual, pero es todavía una corrección en vez de un hecho. La visión espiritual es simbólica, y, por lo tanto, no es un instrumento de conocimiento. Es, no obstante, un medio de percepción correcta, lo cual la sitúa dentro del propio ámbito del milagro.
(T-3.III.4)

Todo lo anterior se puede decir de otra manera: El curso te prepara colocándote en armonía mental (un estado profundo de paz interior) para llevarte justo ante las puertas del Cielo, el momento antes de la iluminación y el conocimiento en el que Dios da el último para restaurar tu Mentalidad-Uno.

La fuerza de la percepción correcta es tan grande que pone a la mente en armonía con la Mente de Dios, pues se  encuentra al servicio de Su Voz, la cual mora en todos vosotros.
(T-7.IV.5.7)

Una percepción correcta es necesaria antes de que Dios pueda comunicarse directamente con Sus altares, los cuales Él estableció en Sus Hijos. En dichos altares es donde Él puede comunicar Su certeza, y Su conocimiento inevitablemente brindará paz. Dios no es un extraño para Sus Hijos, ni Sus Hijos son extraños entre Sí. El conocimiento precedió tanto a la percepción como al tiempo, y finalmente los reemplazará. Ése es el verdadero significado de "el Alfa y la Omega, el principio y el fin" y de "Antes de que Abraham naciese, era yo". La percepción puede y debe ser estabilizada, pero el conocimiento ya es estable. "Teme a Dios y observa Sus mandamientos" pasa a ser "Conoce a Dios y acepta Su certeza."
(T-3.III.6)
Y ahora que la paz sea contigo para bendecir al mundo con paz.

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jueves, 11 de abril de 2019

Lección 359 de Un Curso de Milagros

La respuesta de Dios es alguna forma de paz. Todo dolor sana, toda aflicción queda reemplazada por la dicha. Las puertas de la prisión se abren. Y se comprende que todo pecado no es más que un simple error

1. Padre, hoy vamos a perdonar Tu mundo y a dejar que la creación sea Tuya. Hemos entendido todas las cosas erróneamente. Pero no hemos podido convertir a los santos Hijos de Dios en pecadores. Lo que Tú creaste libre de pecado ha de permanecer así por siempre jamás. Ésa es nuestra condición. Y nos regocijamos al darnos cuenta de que los errores que hemos cometido no tienen efectos reales sobre nosotros. El pecado es imposible, y en este hecho descansa el perdón sobre una base mucho más sólida que el mundo de sombras que vemos. Ayúdanos a perdonar, pues queremos ser redimidos. Ayúdanos a perdonar, pues queremos estar en paz.

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Reflexión: La respuesta de Dios a cualquier situación es siempre alguna forma de paz o dicha. Cuando no recibes ni la una ni la otra es que has equivocado el propósito que has dado a esa situación.

Puedes hacer cualquier cosa en tu vida, pero has de saber que lo que haces no es lo importante. Cuando haces algo en base a un propósito mundano quedas expuesto a las leyes del mundo; por ejemplo, realizar un importante trabajo sólo para ganar mucho dinero y pagar tu vida de lujo, o presentarte a un cargo político para obtener poder y reconocimiento. 

Se ha dicho incluso que lo importante no es lo que haces sino cómo lo haces, y así puedes dedicarte a hacer lo que te gusta para disfrutarlo; pero incluso eso no suele escapar del propósito mundano de querer ser feliz aquí en la Tierra, lo que no digo que esté mal. De esa manera imaginas poder perseguir el éxito en lo tuyo, contribuir al bien de la humanidad o simplemente vivir sin estrés. Es una forma más elevada de vivir que las anteriores basada en la necesidad o la ambición, pero aún sigues atrapado en los propósitos del mundo: el deseo por algo. ¿Qué pasaría si fallaran tus expectativas al respecto?: llegado un día descubres que ya no te gusta tanto, te aburres en tu trabajo o tu socio te traiciona y te deja tirado; o puede que tu idea no contribuya al bien del mundo como esperabas, que alguien se te adelante o una multinacional se apropie de ella indebídamente; o no consigues el éxito esperado haciendo lo que te gusta, o si lo tienes es tal que te llueven los pedidos y de pronto te ves atrapado por la fama y sufriendo el estrés que querías evitar. La vida es imprevisible. Entonces, en alguna de estas situaciones piensas que quizás cometiste un error. 

Lo que juzgamos por bueno y malo forma parte por igual de los propósitos del mundo porque vivimos en un mundo polarizado, dualista, y lo que parecía abrirte las puertas de la prisión no hace nada más que encerrarte en otra celda diferente, pero otra celda. Pero hay un propósito por encima de los propósitos del mundo donde no ves en tu hermano ni en ti pecado en lo malo ni errores en lo bueno porque no juzgas. Es cuando has comprendido que ni los pecados ni los errores tienen consecuencias y ves todas las situaciones como oportunidades para perdonar a los demás y para perdonarte a ti mismo. El perdón se ha convertido en tu único propósito de vida, lo que siempre termina aportándote paz y dicha.

No olvides que el único propósito de este mundo es sanar al Hijo de Dios. Ése es el único propósito que el Espíritu Santo ve en él, y, por lo tanto, es el único que tiene. Hasta que no veas la curación del Hijo como lo único que deseas que tanto este mundo como el tiempo y todas las apariencias lleven a cabo, no conocerás al Padre, ni te conocerás a ti mismo. Pues usarás al mundo para un propósito distinto del que tiene, y no te podrás librar de sus leyes de violencia y de muerte. Sin embargo, se te ha concedido estar más allá de sus leyes desde cualquier punto de vista, en todo sentido y en toda circunstancia, en toda tentación de percibir lo que no está ahí y en toda creencia de que el Hijo de Dios puede experimentar dolor por verse a sí mismo como no es. 
(T-24.VI.4)
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PRIMERA PARTE (Ejercicios UCdM). Introducción

