1. Padre, me diste todos Tus Hijos para que fuesen mis salvadores y mis consejeros de visión; los heraldos de Tu santa Voz. En ellos Tú te ves reflejado y en ellos Cristo me contempla desde mi Ser. No permitas que Tu Hijo se olvide de Tu santo Nombre. No permitas que Tu Hijo se olvide de su santo Origen. No permitas que Tu Hijo se olvide de que su nombre es el Tuyo.
2. En este día entramos al paraíso, invocando el Nombre de Dios y el nuestro, reconociendo nuestro Ser en cada uno de nosotros y unidos en el santo Amor de Dios. ¡Cuántos salvadores nos ha dado Dios! ¿Cómo podríamos perdernos en nuestro trayecto hacia Él, cuando Él ha poblado el mundo con aquellos que señalan hacia Él, y nos ha dado la vista para poder contemplarlos?
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Reflexión: Existen dos planes para tu salvación. El del ego no conduce a ningún sitio pues no salva en absoluto.
Tal es el plan del ego para tu salvación. Seguramente habrás notado que está completamente de acuerdo con la doctrina básica del ego que reza: "Busca, pero no halles". Pues, ¿qué mejor garantía puede haber de que no hallarás la salvación que canalizar todos tus esfuerzos buscándola donde no está?
(L-pl1.71.4)
El otro plan de salvación, el de Dios, le da la vuelta al del ego pues dice: "encuentra en todas partes". ¿Cómo es eso? Su plan ve en todos y cada uno de tus hermanos tu salvación.
La Voluntad de Dios es que tú encuentres la salvación. ¿Cómo, entonces, no te iba a haber proporcionado los medios para encontrarla? Si Su Voluntad es que te salves, tiene que haber dispuesto que alcanzar la salvación fuese posible y fácil. Tienes hermanos por todas partes. No tienes que buscar la salvación en parajes remotos. Cada minuto y cada segundo te brinda una oportunidad más para salvarte.
(T.9.VII.1:1-6)
Tú deseas hacer que todos tus encuentros sean felices y discurran en perfecta paz, pero aún no has asentado suficientemente tu divinidad y ante cualquier provocación te ves arrastrado por los impulsos del ego a defenderte o atacar. Es por eso que no debes desanimarte si alguno de esos encuentros resulta siendo desagradable, conflictivo o si eres cuestionado y te sientes tentado de sentirte culpable. Tu trabajo consiste en perdonar/te, da igual si es en retrospectiva y lo haces después que ya no estás con el hermano con el que has bregado.¡Recuerda que lo que ocurrió no importa porque nunca ha pasado!.
El Hijo de Dios es Uno. Tu Ser y el de todos tus hermanos es el mismo Ser, y cada encuentro con uno de ellos, aunque sea conflictivo, te abre la puerta a la salvación si lo miras desde la perspectiva del Espíritu Santo. Cada encuentro con un hermano es una ocasión para recordar tu Ser y para recordar nuestro origen en Dios.
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