No necesito más que llamar y Tú me contestarás
1. No se me pide que acepte la salvación sobre la base de una fe ciega. Pues Dios ha prometido que oirá mi llamada y que Él Mismo me contestará. Déjame aprender mediante mi experiencia que esto es verdad, y es indudable que llegaré a tener fe en Él. Ésa es la fe que no se quebranta y que me llevará cada vez más lejos por la senda que conduce hasta Él. Pues así estaré seguro de que Él no me ha abandonado, de que aún me ama y de que sólo espera a que yo lo llame para proporcionarme toda la ayuda que necesite para poder llegar a Él.
2. Padre, te doy las gracias porque sólo con que ponga a prueba Tus promesas jamás tendré la experiencia de que no se cumplen. Permítaseme, por lo tanto, ponerlas a prueba en vez de juzgarlas. Tú eres Tu Palabra. Tú provees los medios a través de los cuales arriba la convicción, haciendo así que por fin estemos seguros de Tu eterno Amor.
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Reflexión: Para mi, la lección de hoy es como la parábola del grano de mostaza.
«El reino de los cielos es como un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. Aunque es la más pequeña de todas las semillas, cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en árbol, de modo que vienen las aves y anidan en sus ramas».
< Mat. 13:31-32 >
¿Por qué lo veo así?. No hay nada más fácil y placentero que sembrar una semilla. Yo lo hago a menudo en el pequeño huerto que he improvisado junto a mi casita. Luego sólo tengo que acordarme de regar con un poco de agua y observar como la planta va creciendo poco a poco. Cuando tiene un tamaño que me parece apropiado, la trasplanto del macetero a la tierra que he abonado previamente. Yo considero que el trabajo que realizo es mínimo comparado con el fruto que obtengo, por no hablar de la satisfacción que es observar como se desarrolla todo el proceso de una manera natural pero que parece mágica; todo apenas con un poquito de fe. No tienes que preocuparte en exceso, ni regar ni abonar demasiado, ni tirar de la planta hacia arriba impaciente para que crezca más rápido, sino confiar en el proceso, ser paciente y esperar.
La lección hoy te dice que no necesitas una fe ciega, sólo un poco de fe, como cuando uno siembra.
He aquí el único principio que la salvación requiere. No es necesario que tu fe en él sea firme e inquebrantable ni que esté libre del ataque de todas las creencias que se oponen a él. No tienes una lealtad fija. Pero recuerda que los que ya se han salvado no tienen necesidad de salvación. No se te pide que hagas lo que le resultaría imposible a alguien que todavía está dividido contra sí mismo. No esperes poder encontrar sabiduría en semejante estado mental. Pero siéntete agradecido de que lo único que se te pide es que tengas un poco de fe. ¿Qué les puede quedar a los que todavía creen en el pecado, sino un poco de fe? ¿Qué podrían saber del Cielo y de la justicia de los que se han salvado?
(T-25.VIII.2)
Tu simplemente propones y Dios provee. Tú llamas y Dios responde. El resultado siempre llega a su debido tiempo.
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