1. Para que los ejercicios de este libro de ejercicios tengan sentido para ti, es necesario, como marco de referencia, disponer de una base teórica como la que provee el texto. Es la práctica de los ejercicios, no obstante, lo que te permitirá alcanzar el objetivo del curso. Una mente sin entrenar no puede lograr nada. El propósito de este libro de ejercicios es entrenar a tu mente a pensar según las líneas expuestas en el texto.
2. Los ejercicios son muy sencillos. No requieren mucho tiempo, y no importa dónde se hagan. No requieren ninguna preparación. El período de entrenamiento dura un año. Las lecciones van numeradas de la 1 a la 365. No intentes hacer más de una serie de ejercicios por día.
3. El libro de ejercicios está dividido en dos secciones principales. La primera está dedicada a anular la manera en que ahora ves, y la segunda, a adquirir una percepción verdadera. A excepción de las sesiones de repaso, los ejercicios diarios están planeados en torno a una idea central que se enuncia primero. A ésta le sigue una descripción de los procedimientos concretos mediante los cuales debe aplicarse la idea del día.
4. El propósito del libro de ejercicios es entrenar a tu mente de forma sistemática a tener una percepción diferente de todas las cosas y de todo el mundo. Los ejercicios están diseñados para ayudarte a generalizar las lecciones, de manera que puedas comprender que cada una de ellas se aplica por igual a todo el mundo y a todo lo que ves.
5. La transferencia del entrenamiento para adquirir una percepción verdadera no procede del mismo modo que la transferencia del entrenamiento del mundo. Si se ha logrado una percepción verdadera en conexión con una persona, situación o acontecimiento, la transferencia total a todo el mundo y a todas las cosas es inevitable. Por otra parte, una sola cosa que se excluya de la percepción verdadera imposibilita sus logros en cualquier otra parte.
6. Así pues, las únicas reglas generales a observarse en todas las lecciones son: Primera, los ejercicios deben practicarse con gran precisión, tal como se indique. Esto te ayudará a generalizar las ideas en cuestión a toda situación en la que te encuentres, así como a todas las cosas y personas en ella. Segunda, asegúrate de no decidir por tu cuenta que hay ciertas personas, situaciones o cosas a las cuales no se les puede aplicar estas ideas. Eso interferiría en la transferencia del entrenamiento. La naturaleza misma de la percepción verdadera es que no tiene límites. Es lo opuesto a la manera en que ves las cosas ahora.
7. El objetivo general de los ejercicios es incrementar tu capacidad de ampliar las ideas que estarás practicando de modo que lo incluyan todo. Esto no requiere esfuerzo alguno de tu parte. Los ejercicios mismos reúnen en sí las condiciones necesarias para ese tipo de transferencia.
8. Algunas de las ideas que el libro de ejercicios presenta te resultarán difíciles de creer, mientras que otras tal vez te parezcan muy sorprendentes. Nada de eso importa. Se te pide simplemente que las apliques tal como se te indique. No se te pide que las juzgues. Se te pide únicamente que las uses. Es usándolas como cobrarán sentido para ti, y lo que te demostrará que son verdad.
9. Recuerda solamente esto: no tienes que creer en las ideas, no tienes que aceptarlas y ni siquiera tienes que recibirlas con agrado. Puede que hasta te opongas vehementemente a algunas de ellas. Nada de eso importa, ni disminuye su eficacia. Pero no hagas excepciones al aplicar las ideas expuestas en el libro de ejercicios. Sean cuales sean tus reacciones hacia ellas, úsalas. No se requiere nada más.

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Introducción a las lecciones 181-200 (UCdM)

1. El propósito de estas próximas lecciones es intensificar tu buena voluntad a fin de fortalecer tu débil compromiso y de fundir todos tus variados objetivos en un solo empeño. No se te pide que tu dedicación sea total todo el tiempo. Pero sí que practiques ahora a fin de llegar a alcanzar la sensación de paz que, aunque sólo sea de manera intermitente, tal compromiso unificado brinda. Experimentar eso es lo que hará que estés completamente dispuesto a seguir el camino que este curso señala.
2. Nuestras lecciones están ahora orientadas específicamente a ampliar tus horizontes, y a tratar de manera directa con determinados obstáculos que mantienen tu visión constreñida y demasiado limitada para dejarte ver el valor de nuestro objetivo. Lo que nos proponemos ahora es transcender esos obstáculos, aunque sólo sea brevemente. Las palabras en sí no pueden transmitir la sensación de liberación que se experimenta una vez que se han eliminado dichos obstáculos. Mas la experiencia de libertad y de paz que descenderá sobre ti cuando renuncies a tu férreo control de lo que ves será más que suficiente para convencerte. Tu motivación se intensificará de tal manera que las palabras dejarán de ser relevantes. Sabrás con certeza lo que quieres y lo que no tiene valor.
3. Así pues, comencemos la jornada que nos llevará más allá de las palabras, concentrándonos en primer lugar en lo que todavía supone un escollo para tu progreso. La experiencia de lo que existe más allá de toda actitud defensiva sigue siendo inalcanzable mientras se siga negando. Quizá esté ahí, pero tú no puedes aceptar su presencia. De modo que lo que nos proponemos ahora es ir más allá de todas las defensas por un breve intervalo cada día. No se te pide nada más porque no se necesita nada más. Ello será suficiente para garantizar que todo lo demás llegue.
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SEGUNDA PARTE (Ejercicios UCdM). Introducción

