¿Cómo iban a poder satisfacer las ilusiones al Hijo de Dios?
1. Padre, la verdad me pertenece. Mi hogar se estableció en el Cielo mediante tu voluntad y la mía.¿Podrían contentarme los sueños? ¿Podrían brindarme felicidad las ilusiones? ¿Qué otra cosa sino Tu recuerdo podría satisfacer a Tu Hijo? No me contentaré con menos de lo que Tú me has dado. Tu Amor, por siempre dulce y sereno, me rodea y me mantiene a salvo eternamente. El Hijo de Dios no puede sino ser tal como Tú lo creaste.
2. Hoy dejamos atrás las ilusiones. Y si oímos a la tentación llamarnos e invitarnos a que nos entretengamos con un sueño, nos haremos a un lado y nos preguntaremos si nosotros, los Hijos de Dios, podríamos contentarnos con sueños cuando podemos elegir el Cielo con la misma facilidad que el infierno. Y el amor reemplazará gustosamente todo temor.
Reflexión: En el ejercicio 270 se explicaba en un dibujo cómo es creada la percepción a partir del deseo. Precisamente el título del ejercicio de hoy pone en cuestión el valor de las ilusiones como deseo. ¿Para qué desear lo que no es nada?. Es solamente cambiando el deseo por las ilusiones al deseo por la realidad lo que finalmente nos conducirá al Cielo.
De los dos textos que aparecen abajo el primero dice que "el mundo que has fabricado está compuesto de lo que tú no deseas" (T-12.III.9), pero en el segundo que "tu deseo es lo que quieres y será lo que contemplarás" (T-21.VII.13). ¿Cómo se reconcilia esta aparente contradicción?. No hay contradicción.
No es éste un mundo que provenga de la voluntad, pues está regido por el deseo de ser diferente de Dios, y ese deseo no tiene nada que ver con la voluntad. El mundo que has fabricado es, por lo tanto, completamente caótico, y está regido por "leyes" arbitrarias que no tienen sentido ni significado alguno. Se compone de lo que tú no deseas, lo cual has proyectado desde tu mente porque tienes miedo de ello. Sin embargo, un mundo así sólo se puede encontrar en la mente de su hacedor, junto con su verdadera salvación. No creas que se encuentra fuera de ti, ya que únicamente reconociendo dónde se encuentra es como podrás tener control sobre él. Ciertamente tienes control sobre tu mente, ya que la mente es el mecanismo de decisión.
(T-12.III.9.5:9)
El poder del deseo del Hijo de Dios sigue siendo la prueba de que todo aquel que se considera a sí mismo impotente está equivocado. Desea lo que quieres, y eso será lo que contemplarás y creerás que es real. No hay un solo pensamiento que esté desprovisto del poder de liberar o de matar. Ni ninguno que pueda abandonar la mente del pensador, o dejar de tener efectos sobre él.
(T-21.VII.13.5:8)
No desear también es desear. En el mundo proyectas tu deseo de sentirte especial porque crees que eso te hará feliz. Sin embargo, dicho deseo conlleva aparejados los sentimientos de miedo y culpa al creerte separado de Dios. Por eso, tarde o temprano, el especialismo al que te aferras termina produciendo lo que tú no deseas. La culpa, el miedo y el dolor es el precio que terminas pagando por creer en la ilusión, pues verás un mundo que puede que te guste por momentos mientras disfrutas de tu especialismo, pero en algún momento la ilusión se derrumbará y entonces te llegará el sufrimiento. Describiré mejor este mecanismo próximamente en un post que preparo sobre las relaciones de pareja, relaciones especiales.
Dice el dicho "la vida es cambio". Así que la ilusión te satisfará durante un periodo de tiempo pero no durará eternamente, y cuando llegue a su fin, el dolor y la pena vendrán a atormentarte si estás apegado a tu ilusión.
Podría afirmarse, por lo tanto, que la ley básica de la percepción es: "Te regocijarás con lo que veas, pues lo ves para regocijarte". Y mientras creas que el sufrimiento y el pecado te pueden proporcionar alegría, seguirán estando ahí para que los veas. Nada es de por sí perjudicial o beneficioso a menos que así lo desees. Tu deseo es lo que determina los efectos que ha de tener en ti porque lo elegiste como un medio para obtener esos efectos, creyendo que eran los portadores del regocijo y de la felicidad.
No busques fuera de ti mismo. Pues será en vano y llorarás cada vez que un ídolo se desmorone. El Cielo no se puede encontrar donde no está, ni es posible hallar paz en ningún otro lugar excepto en él. Ninguno de los ídolos que veneras cuando llamas a Dios te contestará en Su lugar. Ninguna otra respuesta que puedas utilizar como substituto te proporcionará la felicidad que sólo Su respuesta brinda. No busques fuera de ti mismo. Pues todo tu dolor procede simplemente de buscar en vano lo que deseas, y de insistir que sabes dónde encontrarlo. ¿Y qué pasaría si no estuviese allí? ¿Preferirías tener razón a ser feliz? Alégrate de que se te diga dónde reside la felicidad, y no la sigas buscando por más tiempo en ningún otro lugar, pues buscarás en vano. Mas se te ha concedido conocer la verdad, y saber que no la debes buscar fuera de ti mismo.
Sólo la dicha del Amor de Dios puede llenarte plena y satisfactoriamente, y esa dicha sólo la puedes encontrar buscándola dentro de ti, no fuera.