Juzgo todas las cosas como quiero que sean
1. Los juicios se inventaron para usarse como un arma contra la verdad. Separan aquello contra lo que se utilizan, y hacen que se vea como si fuese algo aparte y separado. Luego hacen de ello lo que tú quieres que sea. Juzgan lo que no pueden comprender, ya que no pueden ver la totalidad, y, por lo tanto, juzgan falsamente. No nos valgamos de ellos hoy, antes bien, ofrezcámoselos de regalo a Aquel que puede utilizarlos de manera diferente. Él nos salvará de la agonía de todos los juicios que hemos emitido contra nosotros mismos y re-establecerá nuestra paz mental al ofrecernos el Juicio de Dios con respecto a Su Hijo.
2. Padre, estamos esperando hoy con mentes receptivas a oír Tu juicio con respecto al Hijo que Tú amas. No lo conocemos, y así, no lo podemos juzgar. Por lo tanto, dejamos que Tu Amor decida qué es lo que no puede sino ser aquel a quien Tú creaste como Tu Hijo.
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Reflexión: La idea de hoy va contra el pensamiento generalmente aceptado de que el juicio es útil para dictaminar lo que es verdad; pero dice la lección que los juicios se inventaron para usarse contra la verdad.
Los juicios encierran una trampa pues, aunque aparentan separar de aquello contra lo que los utilizas, a la vez te mantienen atado a la percepción, haciéndola real. Así, lo que nació para separarnos de algo o alguien consigue todo lo contrario, que no podamos sustraernos de lo juzgado.
La decisión de juzgar en vez de conocer es lo que nos hace perder la paz. Juzgar es el proceso en el que se basa la percepción, pero no el conocimiento. He hecho referencia a esto anteriormente al hablar de la naturaleza selectiva de la percepción, y he señalado que la evaluación es obviamente su requisito previo. Los juicios siempre entrañan rechazo. Nunca ponen de relieve solamente los aspectos positivos de lo que juzgan, ya sea en ti o en otros. Lo que se ha percibido y se ha rechazado, o lo que se ha juzgado y se ha determinado que es imperfecto permanece en tu mente porque ha sido percibido. Una de las ilusiones de las que adoleces es la creencia de que los juicios que emites no tienen ningún efecto. Esto no puede ser verdad a menos que también creas que aquello contra lo que has juzgado no existe. Obviamente no crees esto, pues, de lo contrario, no lo habrías juzgado. En última instancia, no importa si tus juicios son acertados o no, pues, en cualquier caso, estás depositando tu fe en lo irreal. Esto es inevitable, independientemente del tipo de juicio de que se trate, ya que juzgar implica que abrigas la creencia de que la realidad está a tu disposición para que puedas seleccionar de ella lo que mejor te parezca.
A nivel del propósito de UCdM, no podrás escapar de la ilusión del mundo si juzgas tan siquiera uno cualquiera de sus aspectos, pues estarás haciendo el mundo real en su totalidad. A nivel más específico, y si no tienes por meta trascender el mundo, tampoco podrás trascender nada en particular que tú creas te está afectando si lo juzgas como una causa externa a ti. Así que otro de los efectos del juicio, además de hacer realidad lo que juzgas, es que lo juzgado se torna independiente de ti, por lo que te vuelves vulnerable perdiendo todo el control sobre ello.
La decisión de juzgar en vez de conocer es lo que nos hace perder la paz. Juzgar es el proceso en el que se basa la percepción, pero no el conocimiento. He hecho referencia a esto anteriormente al hablar de la naturaleza selectiva de la percepción, y he señalado que la evaluación es obviamente su requisito previo. Los juicios siempre entrañan rechazo. Nunca ponen de relieve solamente los aspectos positivos de lo que juzgan, ya sea en ti o en otros. Lo que se ha percibido y se ha rechazado, o lo que se ha juzgado y se ha determinado que es imperfecto permanece en tu mente porque ha sido percibido. Una de las ilusiones de las que adoleces es la creencia de que los juicios que emites no tienen ningún efecto. Esto no puede ser verdad a menos que también creas que aquello contra lo que has juzgado no existe. Obviamente no crees esto, pues, de lo contrario, no lo habrías juzgado. En última instancia, no importa si tus juicios son acertados o no, pues, en cualquier caso, estás depositando tu fe en lo irreal. Esto es inevitable, independientemente del tipo de juicio de que se trate, ya que juzgar implica que abrigas la creencia de que la realidad está a tu disposición para que puedas seleccionar de ella lo que mejor te parezca.
(T-3.VI.2)
¿A eso es a lo que llamas juzgar? Se te ha exhortado en muchas ocasiones a que te abstengas de juzgar, mas no porque sea un derecho que se te quiera negar. No puedes juzgar. Lo único que puedes hacer es creer en los juicios del ego, los cuales son todos falsos. El ego dirige tus sentidos celosamente, para probarte cuán débil eres, cuán indefenso y temeroso, cuán aprehensivo del justo castigo, cuán ennegrecido por el pecado y cuán miserable por razón de tu culpabilidad.
(L-151.4)
La frase "ofrezcámoselos (los juicios) de regalo a Aquel que puede utilizarlos de manera diferente" significa entregarlos apaciblemente a tu mente recta, a tu sabio interno (E.S.), para que Él los observe a través de la visión espiritual (tu predisposición a servirle de observador ecuánime), y pueda dictaminar su falsedad e inutilidad, pues los juicios no sirven de nada. Es por eso que podemos afirmar que en realidad no podemos juzgar. Ésto comporta mucha paz porque sabes que cuando jugamos, sólo nos juzgamos a nosotros mismos, lo que mantiene la culpabilidad intacta. Ofrecer los juicios de regalo es otra manera de darle nombre a lo que el curso llama "perdonar". Como si de un cuento se tratara, sólo el perdón rompe el hechizo del juicio y nos libera del encantamiento de la percepción.
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