domingo, 24 de febrero de 2019

Lección 331 de Un Curso de Milagros.

El conflicto no existe, pues mi voluntad es la Tuya

1. Padre, ¡qué absurdo creer que Tu Hijo podía causarse sufrimiento a sí mismo! ¿Cómo iba él a poder planear su condenación sin que se le hubiera provisto de un camino seguro que lo condujese a su liberación? Me amas, Padre, y nunca habrías podido dejarme en la desolación, para morir en un mundo de dolor y crueldad. ¿Cómo pude jamás pensar que el Amor se había abandonado a Sí Mismo? No hay otra voluntad que la Voluntad del Amor. El miedo es un sueño, y no tiene una voluntad que pueda estar en conflicto con la Tuya. Estar en conflicto es estar dormido; la paz, estar despierto. La muerte es una ilusión, y la vida, la verdad eterna. Nada se opone a Tu Voluntad. El conflicto no existe, pues mi voluntad es la Tuya.
2. El perdón nos muestra que la Voluntad de Dios es una sola y que la compartimos. Contemplemos los santos panoramas que hoy nos muestra el perdón, de modo que podamos encontrar la paz de Dios. Amén.

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Reflexión: Ya hemos dicho alguna vez que el mundo es una cuestión de deseo pues surge a partir de éste (ver lección anterior 325). El deseo es una falsa forma de voluntad. Dios no desea; ¿para qué iba a hacerlo si Él ya lo Es Todo? Y tu Ser, semejante a Dios, tampoco desea, pues al ser como Él no lo necesita. Si tu voluntad y la Voluntad de Dios son la misma, y no hay más voluntad que la de Dios, entonces ambas voluntades han de tener la misma fuerza. La lógica dicta que no te puedes oponer a la Voluntad conjunta porque no hay otra, pero puedes creer que te opones a ella con tu “voluntad imaginaria” que es el deseo. Es entonces cuando entras en un estado de ensoñación que parece generar conflicto y miedo, pues creas una situación imposible que no te parece que sea así porque no eres consciente del mecanismo que la genera.

El deseo es una especie de “anti-voluntad”, un engendro de la mente errónea, que te permite escapar de manera fantástica de la realidad, que es hacer tu voluntad y la Voluntad del Padre. En otras palabras, deseas dejar de ser el Hijo de Dios para convertirte en un personaje separado encarnado en un cuerpo vulnerable y mortal. El deseo trata de hacer posible lo imposible.

Por eso es por lo que tienes que demostrarte a ti mismo lo obvio. Para ti no es obvio. Crees que hacer lo opuesto a la Voluntad de Dios va a ser más beneficioso para ti. Crees también que es posible hacer lo opuesto a la Voluntad de Dios. Por lo tanto, crees que tienes ante ti una elección imposible, la cual es a la vez temible y deseable. Sin embargo, Dios dispone, no desea. Tu voluntad es tan poderosa como la Suya porque es la Suya. Los deseos del ego no significan nada porque el ego desea lo imposible. Puedes desear lo imposible, pero sólo puedes ejercer tu voluntad en armonía con la de Dios. En eso estriba la debilidad del ego, así como tu fortaleza.
(T-7.X.4)

¿Cómo se escapa del error fundamental de creer que podemos ir contra nuestra propia voluntad y de la voluntad de Dios?. Tu deseo nació de la decisión de querer que sucediera lo imposible. Si no hubieses decidido nada, nada se hubiese producido. Buda ya decía que el deseo es la causa de todo sufrimiento. Si abandonas cualquier decisión respecto al deseo (que es lo mismo que abandonar cualquier deseo) se acaba la situación imposible, el conflicto y el miedo que tú mismo has fabricado.

Dije antes que tú eres la Voluntad de Dios. Su Voluntad no es un deseo trivial, y tu identificación con Su Voluntad no es algo optativo, puesto que es lo que tú eres. Compartir Su Voluntad conmigo no es optativo tampoco, aunque parezca serlo. La separación radica precisamente en este error. La única manera de escaparse del error es decidiendo que no tienes nada que decidir. Se te dio todo porque así lo dispuso Dios. Ésa es Su Voluntad, y tú no puedes revocar lo que Él dispone.
(T-7.X.6.4:10)

Si ya tienes todo no tienes necesidad de decidir pues tu estado será de paz y dicha. Pero si no experimentas ese estado es porque has decidido que te falta algo. Cuando crees que te falta algo estás negando tu propia voluntad y la Voluntad de Dios. Estás renegando de tu identidad como Hijo de Dios, creyendo que estás separado y que eres diferente de Dios.

Si lo que la Voluntad de Dios dispone para ti es paz y dicha absolutas, y eso no es lo único que experimentas, es que te estás negando a reconocer Su Voluntad. Su Voluntad no fluctúa, pues es eternamente inmutable. Cuando no estás en paz ello se debe únicamente a que no crees que estás en Él. Mas Él es el Todo de todo. Su paz es absoluta y tú no puedes sino estar incluido en ella. Sus leyes te gobiernan porque lo gobiernan todo. No puedes excluirte a ti mismo de Sus leyes, si bien puedes desobedecerlas. Si lo haces, no obstante, y sólo en ese caso, te sentirás solo y desamparado porque te estarás negando todo.
(T-8.IV.1)
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