miércoles, 16 de enero de 2019

Lección 297 de Un Curso de Milagros

El perdón es el único regalo que doy

1. El perdón es el único regalo que doy, ya que es el único regalo que deseo. Y todo lo que doy, es a mí mismo a quien se lo doy. Ésta es la sencilla fórmula de la salvación. Y yo, que quiero salvarme, la adoptaré, para regir mi vida por ella en un mundo que tiene necesidad de salvación y que se salvará al aceptar yo la Expiación para mí mismo.
2. Padre, ¡cuán certeros son Tus caminos; cuán seguro su desenlace final y cuán fielmente se ha trazado y logrado cada paso de mi salvación mediante Tu Gracia! Gracias a Ti por Tus eternos regalos, y gracias a Ti también por mi Identidad.

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Reflexión: El perdón es un regalo. ¿Por qué?. Por supuesto no hablamos del perdón del ego. El perdón del ego es del tipo "te perdono pero no lo vuelvas a hacer", "te perdono porque me das lástima", "te perdono porque estoy cansado de todo esto y quiero olvidarlo ya" etc. Es un perdón condicional que cuesta dar porque aún hay resentimiento y culpa, lo que hace que ésta última se mantenga latente en el "perdonado", ya que le estás haciendo un favor al ofrecérselo con condescendencia. En este tipo de perdón existe un sentido de separación (tú y el otro) que hace un efecto espejo, y también de manipulación pues lo que ofreces (tu razón, tu posición dominante, tu orgullo...) te es devuelto reflejado de manera inversa siendo algo diferente; de hecho es lo contrario a lo que das (su error, su sumisión, su vergüenza...).

Mientras el perdón del ego es un favor que preserva la ilusión de separación, el perdón de UCdM es un regalo que la disuelve. Un regalo es algo que se da en señal de afecto o consideración, ésto es, porque brota buenamente desde el corazón sin esperar nada a cambio. Es cuando no esperas nada que "todo lo que das te lo das a ti mismo" (Lección 126) porque no estás proyectando ninguna intención para que se te devuelva. Cuando perdonas según el curso, no existe separación real con el otro (de hecho somos conscientes en ese momento de que no hay eso que llamamos "otro") y eso hace que te quedes con lo que estás dando. Es lo más parecido a un compartir, un milagro, porque lejos de que se te acabe lo que das tal como ocurre con todo lo que es finito y conforme a la manera de pensar del ego, lo que compartes se multiplica como ocurrió en el milagro de los panes y los peces. 

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