jueves, 17 de enero de 2019

Lección 298 de Un Curso de Milagros

Te amo, Padre, y amo también a Tu Hijo

1. Mi gratitud hace posible que mi amor sea aceptado sin miedo. Y, de esta manera, se me restituye por fin mi Realidad. El perdón elimina todo cuanto se interponía en mi santa visión. Y me aproximo al final de todas las jornadas absurdas, las carreras locas y los valores artificiales. En su lugar, acepto lo que Dios establece como mío, seguro de que sólo mediante ello me puedo salvar, y de que atravieso el miedo para encontrarme con mi Amor.
2. Padre, hoy vengo a Ti porque no quiero seguir otro camino que no sea el Tuyo. Tú estás a mi lado. Tu camino es seguro. Y me siento agradecido por tus santos regalos: un santuario seguro y la escapatoria de todo lo que menoscabaría mi amor por Dios mi Padre y por Su santo Hijo.
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Reflexión: Para hablar del ejercicio de hoy quiero repasar de nuevo la metafísica del curso. Al soñar el Hijo de Dios la separación, ésta produjo un estado de culpa y miedo hacia Dios creyendo que podría ser castigado por lo que había hecho. Ese miedo al castigo y el repentino olvido de cómo llegó a esa situación derivó en el sentimiento de abandono por parte de Dios, y la consecuente ingratitud y odio por Su indiferencia, lo que le impidió aún más regresar a Él. El Hijo no se daba cuenta de que todo eso se lo estaba provocando él mismo con su ensoñación, cegado por su deseo de sentirse especial. Para terminar de complicarse y queriendo deshacerse de la culpa, el miedo y el odio, el Hijo añadió entonces un complejo truco de prestidigitación mental a su sueño pensando que así se libraría de esos sentimientos tan negativos, proyectándolos afuera en un universo de cuerpos y formas, pero que sin embargo, lo llevó a perderse completamente en la ilusión pues ahora sí que no sabe como regresar.

Si los sentimientos de culpa, miedo y odio separó al Hijo del Padre, lo contrario, el sentimiento de inocencia y el amor será lo que pueda restaurar la unidad perdida. Eso es lo que pretende conseguir el título de la lección de hoy: "Te amo, Padre, y amo también a Tu Hijo". Tratamos de retornar el intrincado camino que nos llevó hasta aquí, amando. Pero ¿cómo sé que estoy amando?. La prueba de que amas de verdad es el sentimiento de gratitud que te invade cuando lo haces con sinceridad. Sin embargo, si no hay gratitud, tu amor se queda en un intento de amar, un sucedáneo. 

Pero para amar de verdad primero necesitas la visión de Cristo para practicar el perdón conforme a UCdM. Este tipo de perdón necesita tu aceptación, aunque sea parcial, de que la separación de Dios no es verdad, y de que todo ésto no es más que una ilusión pareciendo muy real. Ya hablamos del perdón en la lección anterior. Una vez que estás abierto a la visión y empiezas a perdonar es que la gratitud va llegando de forma natural como reconocimiento de que sientes de verdad que estás amando y siendo amado, mientras se va deshaciendo en los rincones de tu mente la ilusoria separación de Dios.

Resumidamente, para restaurar la consciencia del Cielo en nuestra mente necesitamos alcanzar primero un estado en ella, estando aquí en el sueño, lo más parecido al que teníamos antes de la separación. Una vez alcanzado ese estado, por afinidad, Dios dará el último paso.
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