Todo tendrá un desenlace feliz
1. Las promesas de Dios no hacen excepciones. Y Él garantiza que la dicha será el desenlace final de todas las cosas. De nosotros depende, no obstante, cuándo habrá de lograrse eso: hasta cuando vamos a permitir que una voluntad ajena parezca oponerse a la Suya. Pues mientras pensemos que esa voluntad es real, no hallaremos el final que Él ha dispuesto sea el desenlace de todos los problemas que percibimos, de todas las tribulaciones que vemos y de todas las situaciones a que nos enfrentamos. Mas ese final es seguro. Pues la Voluntad de Dios se hace en la tierra, así como en el Cielo. Lo buscaremos y lo hallaremos, tal como dispone Su Voluntad, la Cual garantiza que nuestra voluntad se hace.
2. Te damos gracias, Padre, por Tu garantía de que al final todo tendrá un desenlace feliz. Ayúdanos a no interferir y demorar así el feliz desenlace que nos has prometido para cada problema que podamos percibir y para cada prueba por la que todavía creemos que tenemos que pasar.
* * *
Reflexión: Imagina que te pones a hinchar un globo. Tú eres el que sopla, pero entusiasmado, tu atención está puesta en él y te olvidas de ti mismo pues crees que eres el globo mismo. ¿A quién no le ha pasado eso de pequeño?. A tu alrededor otros hacen lo mismo. Veis globos por todos lados, y todos emprendéis una especie de competencia en el que gana quien consiga el globo más grande y más bonito. Llegado un punto, tu globo desgastado o sobre-hinchado, explotará pues no podrá soportar más presión, la que tú mismo le has puesto. Poco antes de explotar ya vas cogiendo miedo presumiendo lo que va a suceder y cierras los ojos, hasta que el globo revienta y quedas como con cara de bobo. ¡Tiene su morbo! ¿verdad?. Podría ocurrir que la explosión del globo sirviera para sacarte de tu hipnosis, despertándote y recordando que eres tú quien ha inflado el globo y ha provocado su explosión para dejar de jugar y reírte de un entretenimiento tan infantil. Pero la mayoría están tan absortos en esta dinámica tan adictiva que, enfadados, desalentados, queriendo tomar revancha o deseando cualquier otra cosa, eligen soplar un nuevo globo de inmediato. Han quedado atrapados en esta distracción ilusoria.
Por cierto, el globo es tu ego pero, como has leído anteriormente, que se deshaga tu ego no te afecta a ti, el soplador que observa la evolución que va tomando el globo. Por supuesto que si eres lo suficientemente despierto, puedes optar por desinflarlo voluntariamente poco a poco y ahorrarte el tremendo estampido para dejar de competir en esta distracción. En el juego parece haber distintos finales con desenlace seguro y siempre es el mismo: el globo (tu ego) termina deshecho, bien porque revienta, pincha o porque simplemente tú lo desinflas. Los globos son efímeros, pero tú (tú espíritu) permaneces indemne separado del destino del globo, sano y salvo por siempre.
El juego de la vida es como esa competencia-juego de globos en donde nos obsesionamos con las formas las cuales son delicadas, engañosas, cambiantes, frágiles durante todo el tiempo, lo que no puede impedir que ocurra la Voluntad de Dios, que es que el juego tenga un final feliz digno de una fiesta, aunque ahora no lo veas así. Sólo tú, eligiéndolo conscientemente, puedes decidir iniciar poner fin a tu partida.
Por cierto, el globo es tu ego pero, como has leído anteriormente, que se deshaga tu ego no te afecta a ti, el soplador que observa la evolución que va tomando el globo. Por supuesto que si eres lo suficientemente despierto, puedes optar por desinflarlo voluntariamente poco a poco y ahorrarte el tremendo estampido para dejar de competir en esta distracción. En el juego parece haber distintos finales con desenlace seguro y siempre es el mismo: el globo (tu ego) termina deshecho, bien porque revienta, pincha o porque simplemente tú lo desinflas. Los globos son efímeros, pero tú (tú espíritu) permaneces indemne separado del destino del globo, sano y salvo por siempre.
El juego de la vida es como esa competencia-juego de globos en donde nos obsesionamos con las formas las cuales son delicadas, engañosas, cambiantes, frágiles durante todo el tiempo, lo que no puede impedir que ocurra la Voluntad de Dios, que es que el juego tenga un final feliz digno de una fiesta, aunque ahora no lo veas así. Sólo tú, eligiéndolo conscientemente, puedes decidir iniciar poner fin a tu partida.
No olvides que una vez que esta jornada ha comenzado, el final es seguro. Las dudas te asaltarán una y otra vez a lo largo del camino, y luego se aplacarán sólo para volver a surgir. El final, no obstante, es indudable. Nadie puede dejar de hacer lo que Dios le ha encomendado que haga. Cuando te olvides de esto, recuerda que caminas a Su lado, con Su Palabra impresa en tu corazón. ¿Quién puede desalentarse teniendo una Esperanza como ésa? Ilusiones de abatimiento parecerán asaltarte, pero aprende a no dejarte engañar por ellas. Detrás de cada ilusión está la realidad y está Dios. ¿Por qué querrías seguir esperando por esto y substituirlo por ilusiones, cuando Su Amor se encuentra tan sólo un instante más allá en el camino donde todas ellas acaban? El final es indudable y está garantizado por Dios. ¿Quién se detendría ante una imagen inerte, cuando un paso más allá el más Santo de todos los Santos abre una puerta inmemorial que conduce más allá del mundo?
(Ep.1)
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