1. Las palabras apenas significarán nada ahora. Las utilizaremos únicamente como guías de las que no hemos de depender. Pues lo único que nos interesa ahora es tener una experiencia directa de la verdad. Las lecciones que aún nos quedan por hacer no son más que introducciones a los períodos en que abandonamos el mundo del dolor y nos adentramos en la paz. Ahora empezamos a alcanzar el objetivo que este curso ha fijado y a hallar la meta hacia la que nuestras prácticas han estado siempre encaminadas.
2. Lo que nos proponemos ahora es que los ejercicios sean sólo un preámbulo. Pues aguardamos con serena expectación a nuestro Dios y Padre. Él nos ha prometido que Él Mismo dará el paso final. Y nosotros estamos seguros de que Él cumple Sus promesas. Hemos recorrido un largo trecho, y ahora lo aguardamos a Él. Continuaremos pasando un rato con Él cada mañana y cada noche, mientras ello nos haga felices. No vamos a considerar el tiempo ahora como una cuestión de duración. Dedicaremos tanto tiempo como sea necesario a fin de lograr el objetivo que perseguimos. No nos olvidaremos tampoco de nuestros recordatorios de cada hora, y recurriremos a Dios siempre que nos sintamos tentados de olvidarnos de nuestro objetivo.
3. Durante el resto de los días venideros seguiremos utilizando un pensamiento central para introducir nuestros períodos de descanso y para calmar nuestras mentes, según lo dicte la necesidad. No obstante, no nos contentaremos únicamente con practicar los demás instantes santos con los que concluye este año que le hemos dedicado a Dios. Diremos más bien algunas palabras sencillas a modo de bienvenida, y luego esperaremos que nuestro Padre Se revele a Sí Mismo, tal como ha prometido que lo hará. Lo hemos invocado y Él ha prometido que Su Hijo recibirá respuesta siempre que invoque Su Nombre.
4. Ahora venimos a Él teniendo únicamente Su Palabra en nuestras mentes y en nuestros corazones, y esperamos a que Él dé el paso hacia nosotros que nos ha dicho, a través de Su Voz, que no dejaría de dar una vez que lo invitásemos. Él no ha dejado solo a Su Hijo en su locura, ni ha traicionado la confianza que éste tiene en Él. ¿No le ha hecho acaso Su fidelidad acreedor a la invitación que Él espera para hacernos felices? Le extenderemos esa invitación y Él la aceptará. Así es como transcurrirán nuestros momentos con Él. Expresaremos las palabras de invitación que Su Voz sugiere y luego esperaremos a que Él venga a nosotros.
5. La hora de la profecía ha llegado. Ahora es cuando las antiguas promesas se honran y se cumplen sin excepción. No queda ningún paso que el tiempo nos pueda impedir dar. Pues ahora no podemos fracasar. Siéntate en silencio y aguarda a tu Padre. Él ha dispuesto que vendrá una vez que hayas reconocido que tu voluntad es que Él venga. Y tú nunca habrías podido llegar tan lejos si no hubieses reconocido, por muy vagamente que fuese, que ésa es tu voluntad.
6. Estoy tan cerca de ti que no podemos fracasar. Padre, Te entregamos estos santos momentos como muestra de agradecimiento por Aquel que nos enseñó a abandonar el mundo del pesar a cambio del que Tú nos diste como substituto. Ahora no miramos hacia atrás. Miramos hacia adelante y fijamos la mirada en el final de la jornada. Acepta de nuestra parte estas humildes ofrendas de gratitud, mientras contemplamos, a través de la visión de Cristo, un mundo que está más allá del que nosotros construimos y que aceptamos como substituto total del nuestro.
7. Y ahora aguardamos en silencio, sin miedo y seguros de Tu llegada. Hemos procurado encontrar el camino siguiendo al Guía que Tú nos enviaste. Desconocíamos el camino, pero Tú no te olvidaste de nosotros. Y sabemos que no Te olvidarás de nosotros ahora. Sólo pedimos que Tus promesas de antaño se cumplan tal como es Tu Voluntad. Al pedir esto, nuestra voluntad dispone lo mismo que la Tuya. El Padre y el Hijo, Cuya santa Voluntad creó todo lo que existe, no pueden fracasar en nada. Con esta certeza daremos estos últimos pasos que nos llevan a Ti, y descansaremos confiadamente en Tu Amor, el cual jamás defraudará al Hijo que Te llama.
8. Y así damos comienzo a la parte final de este año santo que hemos pasado juntos en busca de la verdad y de Dios, Quien es su único creador. Hemos encontrado el camino que Él eligió para que nosotros lo siguiésemos, y decidimos seguirlo tal como Él quiere que hagamos. Su Mano nos ha sostenido. Sus Pensamientos han arrojado luz sobre las tinieblas de nuestras mentes. Su Amor nos ha llamado incesantemente desde los orígenes del tiempo.
9. Quisimos privar a Dios del Hijo que Él creó para Sí. Quisimos que Dios cambiara y fuera lo que nosotros queríamos hacer de Él. Y creímos que nuestros desquiciados deseos eran la verdad. Ahora nos alegramos de que todo esto haya desaparecido y de que ya no pensemos que las ilusiones son verdad. El recuerdo de Dios despunta en los vastos horizontes de nuestras mentes. Un momento más y volverá a surgir. Un momento más, y nosotros que somos los Hijos de Dios, nos encontraremos a salvo en nuestro hogar, donde Él desea que estemos.
10. A la necesidad de practicar casi le ha llegado su fin. Pues en esta última etapa llegaremos a entender que sólo con invocar a Dios, toda tentación desaparece. En lugar de palabras, sólo necesitamos sentir Su Amor. En lugar de oraciones, sólo necesitamos invocar Su Nombre. Y en lugar de juzgar, sólo necesitamos aquietarnos y dejar que todas las cosas sean sanadas. Aceptaremos la manera en que el plan de Dios ha de terminar, tal como aceptamos la manera en que comenzó. Ahora ya se ha consumado. Este año nos ha llevado a la eternidad.
11. Las palabras tendrán todavía cierta utilidad. Cada cierto tiempo se incluirán temas de especial relevancia, cuya lectura debe preceder a la de nuestras lecciones diarias y a los períodos de experiencia profunda e inefable que deben seguir a éstas. Estos temas especiales deberán repasarse cada día hasta que se te ofrezca el siguiente. Debes leerlos lentamente y reflexionar sobre ellos por un rato antes de cada uno de esos santos y benditos instantes del día. He aquí el primero de estos temas especiales.

