martes, 2 de octubre de 2018

Lección 244 de Un Curso de Milagros

No estoy en peligro en ningún lugar del mundo

1. Tu Hijo está a salvo dondequiera que se encuentre porque Tú estás allí con él. Sólo con que invoque Tu Nombre recordará su seguridad y Tu Amor, pues éstos son Uno. ¿Cómo puede temer, dudar o no darse cuenta de que es imposible que pueda sufrir, estar en peligro o ser infeliz cuando él te pertenece a tí, es bienamado y amoroso, y está por siempre a salvo en Tu Paternal abrazo?
2. Y ahí es en verdad donde nos encontramos. No hay tormenta que pueda venir a azotar el santuario de nuestro hogar. En Dios estamos a salvo, pues, ¿qué podría suponer una amenaza para Dios, o venir a asustar a lo que por siempre ha de ser parte de Él?

* * * 
Reflexión: la sensación de peligro está asociada al miedo, miedo a perder o miedo a que eso te haga daño. ¿Y qué puedes perder?. Creemos poder perder muchas cosas, bienes o personas que amamos; también a sufrir daño en nuestra salud o perder la propia vida. Pero el miedo no deja de ser una percepción inducida por nuestras creencias, nuestra manera de pensar en el sueño. 

Cuando no reconoces la autoría de tus proyecciones, crees que aquello que proyectas es algo real ajeno a ti. Entonces, tanto si se trata de algo que detestas como de algo que quieres, eso te provoca miedo porque lo crees fuera de tu control. Si es porque lo detestas porque no lo quieres contigo, y si es porque lo amas porque temes perderlo. Temes sufrir lo que juzgas como malo y perder lo que juzgas como bueno. Sin embargo, no existe lo malo y lo bueno ya que es tu juicio el que hace que las cosas sean de una o de otra manera.

Tienes miedo de todo aquello que has percibido y te has negado a aceptar. Crees que por haberte negado a aceptarlo has perdido control sobre ello. Por eso es por lo que lo ves en pesadillas, o disfrazado bajo apariencias agradables en lo que parecen ser tus sueños más felices. Nada que te hayas negado a aceptar puede ser llevado a la conciencia. De por sí, no es peligroso, pero tú has hecho que a ti te parezca que lo es.
(T-3.VI.4)

Tu ego, demente, ha construido una identidad separada y su propio mundo aparte de Dios, y cree que eso le mantiene a salvo, pero no es así. Tratar de mantener intactas todas sus fantasías causa que te vuelvas prisionero del miedo y que sientas peligro por todas partes, pues no hay separación entre el ego y el miedo; ambos son lo mismo y nacieron al unísono. Por eso, mientras sigas identificado con tu ego y trates de defenderlo es irremediable que sientas miedo y peligro. Pero recuerda que el ego es ficticio, no es nada.

Hay un pensamiento en particular que debe recordarse a lo largo del día. Es un pensamiento de pura dicha, de paz; de liberación ilimitada; ilimitada porque todas las cosas se liberan dentro de él. Crees que has construido un lugar seguro para ti mismo. Crees que has forjado un poder que te puede salvar de todas las cosas aterradoras que ves en sueños. Pero no es así. Tu seguridad no reside ahí. A lo que renuncias es simplemente a la ilusión de que puedes proteger tus ilusiones. Ése es tu temor y sólo ése. ¡Qué insensatez estar atemorizado por nada! ¡Nada en absoluto! Tus defensas son inservibles, mas tú no estás en peligro. No tienes ninguna necesidad de ellas. Reconoce esto y desaparecerán. Y sólo entonces aceptarás tu verdadera protección.
(M-16.6)

¿Cuándo se acaba el miedo? Cuando dejas de identificarte con tu ego y tomas responsabilidad por tus proyecciones, por las cosas que odias y también por aquellas otras que amas; por las cosas malas y buenas. Todas son las mismas falsas creencias tomando posición en el extremo de una misma línea que las conectan. Pero cuando las observas desde tu mente recta te das cuenta de que son falsas, que más allá de ellas no hay nada más que ilusiones. Entonces puedes empezar a derribar tus defensas y a deponer tus armas. Ya no necesitas ser agresivo, ni defenderte tú ni defender tus ideas. Incluso dejas de sentir miedo físico pues sólo es al cuerpo que le puede suceder pero tú ya sabes que tú no eres tu cuerpo. Es entonces que te sientes seguro de verdad y la paz que esa seguridad trae te envuelve, da igual donde quiera que estés y lo que estés haciendo.

Los maestros de Dios han aprendido a ser sencillos. No tienen sueños que tengan que defender contra la verdad. No tratan de forjarse a sí mismos. Su júbilo procede de saber Quién los creó. ¿Y es acaso necesario defender lo que Dios creó? Nadie puede convertirse en un maestro de Dios avanzado hasta que no comprenda plenamente que las defensas no son más que absurdos guardianes de ilusiones descabelladas. Cuanto más grotesco es el sueño, más formidables y poderosas parecen ser sus defensas. Sin embargo, cuando el maestro de Dios acepta finalmente mirar más allá de ellas se da cuenta de que allí no había nada. Lentamente al principio, permite que se le desengañe, pero a medida que su confianza aumenta, aprende más rápido. Cuando se abandonan las defensas no se experimenta peligro. Lo que se experimenta es seguridad. Lo que se experimenta es paz. Lo que se experimenta es dicha. Y lo que se experimenta es Dios.
(M-4.VI.1)

Por supuesto que si te ves en una situación potencialmente peligrosa actuarás para protegerte y para proteger a tus seres queridos y a quien te necesite, pero lo harás de manera diferente a cuando te identificabas con tu ego, porque ya no reaccionarás alocadamente invadido por el temor y la angustia de la urgencia, sino que actuarás con aplomo y la mente serena para hacer lo mejor que te sea inspirado en ese momento libre de todo error.

Puedes hacer cualquier cosa que yo te pida. Te he pedido que obres milagros, y he dejado claro que los milagros son naturales, correctivos, sanadores y universales. No hay nada que no puedan lograr, pero no pueden llevarse a cabo con un espíritu de duda o de temor. Cuando tienes miedo de algo, estás admitiendo que ello tiene el poder de hacerte daño. Recuerda que donde esté tu corazón allí también estará tu tesoro. Crees en lo que consideras valioso. Si tienes miedo, es que estás equivocado con respecto a lo que es valioso. Tu entendimiento inevitablemente evaluará erróneamente, y al otorgar el mismo poder a todos los pensamientos, destruirás inevitablemente la paz. Por eso es por lo que la Biblia habla de "la paz de Dios que supera todo razonar". No hay error que pueda alterar esa paz en lo más mínimo. Dicha paz no permite que nada que no proceda de Dios te afecte. Este es el uso correcto de la negación. No se usa para ocultar nada, sino para corregir el error. Lleva todos los errores ante la luz, y puesto que el error es lo mismo que la oscuridad, corrige todos los errores automáticamente.
(T-2.II.1)

* * * 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Regresar a Dios

  "Imagen satelital del río Amazonas fundiéndose con el Océano Atlántico.  Fuente: Agencia Espacial Europea (ESA), dominio público. La ...