jueves, 24 de enero de 2019

Lección 305 de Un Curso de Milagros

Hay una paz que Cristo nos concede

1. El que sólo utiliza la visión de Cristo encuentra una paz tan profunda y serena, tan imperturbable y completamente inalterable, que no hay nada en el mundo que sea comparable. Las comparaciones cesan ante esa paz. Y el mundo entero parte en silencio a medida que esta paz lo envuelve y lo transporta dulcemente hasta la verdad, para ya nunca volver a ser la morada del temor. Pues el amor ha llegado, y ha sanado al mundo al concederle la paz de Cristo.
2. Padre, la paz de Cristo se nos concede porque Tu Voluntad es que nos salvemos. Ayúdanos hoy a aceptar únicamente Tu regalo y a no juzgarlo. Pues se nos ha concedido para que podamos salvarnos del juicio que hemos emitido acerca de nosotros mismos.

* * * 
Reflexión: La paz de Cristo es la misma paz de Dios que postula el curso: 

Nada real puede ser amenazado.
Nada irreal existe.
En esto radica la paz de Dios.

Pero hoy quiero centrarme en el apartado 20 del Manual para el Maestro, titulado "¿Qué es la paz de Dios?", añadiendo comentarios a cada párrafo. Comencemos:

1. Se ha dicho que hay una paz que no es de este mundo. ¿Cómo se puede reconocer? ¿Cómo se puede encontrar? Y una vez que se encuentra, ¿cómo se puede conservar? Consideremos cada una de estas preguntas por separado, ya que cada una refleja un paso diferente en el camino.
2. Examinemos la primera: ¿cómo se puede reconocer la paz de Dios? La paz de Dios se reconoce al principio sólo por una cosa: desde cualquier punto de vista es una experiencia radicalmente distinta de cualquier experiencia previa. No trae a la mente nada que haya sucedido antes. No evoca nada que se pueda asociar con el pasado. Es algo completamente nuevo. Existe ciertamente un contraste entre esta experiencia y cualquier experiencia del pasado. Pero curiosamente, no es éste un contraste que esté basado en diferencias reales. El pasado sencillamente se desvanece, y la quietud eterna pasa a ocupar su lugar. Eso es todo. El contraste que se había percibido al principio sencillamente desaparece. La quietud se ha extendido para cubrirlo todo.

La paz de Dios no atrae a la mente nada del pasado, y si pareciera haber un contraste con él, no existe porque nada real puede existir en el pasado. El pasado ya pasó y la paz de Dios está concentrada únicamente en este instante , pues tiene sólo que ver con la experiencia del momento presente. La paz de Dios se vivencia en el eterno "ahora".

3. ¿Cómo se encuentra esta quietud? Nadie que busque únicamente sus condiciones puede dejar de encontrarla. La paz de Dios no puede hacer acto de presencia allí donde hay ira, pues la ira niega forzosamente la existencia de la paz. Todo aquel que de alguna manera o en cualquier circunstancia considere que la ira está justificada, proclama que la paz es una insensatez, y no podrá por menos que creer que no existe. En esas condiciones no se puede hallar la paz de Dios. El perdón es, por lo tanto, la condición indispensable para hallarla. Lo que es más, donde hay perdón tiene que haber paz. Pues, ¿qué otra cosa sino el ataque conduce a la guerra? ¿Y qué otra cosa sino la paz es lo opuesto a la guerra? Aquí el contraste inicial resalta de una manera clara y evidente. Cuando se halla la paz, no obstante, la guerra deja de tener sentido. Y ahora es el conflicto el que se percibe como inexistente e irreal.

Como no se puede encontrar la paz es viviendo continuamente en conflicto, atacando (juzgando) a todos y a todo. La manera de encontrarla es viviendo intencionalmente el perdón. Por eso se dice: "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá" (Mt 7:7). La paz de Dios no es algo que se pueda obligar, lo cual es contraproducente, pero si que es necesaria una firme perseverancia.