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Lecciones Finales (Ejercicios UCdM). Introducción

1. En nuestras lecciones finales utilizaremos la mínima cantidad de palabras posible. Tan sólo las utilizaremos al principio de nuestras prácticas, y únicamente para que nos recuerden que lo que buscamos es ir más allá de ellas. Dirijámonos a Aquel que nos guía en nuestro camino y que imparte seguridad a nuestros pasos. En Sus manos dejamos estas lecciones, y de aquí en adelante le entregamos también nuestras vidas. Pues no queremos volver a creer en el pecado, que fue lo que hizo que el mundo pareciese un lugar feo e inseguro, hostil y destructor, peligroso desde cualquier punto de vista, y traicionero más allá de cualquier esperanza de poder tener confianza o de escapar del dolor.
2. El suyo es el único camino para hallar la paz que Dios nos ha dado. Su camino es el que todo el mundo tiene que recorrer al final, pues éste es el final que Dios Mismo dispuso. En el sueño del tiempo este final parece ser algo muy remoto. Sin embargo, en verdad ya está aquí, como un amable guía que nos indica qué camino tomar. Marchemos juntos por el camino que la verdad nos señala. Y seamos los líderes de los muchos hermanos que andan en busca del camino, pero que no lo encuentran.
3. Consagremos nuestras mentes a este propósito, poniendo todos nuestros pensamientos al servicio de la salvación. La meta que se nos ha asignado es la de perdonar al mundo. Ésa es la función que Dios nos ha encomendado. Y lo que buscamos es el final del sueño, no como nosotros queremos que dicho final sea, sino como lo quiere Dios. Pues no podremos sino reconocer que todo aquello que perdonamos es parte de Dios Mismo. Y así, Su recuerdo se reinstaurará en nosotros completamente y en su totalidad.
4. Nuestra función es recordarlo a Él aquí en la tierra, tal como se nos ha dado ser Su Propia compleción en la realidad. No nos olvidemos, por lo tanto, de que nuestro objetivo es uno que compartimos, pues en ese recordar es donde radica el recuerdo de Dios y lo que nos señala el camino que conduce hasta Él y hasta el Remanso de Su paz. ¿Cómo no vamos a perdonar a nuestro hermano, que es quien nos puede ofrecer esto? Él es el camino, la verdad y la vida que nos muestra el sendero. En él reside la salvación, que se nos ofrece a través del perdón que le concedemos.
5. No terminaremos este año sin el regalo que nuestro Padre le prometió a Su santo Hijo. Hemos sido perdonados. Y nos encontramos a salvo de toda la ira que le atribuíamos a Dios y que después descubrimos no era más que un sueño. Se nos ha restituido la cordura, en la que comprendemos que la ira es una locura, el ataque algo demente y la venganza una mera fantasía pueril. Nos hemos salvado de la ira porque nos dimos cuenta de que estábamos equivocados. Eso es todo. ¿Y se encolerizaría un padre con su hijo porque éste no hubiese comprendido la verdad?
6. Venimos a Dios y con honestidad le decimos que no habíamos entendido, y le pedimos que nos ayude a aprender Sus lecciones a través de la Voz del Maestro que Él Mismo nos dio. ¿E iba Dios acaso a hacerle daño a Su Hijo? ¿O bien se apresuraría a contestar de inmediato, diciendo: "Éste es Mi Hijo, y todo lo que tengo le pertenece"? Ten por seguro que así es como responderá, pues éstas son Sus Propias Palabras para ti. Y nadie podrá jamás tener más que esto, pues en esas Palabras yace todo lo que existe y todo lo que jamás existirá por los siglos de los siglos, así como en la eternidad.

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miércoles, 10 de abril de 2019

Lección 358 de Un Curso de Milagros

Ninguna invocación a Dios puede dejar de ser oída o no recibir respuesta. Y de esto puedo estar seguro: Su respuesta es la única que realmente deseo

1. Tú que recuerdas lo que realmente soy, eres el único que recuerda lo que realmente deseo. Hablas en Nombre de Dios, y, por lo tanto, hablas en mi nombre. Y lo que me concedes procede de Dios Mismo. Tu Voz, entonces, Padre mío, es mía también, y lo único que quiero es lo que Tú me ofreces, en la forma exacta en que Tú eliges que yo lo reciba. Permíteme recordar todo lo que no sé, y deja que mi voz se acalle, mientras lo recuerdo. Y no dejes que me olvide de Tu Amor ni de Tu cuidado, antes bien, ayúdame a mantener siempre presente en mi conciencia la promesa que le hiciste a Tu Hijo. No dejes que olvide que mi ser no es nada, pero que mi Ser lo es todo.

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Reflexión: La lección de hoy habla acerca de la oración, pero como en los chistes, te tengo una mala noticia y otra buena. ¿Cuál quieres que te cuente primero? Mejor empecemos por la mala. La mala es que si invocas a Dios desde el ego pierdes tu tiempo. Si ruegas porque te toque la lotería, por encontrar tu pareja especial, por sanar una enfermedad física o solucionar cualquier problema que creas tener, no es probable que ocurra lo que esperas. Dios es ajeno al mundo y no interviene en él. Lo mismo se puede decir de su Voz, el E.S. quien ve el mundo pero sabe que es una ilusión. Él no intervendrá nunca para concederle ningún deseo a tu ego pues lo ignora completamente. El E.S. sabe quienes eres en realidad, lo que necesitas y deseas, y aquí llega la buena noticia. La buena es que cualquier petición que hagamos es siempre contestada, respuesta que no siempre coincide con las expectativas del ego quien no tardará en quejarse de lo malo que es Dios porque no le hace ningún caso. Cualquier respuesta del E.S. a nuestras peticiones está destinada exclusivamente a nuestra sanación (despertar), no ha anclarnos aún más en la ilusión.

Siempre recibes respuesta a cualquier petición pero el ego nunca la percibe. Escuchar la Voz de Dios en respuesta precisa que tú acalles la voz de tu ego. Conforme vayas avanzando en esa habilidad te darás cuenta que estás conectado, rodeado de Amor y protegido. El ego (el ser) no es nada, pero el Cristo en ti (el Ser) lo es todo. La respuesta del E.S. está siempre destinada a fortalecer la consciencia de tu Ser, no la de tu ego.

