Y Dios Mismo enjugará todas las lágrimas
1. Padre, amenos que juzgue no puedo sollozar. Tampoco puedo experimentar dolor o sentirme abandonado o creer que no se me necesita en este mundo. Éste es mi hogar Porque no lo juzgo, y, por lo tanto, es únicamente lo que Tú quieres que sea. Hoy lo quiero contemplar sin condenarlo, a través de ojos felices que el perdón haya liberado de toda distorsión. Hoy quiero ver Tu mundo en lugar del mío. Y me olvidaré de todas las lágrimas que he derramado, pues su fuente ha desaparecido. Padre, hoy no juzgaré Tu mundo.
2. El mundo de Dios es un mundo feliz. Los que lo contemplan pueden tan sólo sumar a él su propia dicha y bendecirlo por ser causa de una mayor dicha para ellos. Llorábamos porque no entendíamos. Pero hemos aprendido que el mundo que veíamos era falso, y hoy vamos a contemplar el de Dios.
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Reflexión: Sólo tus propios juicios te pueden afectar. Por eso Jesús decía:
"No juzguéis, y no seréis juzgados: no condenéis, y no seréis condenados: perdonad, y seréis perdonados"
Lucas 6: 37
La lección de hoy, por simple, es dura de aprender a pesar de que cada vez que la transgredimos sufrimos sus consecuencias, y eso es porque creemos vivir en un mundo condenado basado en nuestros propios juicios. Así que resulta difícil escapar a su atrocidad sin escapar nosotros antes de nuestra manera de pensar acerca de él. Hoy se nos explica, de una manera muy bella, lo que ocurrirá si dejamos de juzgarlo. Si lo haces tus lágrimas cesarán porque hallarás consuelo a tu dolor. Dejarás de vivir en un lugar que creías perverso y peligroso para pasar a hacerlo en un lugar lleno de inocencia. Y no habrás tenido que hacer nada en el mundo, sólo cambiar tú tu manera de percibirlo.
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