4. ¿Cómo se conserva la paz de Dios una vez que se ha encontrado? Si la ira retorna, en la forma que sea, el pesado telón volverá a caer una vez más y la creencia de que no es posible que haya paz inevitablemente regresará. La guerra se volverá a aceptar una vez más como la única realidad. Y ahora tendrás que deponer tu espada nuevamente, aunque no te hayas dado cuenta de que la habías vuelto a blandir. Pero al recordar, aunque sólo sea vagamente, cuán feliz eras sin ella, te darás cuenta de que debiste haberla vuelto a blandir para defenderte. Detente entonces por un momento y piensa en lo siguiente: ¿prefieres el conflicto o sería la paz de Dios una opción mejor? ¿Cuál te aporta más? Una mente tranquila no es un regalo baladí. ¿No es preferible vivir a elegir la muerte?

El párrafo 4 da a entender que la conservación de la paz en el tiempo es una cuestión de preferencia, de preferir la paz al conflicto. Tienes que desearla por encima de todo lo demás. Volvemos al tema de la perseverancia. 

5. Vivir es júbilo, pero la muerte no es sino llanto. Ves en la muerte tu escapatoria de lo que has hecho. Pero lo que no ves es que tú mismo inventaste la muerte, la cual no es más que la ilusión de un final. La muerte no puede ser una escapatoria porque el problema no radica en la vida. La vida no tiene opuesto, pues es Dios. La vida parece ser lo opuesto a la muerte porque tú has decidido que la muerte acaba con la vida. Perdona al mundo y comprenderás que nada que Dios creó puede tener fin, y que nada que Él no haya creado es real. Con esta frase se resume nuestro curso. Con esta frase se le da a nuestras prácticas el único objetivo que tienen. Con esta frase se describe el programa de estudios del Espíritu Santo exactamente como es.

Este párrafo es una especie de advertencia sobre una creencia muy común. "Descansa en paz" decimos a los muertos. Solemos asociar la paz a la muerte porque pensamos que con ella cesan los pesares de la vida, pero la vida no tiene opuestos.  La muerte no es más que una ilusión, y cuando morimos nos vemos de pronto ahí, flotando sobre nuestro cadáver, y quedamos perplejos. Ya he dedicado un par de post a la vida después de la muerte (ver si quieres I y II). Y luego, casi al final del párrafo, volvemos a encontrar, con otras palabras, el postulado del curso que ya introduje al principio: "Nada que Dios creó puede tener fin, y nada que Él no haya creado es real", y en eso radica la paz. Dios no creó la muerte ni nada que pueda ser conflictivo. Sólo la creencia en esas cosas, poniéndoles nuestros pensamientos ilusorios, puede sacarnos de una paz que permanece latente en nuestro interior.

6. ¿Qué es la paz de Dios? La paz de Dios no es más que esto: el simple entendimiento de que Su Voluntad no tiene ningún opuesto. Ningún pensamiento que contradiga Su Voluntad puede ser verdadero. El contraste entre Su Voluntad y la tuya tan sólo daba la impresión de ser real. En realidad no había conflicto, pues Su Voluntad es la tuya. Ahora la poderosa Voluntad de Dios Mismo es Su regalo para ti. Él no desea quedarse con Ella sólo para Sí. ¿Por qué querrías mantener tus insignificantes y frágiles alucinaciones ocultas de Él? La Voluntad de Dios es una y es lo único que existe. Ése es tu patrimonio. Todo el universo que se encuentra más allá del sol y las estrellas, así como de todos los pensamientos que puedas concebir, te pertenece. La paz de Dios es la condición para que se haga Su Voluntad. Alcanza Su paz, y le recordarás.

Este último párrafo acaba con una frase muy significativa: "Alcanza Su paz, y le recordarás". ¿Qué quiere decir? Que Dios no puede tardar un instante en acudir allí donde las condiciones son las Suyas, pero tienes que permitirlo tú haciendo uso de la Visión y perdonando.

* * *

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Regresar a Dios

  "Imagen satelital del río Amazonas fundiéndose con el Océano Atlántico.  Fuente: Agencia Espacial Europea (ESA), dominio público. La ...