El Espíritu Santo no es el que habla primero, pero siempre contesta. Todo el mundo en uno u otro momento ha acudido a Él para de una u otra forma obtener ayuda, y Él ha contestado. Puesto que el Espíritu Santo responde de verdad, responde para siempre, lo cual quiere decir que todo el mundo dispone de la respuesta ahora mismo.
(T-6.IV.3.2:4)

Tal vez insistas en que el Espíritu Santo no te contesta, pero quizá sería más prudente examinar qué clase de peticionario eres. No pides únicamente lo que deseas. Ello se debe a que temes recibirlo, y ciertamente lo recibirías. Por eso es por lo que se lo sigues pidiendo al maestro que no puede dártelo. De él nunca podrás aprender qué es lo que deseas, y esto te da una ilusión de seguridad. Sin embargo, no puedes estar a salvo de la verdad, sino que sólo puedes estar a salvo en la verdad. La realidad es tu única seguridad. Tu voluntad es tu salvación porque es la misma que la de Dios. La separación no es más que la creencia de que es diferente.
(T-9.I.7)

En el párrafo anterior, el maestro que no puede darte lo que deseas es el ego. Cuando se dice que no pides únicamente lo que deseas, se refiere a que tu ego pide muchas cosas y de esa manera evitas pedir lo que realmente quieres (la paz de Dios), no vaya a ser que la obtengas teniendo que renunciar a todos los demás sueños y deseos que son los que te quitan la paz. Por eso nunca hallarás paz deseando lo que no es real. Sólo hallarás paz cuando desees lo que es real. La respuesta del E.S. entonces no te fallará.

Cuando le pides al Espíritu Santo lo que te podría hacer daño Él no puede contestarte porque no hay nada que te pueda hacer daño, y, por lo tanto, no estás pidiendo nada. Cualquier deseo que proceda del ego es un deseo de algo que no existe, y solicitarlo no constituye una petición. Es simplemente una negación en forma de petición. El Espíritu Santo no le da importancia a la forma, ya que sólo es consciente de lo que tiene significado. El ego no puede pedirle nada al Espíritu Santo porque no existe comunicación entre ellos. Tú, en cambio, puedes pedirle todo porque las peticiones que le haces a Él son reales, al proceder de tu mente recta. ¿Negaría el Espíritu Santo la Voluntad de Dios? ¿Y podría dejar de reconocerla en Su Hijo?
(T-9.I.9)

Vayamos a un caso concreto. ¿Por qué si pido sanar de una enfermedad física no me curo? Primero porque el E.S. no reconoce el cuerpo como realidad. Puede que sabiendo lo anterior entonces le pidas al E.S. sanar los pensamientos de tu mente-ego que se manifiestan como enfermedad en tu cuerpo, pero si lo haces con miedo, tampoco ocurrirá tu sanación pues el E.S. entenderá que no la quieres. De hecho ignorará tu petición porque procede de tu ego temeroso y el E.S. no escucha al ego.

Supongamos, pues, que lo que le pides al Espíritu Santo es lo que realmente deseas, pero aún tienes miedo de ello. Si ese fuese el caso, obtenerlo ya no sería lo que deseas. Por eso es por lo que algunas formas específicas de curación no se logran, aun cuando se haya logrado el estado de curación. Un individuo puede pedir ser curado físicamente porque tiene miedo del daño corporal. Al mismo tiempo, si fuese curado físicamente, la amenaza que ello representaría para su sistema de pensamiento podría causarle mucho más miedo que la manifestación física de su aflicción. En ese caso no estaría pidiendo realmente que se le liberase del miedo, sino de un síntoma que él mismo eligió. Por lo tanto, no estaría pidiendo realmente ser curado.
(T-9.II.2)

La Biblia subraya que toda oración recibirá respuesta, y esto es absolutamente cierto. El hecho mismo de que se le haya pedido algo al Espíritu Santo garantiza una respuesta. Es igualmente cierto, no obstante, que ninguna de las respuestas que Él dé incrementará el miedo. Es posible que Su respuesta no sea oída. Es imposible, sin embargo, que se pierda. Hay muchas respuestas que ya has recibido pero que todavía no has oído. Yo te aseguro que te están esperando.
(T-9.II.3)

El siguiente párrafo es muy revelador. Imagina que quieres ser contestado sobre alguna cuestión concreta sobre la que necesitas guía y le pides al E.S. pero desconfías de la gente a tu alrededor. Sí desconfías de la santidad en ellos desconfías de la propia y entonces estás en tu ego. No recibirás respuesta. Sin embargo cuando no juzgas y confías en que obtendrás respuesta, no importa de dónde, la obtendrás.

Si quieres tener la certeza de que tus oraciones son contestadas, nunca dudes de un Hijo de Dios. No pongas en duda su palabra ni lo confundas, pues la fe que tienes en él es la fe que tienes en ti mismo. Si quieres conocer a Dios y Su Respuesta, cree en mí cuya fe en ti es inquebrantable. ¿Cómo ibas a poder pedirle algo al Espíritu Santo sinceramente, y al mismo tiempo dudar de tu hermano? Cree en la veracidad de sus palabras por razón de la verdad que mora en él. Te unirás a la verdad en él, y sus palabras serán verdaderas. Al oírlo a él me oirás a mí. Escuchar la verdad es la única manera de poder oírla ahora y de finalmente conocerla.
(T-9.II.4)

El mensaje que tu hermano te comunica depende de ti. ¿Qué te está diciendo? ¿Qué desearías que te dijese? Lo que hayas decidido acerca de tu hermano determina el mensaje que recibes. Recuerda que el Espíritu Santo mora en él, y Su Voz te habla a través de él. ¿Qué podría decirte un hermano tan santo, excepto la verdad? Mas ¿le escuchas? Es posible que tu hermano no sepa quién es, pero en su mente hay una luz que sí lo sabe. El resplandor de esta luz puede llegar hasta tu mente, infundiendo verdad a sus palabras y haciendo posible el que las puedas oír. Sus palabras son la respuesta que el Espíritu Santo te da a ti. ¿Es la fe que tienes en tu hermano lo suficientemente grande como para permitirte oír dicha respuesta?
(T-9.II.5)

Tener fe en tu hermano no quiere decir que hagas caso a todo lo que te digan los demás porque quieras hacer de tu fe en ellos algo inquebrantable. Te volverías como una veleta al viento. Los demás también pueden estar hablando desde sus egos y harías mal en aceptar y obedecer todo lo que te digan. Si vives en tu Ser, él mismo se encargará de filtrar al ego en los demás pasándolo por alto. Sólo el Ser escucha al Ser y sólo el ego escucha al ego. Tu fe es en el Ser de tu hermano no en su ego.

