Nada, excepto mis propios pensamientos, me puede hacer daño
1. Padre, Tu Hijo es perfecto. Cuando pienso que algo o alguien me ha hecho daño, es porque me he olvidado de quién soy y de que soy tal como Tú me creaste. Tus Pensamientos sólo pueden proporcionarme felicidad. Si me siento triste, herido o enfermo, es porque he olvidado lo que Tú piensas, y he implantado mis absurdas ideas en el lugar donde a Tus Pensamientos les corresponde estar, y donde están. Nada, excepto mis propios pensamientos, me puede hacer daño. Los Pensamientos que pienso Contigo sólo pueden bendecir, y sólo ellos son verdad.
2. Hoy no me haré daño a mí mismo. Pues me encuentro mucho más allá de cualquier dolor. Mi Padre me puso a salvo en el Cielo y vela por mí. Y yo no quiero atacar al Hijo que Él ama porque lo que Él ama es también objeto de mi amor.
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Reflexión: Echar la culpa a "los demás" de tus males y sufrimientos es la mejor manera de perpetuarlos, manteniendo vigente la creencia en la separación e impidiendo tu crecimiento y despertar. De esta manera el ego consigue su propósito de parasitarte bajo sus pensamientos haciendo que te resulte imposible de creer que no exista la injusticia y que tú no seas víctima del mundo.
Sufrir es poner énfasis en todo lo que el mundo ha hecho para hacerte daño. En esto puede verse claramente la versión descabellada que el mundo tiene de la salvación. Al igual que en un sueño de castigo en el que el soñador no es consciente de lo que provocó el ataque contra él, éste se ve a sí mismo atacado injustamente, y por algo que no es él. Él es la víctima de ese "algo", una cosa externa a él, por la que no tiene por qué sentirse responsable en absoluto. Él debe ser inocente porque no sabe lo que hace, sino sólo lo que le hacen a él. Su ataque contra sí mismo, no obstante, aún es evidente, pues es él quien sufre. Y no puede escapar porque ve la causa de su sufrimiento fuera de sí mismo.
(T-27.VII.1)
¿Hay una salida a esta situación?. Sí, por supuesto. La vas a entender con un ejemplo. Imagina que estás sosteniendo una cerilla y que miras fijamente su llama, hipnotizad@. Das por hecho que es ella la que te está proveyendo de luz y calor, así que te niegas a soltarla, aunque te está quemando los dedos y te produce un tremendo dolor. Te sientes víctima de la vida porque ésta te hace sufrir para conseguir "lo que te hace falta". Tu hipnosis no te ha permitido darte cuenta de que estás bajo el sol. Él es el que te aporta lo que crees que viene de la cerilla.
Ahora se te está mostrando que sí puedes escapar. Lo único que necesitas hacer es ver el problema tal como es, y no de la manera en que lo has urdido. ¿Qué otra manera podría haber de resolver un problema que en realidad es muy simple, pero que se ha envuelto en densas nubes de complicación, concebidas para que el problema siguiera sin resolverse? Sin las nubes, el problema se vería en toda su elemental simplicidad. La elección, entonces, no sería difícil porque una vez que el problema se ve claramente, resulta obvio que es absurdo. Nadie tiene dificultad alguna en dejar que un problema sencillo sea resuelto si ve que le está haciendo daño y que se puede resolver fácilmente.
(T-27.VII.2)
Elévate por encima de todos los pensamientos del ego los cuales solo vienen a confundirte. Entonces podrás advertir que la solución se encuentra en una simple elección, pues es el aferrarte a tu victimismo lo que te causa tanto sufrimiento. Si algo te hace daño, suéltalo. Así de simple.
Sumérgete en la más profunda quietud por un instante. Ven sin ningún pensamiento de nada que hayas aprendido antes, y deja a un lado todas las imágenes que has inventado. Lo viejo y decrépito se derrumbará ante lo nuevo tanto si te opones a ello como si lo apoyas. Ninguna de las cosas que consideras valiosas y dignas de tus atenciones será atacada. Tampoco se atacará tu deseo de oír un llamamiento que jamás existió. Nada te hará daño en este santo lugar adonde vienes a escuchar en silencio y a aprender qué es lo que realmente quieres. Esto será lo único que se te pedirá aprender. Mas al oírlo, comprenderás que lo único que necesitas hacer es abandonar los pensamientos que ya no deseas y que nunca fueron verdad.
(T-31.II.8)
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