martes, 29 de enero de 2019

Lección 309 de Un Curso de Milagros

Hoy no tendré miedo de mirar dentro de mi

1. Dentro de mí se encuentra la Eterna Inocencia, pues es la Voluntad de Dios que esté allí para siempre. Y yo, Su Hijo, cuya voluntad es tan ilimitada como la Suya, no puedo disponer que ello sea diferente. Pues negar la Voluntad de mi Padre es negar la mía propia. Mirar dentro de mí no es sino encontrar mi voluntad tal como Dios la creó, y como es. Tengo miedo de mirar dentro de mí porque creo que forjé otra voluntad que aunque no es verdad hice que fuese real. Mas no tiene efectos. Dentro de mí se encuentra la santidad de Dios. Dentro de mí se encuentra el recuerdo de Él.
2. El paso que he de dar hoy, Padre mío, es lo que me liberará por completo de los vanos sueños del pecado. Tu altar se alza sereno e incólume. Es el santo altar a mi propio Ser y es allí donde encuentro mi verdadera Identidad.

* * * 
Reflexión: Cuando de niño me caía en la calle, me aterraba que me limpiaran las heridas porque había que escarbar en ellas para sacar las piedritas y arenilla que se habían incrustado. ¡Cuánto dolía! Era la única manera de evitar una infección. Para colmo me sermoneaban a veces con la frase "Dios te ha castigado", haciéndome sentir culpable.

Todas las personas llevamos una herida sin sanar llamada ego. Superficialmente aparentamos estar bien, pero sabemos que no lo estamos cuando alguien nos toca esa herida y nos molesta. Esa es la voluntad aparte que llevamos dentro, diferente de la de Dios, de la que habla la lección de hoy. Sanar la herida supone perder esa voluntad, pero creemos que sin ella quedaríamos indefensos porque nos ofrece carácter, orgullo y personalidad. Sin esa herida, o voluntad aparte, sientes que ya no serías el mismo, porque... ¿quién quiere desprenderse de lo que le confiere una identidad especial?. Así que preferimos vivir con esa afección sobre nosotros la cual puede resultar dolorosa a ratos, pero pensando que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Es por eso que no quieres mirar dentro de ti, porque tu ego se descubriría a sí mismo en su falsedad. El ego es imaginario y mirar adentro lo puede poner en evidencia, por lo que éste te convence de que es mejor distraerte mirando hacia afuera, mirando la herida de la gente antes que la tuya, pues mirar adentro te causará dolor y te hará sentir culpable. Mejor deja las cosas como están, te dice. 

No tengas miedo de mirar en tu interior. El ego te dice que lo único que hay dentro de ti es la negrura de la culpabilidad, y te exhorta a que no mires. En lugar de eso, te insta a que contemples a tus hermanos y veas la culpabilidad en ellos. Mas no puedes hacer eso sin condenarte a seguir estando ciego, pues aquellos que ven a sus hermanos en las tinieblas, y los declaran culpables en las tinieblas en las que los envuelven, tienen demasiado miedo de mirar a la luz interna. 
(T-13.IX.8.1:5)

¿Qué ocurrirá si miras dentro de ti?. Sólo el ego reconoce al ego y sólo la santidad puede reconocer la santidad. Si no ves tu propia santidad es que estás mirando desde tu ego a tu ego. Pero más allá de tu ego hay un fondo sereno de inocencia donde posar tu mirada sin dolor ni culpa.

Dentro de ti no se encuentra lo que crees que está ahí, y en lo que has depositado tu fe. Dentro de ti está la santa señal de la perfecta fe que tu Padre tiene en ti. Tu Padre no te evalúa como tú te evalúas a ti mismo. Él se conoce a Sí Mismo, y conoce la verdad que mora en ti. Sabe que no hay diferencia alguna entre Él y dicha verdad, pues Él no sabe de diferencias. ¿Puedes acaso ver culpabilidad allí donde Dios sabe que hay perfecta inocencia? Puedes negar Su conocimiento, pero no lo puedes alterar. Contempla, pues, la luz que Él puso dentro de ti, y date cuenta de que lo que temías encontrar ahí, ha sido reemplazado por el amor.
(T-13.IX.8.6:13)

Puesto que la mente funciona como un espejo, lo que quieras ver fuera es lo que verás dentro, y lo que veas dentro también lo verás fuera. Cuando tienes miedo de mirar en tu interior es porque estás observando lo que no te gusta en otros, ¡y no quieres ver eso mismo en ti!. Si miras con culpabilidad verás culpabilidad. Si lo haces con inocencia verás inocencia. Mirar a los otros con inocencia garantiza que verás la misma inocencia dentro de ti sin sentir ningún dolor ni culpa.

Libera a otros de la culpabilidad tal como tú quisieras ser liberado. Ésa es la única manera de mirar en tu interior y ver la luz del amor refulgiendo con la misma constancia y certeza con la que Dios Mismo ha amado siempre a Su Hijo. Y con la que Su Hijo lo ama a Él. En el amor no hay cabida para el miedo, pues el amor es inocente. No hay razón alguna para que tú, que siempre has amado a tu Padre, tengas miedo de mirar en tu interior y ver tu santidad. Tú no puedes ser como has creído ser. Tu culpabilidad no tiene razón de ser porque no está en la Mente de Dios, donde tú estás. Y ésta es la sensatez que el Espíritu Santo quiere restituirte. Él sólo desea desvanecer tus ilusiones. Pero quiere que veas todo lo demás. Y en la visión de Cristo te mostrará la perfecta pureza que se encuentra por siempre dentro del Hijo de Dios.
(T-13.X.10)

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