No puedes rezar sólo para ti, de la misma manera en que no puedes encontrar dicha sólo para ti. La oración es la re-afirmación de la inclusión, dirigida por el Espíritu Santo de acuerdo con las leyes de Dios. En tu hermano reside tu salvación. El Espíritu Santo se extiende desde tu mente a la suya, y te contesta. No puedes oír la Voz que habla por Dios sólo en ti, porque no estás solo. Y Su respuesta va dirigida únicamente a lo que eres. No podrás saber la confianza que tengo en ti a no ser que la extiendas. No tendrás confianza en la dirección que te ofrece el Espíritu Santo, o no creerás que es para ti, a menos que la oigas en otros. Tiene que ser para tu hermano por el hecho de que es para ti. ¿Habría acaso creado Dios una Voz que fuese sólo para ti? ¿Cómo podrías oír Su respuesta, excepto cuando el Espíritu Santo responde a todos los Hijos de Dios? Oye de tu hermano lo que quisieras que yo oyese de ti, pues tú no querrías que yo fuese engañado.
(T-9.II.6)

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lunes, 8 de abril de 2019

Lección 357 de Un Curso de Milagros

La verdad contesta toda invocación que le hacemos a Dios, respondiendo en primer lugar con milagros, y retornando luego a nosotros para ser ella misma

1. El perdón -el reflejo de la verdad- me enseña cómo ofrecer milagros y así escapar de la prisión en la que creo vivir. Tu santo Hijo me es señalado, primero en mi hermano, y después en mí. Tu Voz me enseña con gran paciencia a oír Tu Palabra y a dar tal como recibo. Y conforme contemplo a Tu Hijo hoy, oigo Tu Voz indicándome la manera de llegar a Ti, tal como Tú dispusiste que ésta debía ser. "Contempla su impecabilidad y sé curado".

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Reflexión: El perdón es lo más parecido a la verdad aquí en el mundo (recalco que hablamos del perdón desde el punto de vista de UCdM, no de lo que todos entienden por perdón). Así, el título de la lección de hoy equivale a decir que "El perdón contesta toda invocación que le hacemos a Dios...". Cada vez que perdonamos hacemos una invocación a Dios y abrimos la puerta para que se produzca un milagro deshaciendo un poco más la ilusión que sostiene al mundo. La vía del perdón es siempre de ti a tu hermano, y Dios contesta de tu hermano a ti. 

En la lección anterior hablábamos de la enfermedad, pero la enfermedad no se restringe a la del cuerpo físico por cuanto que todo es mental. Ver separación, carencia, destrucción, desesperanza y muerte en el mundo refleja la enfermedad de la mente errónea o mente-ego. Igualmente no puedes restringir la concepción de lo que es tu hermano sólo a las demás personas. También lo son los animales y todos los demás seres vivos aquí y en otros mundos. Tu perdón, por lo tanto, no puede hacer excepciones ni estar restringido sólo al ser humano mientras excluyes el resto de seres en el univeso. 

No percibas en la enfermedad más que una súplica de amor, y ofrécele a tu hermano lo que él cree que no se puede ofrecer a sí mismo. Sea cuál sea la enfermedad, no hay más que un remedio. Alcanzarás la plenitud a medida que restaures la plenitud de otros, pues percibir en la enfermedad una petición de salud es reconocer en el odio una súplica de amor. Y dar a un hermano lo que realmente desea es ofrecértelo a ti mismo, ya que tu padre dispone que comprendas que tu hermano y tú sois lo mismo. Concédele su petición de amor, y la tuya quedará concedida. La curación es el Amor de Cristo por Su Padre y por Sí Mismo.
(T-12.II.3)

En definitiva, se te está enseñando una nueva forma de ver el mundo perdonando, la cual al final será tu propia salvación puesto que no puedes ver nada que no quieras ver, formando todo parte de ti como una unidad: ¡Es tu propia condición mental!. El Cielo mismo es una condición mental, no es ningún lugar a donde ir, y nunca te separaste de Dios. La salvación del mundo depende enteramente de ti, pero no de lo que hagas en él, sino de cómo lo veas, y ha de ser con la Visión de la que Cristo te dota, para nada con los ojos del cuerpo y la percepción.  

La proyección da lugar a la percepción. El mundo que ves se compone de aquello con lo que tú lo dotaste. Nada más. Pero si bien no es nada más, tampoco es menos. Por lo tanto, es importante para ti. Es el testimonio de tu estado mental, la imagen externa de una condición interna. Tal como el hombre piense, así percibirá. No trates, por lo tanto, de cambiar el mundo, sino elige más bien cambiar de mentalidad acerca de él. La percepción es un resultado, no una causa. Por eso es por lo que el concepto de grados de dificultad en los milagros no tiene sentido. Todo lo que se contempla a través de la visión es sano y santo. Nada que se perciba sin ella tiene significado. Y donde no hay significado, hay caos.
La condenación es un juicio que emites acerca de ti mismo, y eso es lo que proyectas sobre el mundo. Si lo ves como algo condenado, lo único que verás es lo que tú has hecho para herir al Hijo de Dios. Si contemplas desastres y catástrofes, es que has tratado de crucificarlo. Si ves santidad y esperanza, es que te has unido a la Voluntad de Dios para liberarlo. Éstas son las únicas alternativas que tienes ante ti. Y lo que veas dará testimonio de tu elección y te permitirá reconocer cuál de ellas elegiste. El mundo que ves tan sólo te muestra cuánta dicha te has permitido ver en ti y aceptar como tuya. Y si ése es su significado, el poder de dar dicha tiene entonces que encontrarse en ti.
(T-21.Introducción.1:2)

A veces acostumbro a terminar la lección con un chiste, pero hoy lo hago mejor con dos adivinanzas:

P: ¿Cómo se entrena el alumno del maestro Miyagi, Daniel Larusso, para repartir golpes en la película Karate Kid?

R: Da cera, quita cera, da cera, quita cera...

La anterior ha sido fácil. Ahora viene la pregunta verdaderamente difícil:

P: ¿Cómo se entrena el alumno de Un Curso de Milagros para repartir perdón en la película del mundo? (una pista al final de T-21.Introducción.1:2)
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R: ¡Da dicha, recibe dicha, da dicha, recibe dicha...!

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sábado, 6 de abril de 2019

Lección 356 de Un Curso de Milagros

La enfermedad no es sino otro nombre para el pecado. La curación no es sino otro nombre para Dios. El milagro es, por lo tanto, una invocación que se le hace a Él

1. Padre, prometiste que jamás dejarías de contestar cualquier petición que Tu Hijo pudiese hacerte. No importa dónde esté, cuál parezca ser su problema o en qué crea haberse convertido. Él es Tu Hijo, y Tú le contestarás. El milagro es un reflejo de Tu Amor, y, por lo tanto, es la contestación que él recibe. Tu Nombre reemplaza a todo pensamiento de pecado, y aquel que es inocente jamás puede sufrir dolor alguno. Tu Nombre es la respuesta que le das a Tu Hijo porque al invocar Tu Nombre él invoca el suyo propio.

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Reflexión: La enfermedad supone creer en el cuerpo y vivir en él teniendo que usar la percepción. Si te crees un cuerpo y vives a través de él, eres susceptible de cometer pecado, o en su defecto, de cometer faltas o errores. La gente que se considera atea dice no creer en Dios ni en el pecado, pero se puede sentir culpable igualmente cuando hace algo contra su parecer, sea de manera intencional o no. En ese sentido no hay diferencia entre cometer un pecado y cometer una falta si te hace sentir culpabilidad pues las consecuencias son las mismas. Una vez sientes culpa un conflicto interno se pone en marcha, que si actúa de forma persistente se reflejará en el cuerpo, primero como síntoma con más o menos dolor, y finalmente como enfermedad. 

La percepción es una función del cuerpo, y, por lo tanto, supone una limitación de la conciencia. La percepción ve a través de los ojos del cuerpo y oye a través de sus oídos. Produce las limitadas reacciones que éste tiene. El cuerpo aparenta ser, en gran medida, auto-motivado e independiente, mas en realidad sólo responde a las intenciones de la mente. Si la mente lo utiliza para atacar, sea de la forma que sea, el cuerpo se convierte en la víctima de la enfermedad, la vejez y la decrepitud.
(Prefacio UCDM. ¿Qué Postula?, del párrafo 8)

Todos sabemos que la medicina tradicional combate los síntomas más que otra cosa. Muchos pacientes tiene recaídas cuando creían haber superado su mal debido a que persisten las causas las cuales no se trataron. Por supuesto que lo anterior no significa que se deba abandonar el tratamiento con lo que el curso llama "principios mágicos". Si la mente-ego creyéndose en un cuerpo cree poder enfermar, no es un error usar medicación para que igualmente pueda creer que puede sanar, aunque esa no sea siempre la solución. En cualquier caso sería beneficioso tratar la causa del conflicto que originó la enfermedad a nivel mente para asegurar que no vuelva a manifestarse. Así, la enfermedad es producida, en definitiva, por la mentalidad no recta (la mentalidad ego) y su confusión de niveles, que proyecta o atribuye al cuerpo propiedades que no tiene.

La enfermedad, no obstante, no es algo que se origine en el cuerpo, sino en la mente. Toda forma de enfermedad es un signo de que la mente está dividida y de que no está aceptando un propósito unificado.
(T-8.IX.8.6:7)

Un paso importante en el plan de la Expiación es deshacer el error en todos los niveles. La enfermedad o "mentalidad-no-recta" es el resultado de una confusión de niveles, pues siempre comporta la creencia de que lo que está mal en un nivel puede afectar adversamente a otro. Nos hemos referido a los milagros como un medio de corregir la confusión de niveles, ya que todos los errores tienen que corregirse en el mismo nivel en que se originaron. Solo la mente puede errar. El cuerpo sólo puede actuar equivocadamente cuando está respondiendo a un pensamiento falso. El cuerpo no puede crear y la creencia de que puede -error básico- da lugar a todos los síntomas físicos. Las enfermedades físicas implican la creencia en la magia. La distorsión que dio lugar a la magia se basa en la creencia de que existe una capacidad creativa en la materia que la mente no puede controlar. Este error puede manifestarse de dos formas: se puede creer que la mente puede crear falsamente en el cuerpo, o que el cuerpo puede crear falsamente en la mente. Cuando se comprende que la mente -el único nivel de creación- no puede crear más allá de sí misma, ninguno de esos dos tipos de confusión tiene por qué producirse.
(T-2.IV.2)

Todos los remedios materiales que aceptas como medicamento para los males corporales son reafirmaciones de principios mágicos. Éste es el primer paso que nos conduce a la creencia de que el cuerpo es el causante de sus propias enfermedades. El segundo paso en falso es tratar de curarlo por medio de agentes no-creativos. Esto no quiere decir, sin embargo, que el uso de tales agentes con propósitos correctivos sea censurable. A veces la enfermedad tiene tan aprisionada a la mente que temporalmente le impide a la persona tener acceso a la Expiación. En ese caso, tal vez sea prudente usar un enfoque conciliatorio entre el cuerpo y la mente en el que a algo externo se le adjudica temporalmente la creencia de que puede curar. Esto se debe a que lo que menos puede ayudar al que no está en su mente recta o al enfermo es hacer algo que aumente su miedo. De por sí ya se encuentra en un estado debilitado debido a éste. Exponerle prematuramente a un milagro podría precipitarle al pánico, lo cual es muy probable que ocurriese en aquellos casos en que la percepción invertida ha dado lugar a la creencia de que los milagros son algo temible.
(T-2.IV.4)

La sanación llega de mano de los milagros, entendidos como la corrección del pensamiento de la mente errada o mente-ego que nos condujo a la enfermedad. Abrimos la posibilidad al milagro cuando empezamos a vivir desde la mente recta, ésto es, en un estado amoroso que nos lleva a perdonar las creencias que hay detrás de los pensamientos que nos enfermaron. El reto que se plantea es que no todo el mundo es capaz de sostenerse en ese estado de plenitud, ni de saber siempre con certeza cuáles son esas creencias causando los pensamientos que nos ponen enfermos, emociones mediante. La bioneuroemoción es una técnica humanista aún muy cuestionada y de la que a lo mejor escuchaste hablar, que pretende comprender y mejorar tu bienestar emocional, una pretensión de atajo hacia la curación; aunque la mejor sanación y prevención es vivir desde la mente-recta haciendo de tu forma de vida un milagro diario .

Los milagros reorganizan la percepción y colocan todos los niveles en su debida perspectiva. Esto cura ya que toda enfermedad es el resultado de una confusión de niveles.
(T-1.I.23)

La mente que está libre de culpa no puede sufrir. Al estar sana, sana a su vez al cuerpo porque ella misma ha sanado. Las enfermedades son inconcebibles para la mente sana, ya que no puede concebir atacar a nada ni a nadie. 
(T-5.V.5.1:3)

Quizás aún te parezca una explicación muy vaga que vivir desde la mente-ego es en si mismo una enfermedad y predispone a ella. Quizás quieras razones más concretas. Profundicemos un poco más en ello. Podría decirte que la enfermedad es la principal defensa conque cuenta el ego para justificar su propia existencia separada de Dios.

Dije antes que la enfermedad es una forma de magia. Quizá sería mejor decir que es una forma de solución mágica. El ego cree que castigándose a sí mismo mitigará el castigo de Dios. Mas incluso en esto es arrogante. Le atribuye a Dios la intención de castigar, y luego adoptar esa intención como su propia prerrogativa. El ego trata de usurpar todas las funciones de Dios tal como las percibe porque reconoce que sólo se puede confiar en una lealtad absoluta.
(T-5.V.5.4:9)

El ego tiene un marcado interés por la enfermedad. Si estás enfermo, ¿cómo podrías refutar su firme creencia de que no eres invulnerable? Éste es un razonamiento atractivo desde el punto de vista del ego porque encubre el ataque obvio que subyace a la enfermedad. Si reconocieses esto y además te opusieras al ataque, no podrías utilizar la enfermedad como un falso testigo para defender la postura del ego.
(T-8.VIII.3.2:5)

La postura del ego es identificarse con el cuerpo. Aunque el cuerpo es fabricado por la mente-ego, el cuerpo es neutro, como todo dentro de la ilusión del mundo, y no puede adoptar ninguna función ni propósito por si mismo sino el que nosotros, como mente, le atribuimos. Con la enfermedad el ego ya se ha apropiado sobradamente del cuerpo para asignarle una, la de su hogar, pudiéndose convertir así en víctima pero al mismo tiempo en verdugo para las otras personas que lo rodean. 

Todavía sigue siendo cierto que el cuerpo, de por si, no tiene ninguna función porque no es un fin. El ego, no obstante, lo establece como un fin porque, como tal, su verdadera función queda velada. Éste es el propósito de todo lo que el ego hace. Su único objetivo es hacer que se pierda de vista la función de todo. Un cuerpo enfermo no tiene sentido. No puede tener sentido porque la enfermedad no es el propósito del cuerpo. La enfermedad tendría sentido sólo si las dos premisas básicas en las que se basa la interpretación que el ego hace del cuerpo fuesen ciertas: que el propósito del cuerpo es atacar, y que tú eres un cuerpo. Sin estas dos premisas la enfermedad es inconcebible.
(T-8.VIII.5)

Identificado con el cuerpo puedes ser herido para convertirte en víctima, o puedes atacar e infringir dolor en un juego en el que el ego, en su diálogo interno, se pierde en justificaciones, análisis y conjeturas que no llevan a ninguna parte pero que sin embargo son su aliento de vida: "que si me ignoró", "que si me atacó", "que si no me ha tratado como debería ser", "que si pensó mal de mí", "¿por qué habrá hecho tal cosa?", "¿por qué no habrá hecho tal cosa?", "¿por qué lo hizo como lo hizo?", "él/ella debería de...", "Yo debería de...", "¿por qué Dios me castiga con esta enfermedad?", etc.

La enfermedad es una forma de demostrar que puedes ser herido. Da testimonio de tu fragilidad, de tu vulnerabilidad y de tu extrema necesidad de depender de dirección externa. El ego usa esto como su mejor argumento para demostrar que necesitas su dirección. Impone un sinfín de reglas para que se eviten funestos desenlaces. El Espíritu Santo, perfectamente consciente de la misma situación, no se molesta en analizarla en absoluto. Si los datos no tienen sentido, no tiene objeto analizarlos.
(T-8.VIII.6)

¿Por qué cuesta tanto sanar? No lo parece pero detrás hay miedo a la vida en general, miedo de estar sano y a la responsabilidad que ello conlleva, y miedo a la propia grandeza. Estando sano no tienes motivos para defenderte y no puedes ser víctima de nadie ni puedes justificarte. Tampoco puedes manipular a los demás, ni llamar su atención para rogar un poco de su amor. Detrás de la enfermedad hay una falta de autoestima producida por la confusión de identidad, y un estado general de ignorancia del verdadero ser que sólo la invocación del nombre de Dios, y del propio como Hijo de Dios, puede hacer recordar. 

La plenitud cura porque es algo propio de la mente. Toda clase de enfermedad, e incluso la muerte, son expresiones físicas del miedo a despertar. Son intentos de reforzar el sueño debido al miedo a despertar. Ésta es una forma patética de tratar de no ver inutilizando la facultad de ver.
(T-8.IX.3)

La enfermedad es idolatría porque es la creencia de que se te puede desposeer de tu poder. Esto, no obstante, es imposible porque formas parte de Dios, que es todo poder.
(T-10.III.4.4:5)

Cuando un hermano está enfermo es porque no está pidiendo paz, y, por lo tanto, no sabe que ya dispone de ella. Aceptar la paz es negar lo ilusorio, y la enfermedad es una ilusión. 
(T-10.III.7.1:2)

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Regresar a Dios

  "Imagen satelital del río Amazonas fundiéndose con el Océano Atlántico.  Fuente: Agencia Espacial Europea (ESA), dominio público. La ...